Aunque se autodefine como un admirador de José Martí y Simón Bolívar, quienes aspiraron a la unidad e integración de todo el Continente fundamentadas en el respeto de la soberanía, la cooperación Sur-Sur y valores como la solidaridad internacional, el Norte global es el único referente del presidente López Obrador. La política exterior de México respecto a China dio un viraje a partir de la firma del T-MEC, un pacto comercial negociado por el Gobierno de Peña Nieto y finalmente suscrito por el presidente López Obrador.
El presidente mexicano sostiene que la integración de
todo el Continente es la única salida para aliviar las tensiones entre
Washington y Pekín y, al mismo tiempo, reducir la desigualdad entre los países
de la región.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, es
un convencido de la urgencia de llevar adelante un gran proyecto de integración
continental, tanto para aliviar las tensiones internacionales como para reducir
las asimetrías en la región.
Por eso, el mandatario planteó la propuesta por primera
vez en ‘A la mitad del camino’ (ed. Planeta, septiembre 2021), libro en el que
sostuvo que integrar a toda la región representaba una vía para aliviar las
tensiones internacionales, especialmente entre China y EE.UU.
Fortaleciendo a toda América, según López Obrador, se
dejaría a un lado la «tentación» militarista de los estadounidenses, quienes no
veían con buenos ojos el ascenso imparable del gigante asiático en la economía
mundial.
La propuesta la llevó hasta la VI Cumbre de la Comunidad
de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) que se realizó en la Ciudad de
México en septiembre de 2021.
Y volvió a insistir sobre esta iniciativa durante la
Cumbre de Líderes de América del Norte, realizada a principios de este año,
también en la Ciudad de México.
Durante ese encuentro, el político tabasqueño convocó al
presidente de EE.UU., Joe Biden, a impulsar un proyecto de integración que
incorporara a todos los países de la región, sin distinción alguna.
«Usted tiene la llave para abrir y mejorar
sustancialmente las relaciones entre todos los países del Continente
americano», sentenció López Obrador en el Palacio Nacional, el pasado 9 de
enero.
El Norte global, referencia de integración para López
Obrador
La simpatía del presidente López Obrador hacia un
proyecto de este tipo se remonta a mediados de la década de los 2000, cuando se
desempeñaba como jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
En esos años, en los preparativos de la que sería su
primera campaña electoral rumbo a la Presidencia, López Obrador publicó un
documento, bajo el título ’50 Compromisos para recuperar el orgullo nacional’,
en el que perfilaba un conjunto de propuestas de Gobierno.
En lo referente a la economía y las relaciones con el
resto del mundo, López Obrador destacaba los beneficios para México en caso de
materializarse el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), un proyecto de
integración continental impulsado por la Administración de George W. Bush y que
contaba con el aval de Vicente Fox.
Sin embargo, el ALCA fue desechado en Mar del Plata
(Argentina) en 2005 por los mandatarios surgidos de la primera ola de Gobiernos
progresistas.
Los presidentes Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil),
Néstor Kirchner (Argentina) y Hugo Chávez (Venezuela), entre otros, se negaron
a sumarse a la iniciativa auspiciada por la Casa Blanca.
Aunque se autodefine como un admirador de José Martí y
Simón Bolívar, quienes aspiraron a la unidad e integración de todo el
Continente fundamentadas en el respeto de la soberanía, la cooperación Sur-Sur
y valores como la solidaridad internacional, el Norte global es el único
referente del presidente López Obrador.
Para el mandatario mexicano la integración continental
debe seguir los pasos de la Unión Europea que, de acuerdo con su perspectiva,
ha sido un proyecto exitoso.
No solo eso, como ejemplo de cooperación internacional
para el desarrollo su referencia es la Alianza para el Progreso, una iniciativa
lanzada por el presidente John F. Kennedy a principios de la década de 1960.
De acuerdo con López Obrador, la última vez que EE.UU.
demostró verdadera voluntad política para promover el desarrollo de los países
de la región fue a través de esta Alianza. «Es lo único importante que se ha
hecho«, aseguró.
A contrapelo de este planteamiento, Salvador Allende,
otro de los personajes históricos a quien López Obrador dice admirar
profundamente, aseguró que, si bien la Alianza intentó mejorar la imagen de
EE.UU. tras el triunfo de la Revolución Cubana, sus resultados distaron mucho
de ser positivos para la región.
«La Alianza para el Progreso no ha reportado más ayuda
financiera para nuestro Continente. Tampoco ha implicado mayores oportunidades
de participación en el comercio mundial y ni siquiera en el mercado de EE.UU.»,
sostuvo Allende durante una conferencia dictada en 1967.
¿Una argucia dirigida contra China?
Desde que presentó su propuesta de integración
continental, López Obrador destacó que uno de los objetivos era aliviar las
tensiones entre China y EE.UU.
De no haber integración continental, aseguraba, Pekín
continuaría aumentando su influencia en la economía mundial y, por lo tanto,
terminaría desplazando a EE.UU. de cada vez más ramas de producción de bienes y
servicios.
De manera paradójica, y tomando en cuenta su intención de
reducir las tensiones entre estas dos superpotencias, llama la atención que
durante la Cumbre de Líderes de América del Norte el presidente López Obrador
llamara a eliminar la importación de mercancías producidas de Asia-Pacífico.
Luego de resaltar los beneficios de la integración
comercial con EE.UU. y Canadá, obtenidos a través del T-MEC, López Obrador
lamentó que continuaran llegando una gran cantidad de barcos provenientes de
Asia-Pacífico a los puertos mexicanos.
«¿No podríamos producir en América lo que consumimos?
Claro que sí», aseveró durante su alocución, frente a la delegación
estadounidense encabezada por el presidente Joe Biden.
Lo llamativo de la propuesta del político tabasqueño es
que parece no tomar en cuenta que, en la actualidad, una gran cantidad de
países latinoamericanos—sobre todo los que se localizan en el Cono
Sur—mantienen estrechas relaciones económicas con la región Asia-Pacífico,
especialmente con China.
La República Popular China es hoy el principal socio
comercial de Brasil y Argentina, la primera y tercera economía de la región
respectivamente. En el caso de la Alianza del Pacífico, un esquema de
integración del que México forma parte, Pekín es el primer socio comercial de
Chile y Perú.
Incluso en Centroamérica, donde EE.UU. tiene una
influencia mayor, China ha venido incrementando su protagonismo, logrando
convencer a la mayoría de los Gobiernos de esta subregión de retirar su
reconocimiento a Taiwán.
A cambio, China les ha ofrecido créditos a bajo costo,
financiamiento a diversos proyectos de infraestructura, y la oportunidad de
catapultar las relaciones comerciales.
El gigante asiático se ha convertido en un gran inversor
en proyectos de infraestructura y recursos naturales (‘commodities’) no solo en
Centroamérica, sino también en la región suramericana.
Los préstamos multimillonarios otorgados por los bancos
estatales chinos han superado incluso en varios años los montos suministrados
por instituciones como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo
(BID).
En definitiva, la iniciativa del presidente López Obrador,
orientada a eliminar la compra de mercancías producidas en Asia-Pacífico, está
dirigida fundamentalmente contra China. De lejos, China es el país asiático con
el mayor volumen de exportación hacia América Latina.
La política exterior de México respecto a China dio un
viraje a partir de la firma del T-MEC, un pacto comercial negociado por el
Gobierno de Peña Nieto y finalmente suscrito por el presidente López Obrador.
El pacto comercial tripartita contiene una cláusula que
prohíbe a sus integrantes establecer tratados de libre comercio con terceros
países, sin antes contar con el aval de sus socios.
En los círculos empresariales, esta condición fue
entendida como una «cláusula anti-China», dado que impide de facto la firma de
un acuerdo comercial entre México y el gigante asiático.
Con todo, la de México y China es una relación bilateral
con casi 51 años de historia, un vínculo que se ha vuelto más estrecho y que,
de hecho, se ha convertido en una asociación estratégica integral, un estatus
que Pekín mantiene únicamente con los países que considera de mayor relevancia.
Ahora, sin embargo, el presidente López Obrador pretende
llevar a toda la región hacia el autoabastecimiento. Que el Continente deje de
comprar componentes electrónicos, auto partes y otros productos manufacturados
en Asia-Pacífico.
La polémica propuesta, hasta el momento, no ha recibido
una respuesta formal de parte de los mandatarios de la región, quienes están
inmersos en una dinámica muy distinta a la de su homólogo mexicano, nada
interesados en cerrarle las puertas al gigante asiático.
No hay eco entre presidentes de la región
A contrapelo de quienes sostienen que la política
exterior de México constituye una referencia en la región, hasta el momento la
propuesta de López Obrador no ha recibido la menor atención en América Latina.
Desde que la puso sobre la mesa por primera vez, en una
reunión de un organismo multilateral (VI Cumbre de la Celac celebrada en Ciudad
de México), el proyecto que busca integrar a las economías de todo el
Continente no ha merecido mayores comentarios.
Entre los pocos que hicieron alguna mención al respecto
estuvo el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien frente a López Obrador
cuestionó que la propuesta tomara a la Unión Europea como un ejemplo de
integración, y no a iniciativas de otras latitudes, llevadas a cabo por países
del Sur global, las de Asia-Pacífico y África, por ejemplo.
Por otro lado, cabe destacar que con el tercer mandato
del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, los esquemas de integración regional
vuelven a estar en la agenda del Cono Sur. Sin embargo, nada plantean sobre una
integración en la que participen EE.UU. y Canadá.
El mandatario brasileño busca reactivar la Unión de
Naciones Suramericanas (Unasur), fortalecer la Celac, ampliar las alianzas del
Mercado Común del Sur (Mercosur) y llevar a buen puerto la propuesta de lanzar
una divisa regional.
Sobre esta última, López Obrador se pronunció
abiertamente en contra. Ajeno a los debates sobre cooperación financiera, el
mandatario mexicano rechazó adoptar una moneda común como en la Eurozona
cuando, en realidad, el proyecto de la divisa regional propuesto por el
presidente Lula da Silva nada tiene que ver con la que circula en el Viejo
Continente.
Así las cosas, hasta la fecha todo apunta a que la
polémica propuesta de integrar a la denominada Patria Grande ni siquiera será
analizada a fondo en un encuentro multilateral donde participen países
latinoamericanos. Nadie se la ha tomado en serio. La agenda regional apunta en
otro sentido.
***Fuente: RT