Si fuera por esta izquierda hermética, seguiríamos mandando todos los libros a los 'lectores de sensibilidad'.
En nombre de la tolerancia esta semana reeditaron varios
párrafos del libro de James Bond. El espía ahora será un matón políticamente
correcto, sin lenguaje ni expresiones malsonantes. Pero así como Hollywood dio el
género de espías y vaqueros, Europa ha dado el género de los nazis, con lo cual
la censura tiene mucha tarea por delante. Las escenas del cine llegan casi
siempre a estos dos extremos: o eres nazi o eres un espía americano que liberas
al mundo de los nazis. Lo curioso es que Disney nos ha sorprendido con un
catálogo lleno de películas sobre nazis hace poco, pero según los académicos de
la lengua el problema es el vocabulario racista de James Bond.
El tipo, James Bond, sólo ha sido la cuerda de arpa que le
faltaba a Virgilio para lirificar todo aquello de la Segunda Guerra Mundial y
que la censura se dedicara a otros temas. Debemos concluir que esta censura
ejercida por los adalides del progreso no tiene fundamento lógico ni talento.
Aburrir a las audiencias con el prestigio de la sobriedad del lenguaje,
promover la moral de la obediencia y cancelar las disonancias cognitivas; éste
es el talento de algunas voces que llevan el sello de calidad moral. Luego
tenemos medios revisionistas como 'El País', que aseguran que la 'corrección
política' es un invento de la derecha política y mediática.
Si fueran honestos, deberían preguntarse qué ha pasado
para que después de décadas de cultura libre, libertina y casi libertaria la
izquierda se dedique a cancelar la cultura. En España venimos de una dictadura
paternalista, el franquismo, a la vez inspirada en la de Primo de Rivera. Pues
bien, la izquierda habrá matado a Franco de muerte natural, pero ahora
reproduce el mismo tulelaje de la ciudadanía, el mismo paternalismo pegajoso y
censor. Y es que en vista de cómo está el género, hay que decir que la censura
ha vuelto pero esta vez, ojo, en nombre de la tolerancia. Si fuera por esta
izquierda hermética, seguiríamos mandando todos los libros a los 'lectores de
sensibilidad', veríamos series de Netflix y escribiríamos artículos oblicuos
para cuestionar la dictadura de lo políticamente correcto.
Toda esta dictadura de la moral sería insoportable de no
ser por la suerte de los escritores censurados y diorísimos, que pasan de la
cancelación al estrellato en cuestión de días. El impacto de un pensador que
produce un calambre social es impredecible. Hay un temblor de la mano derecha
que los médicos llaman «calambre del escritor»; sucede cuando el escritor
descubre que hay muchos tipos y subtipos de ofensa moral y el dilema no obedece
a las leyes de la lógica. Todos hemos visto esta película con el temblor de los
ojos más bellos de Hollywood, los de la Bellucci, ensombrecidos por el azul de
Daniel Craig, pero nadie sospechaba que este género pudiera causar más ofensas
que la proyección de la violencia nazi. Que nos lo expliquen los académicos del
racismo.