Para López Obrador es una bendición que Joe Biden busque un nuevo periodo en la Casa Blanca, porque eso le permite ganar tiempo antes de que la mala relación pase la factura. La herencia de López a quien le suceda en el cargo será una relación con Estados Unidos a punto de ruptura y lo que ello implica en los hechos.
Nunca, en el curso de nuestras vidas, las relaciones con
el vecino del norte habían estado tan mal como ahora. Y no ha sido culpa de
Estados Unidos, sino del presidente de México.
Gane quien gane allá en noviembre del próximo año, nos la
va a cobrar completa.
Y también gane quien gane aquí trabajará con esa presión.
Para López Obrador es una bendición que Joe Biden busque
un nuevo periodo en la Casa Blanca, porque eso le permite ganar tiempo antes de
que la mala relación pase la factura.
En los 16 meses que faltan para los comicios en Estados
Unidos, el mango de la sartén estará en manos de AMLO porque tiene la llave
para descarrilar la reelección de Biden si abre las compuertas al flujo
migratorio.
Después de noviembre de 2024 el futuro de México es
sombrío, con cárteles criminales empoderados como los principales del mundo.
Jalisco Nueva Generación y Cártel de Sinaloa no sólo
controlan territorio, sino que definen candidaturas a alcaldes y gobernadores.
Por su permisividad hacia los capos de la mafia y la
resistencia a colaborar con Estados Unidos en combatir lo que allá consideran
una amenaza a su seguridad nacional, el expresidente López no disfrutará el
sosiego de su finca en Palenque.
Quien le suceda en el cargo estará ocupado en desactivar
los efectos prácticos de la mala relación con Estados Unidos, sin tiempo ni
argumentos para defenderlo de una posible embestida judicial desde el otro lado
de la frontera.
Para los republicanos, el peligro de los cárteles
mexicanos –y lo que ven como protección oficial a sus actividades ilícitas– es
más peligroso que Putin y su Ejército invasor.
Y en el segundo periodo de Biden en la Casa Blanca –de
darse–, no existirán los incentivos electorales para tolerar los agravios del
actual presidente de México.
En lugar de tender puentes y heredar una buena relación
con Estados Unidos, quitar presión a las críticas contra México, López Obrador
trabaja en sentido contrario. Un kamikaze cuya suerte poco debería importarnos,
salvo porque las consecuencias las pagará el país.
Se entromete abiertamente en la política interna de
Estados Unidos, y no con cabilderos o legisladores de origen hispano para
promover los intereses de México. Lo hace con insultos y amenazas.
López Obrador no refuta políticas del vecino del norte,
sino que agrede a instituciones, funcionarios, gobernadores y legisladores
estadounidenses en lo particular.
Ha llevado a un punto casi muerto la colaboración
antidrogas con Estados Unidos.
Lo dicen la administradora de la DEA, el subsecretario de
Estado para el hemisferio occidental, el director de la CIA, la directora de
Inteligencia de la Casa Blanca, el jefe del Comando Norte…
Todos ellos son parte de la administración demócrata. Y
si no ha habido respuesta de su parte, con acciones contundentes, es porque
existe contención ante la cercanía de las elecciones presidenciales en su país.
La contención de los demócratas, sin embargo, tiene fecha
de caducidad: noviembre del próximo año.
El Presidente de México no ha sido un aliado de Biden en
la presión internacional a Rusia por invadir a Ucrania.
A los inversionistas y productores estadounidenses se les
ponen obstáculos que violan el acuerdo trilateral de libre comercio.
Nuestro Presidente es el principal defensor mundial de un
hacker que entregó información secreta de Estados Unidos a Rusia (y aquí
denuesta y persigue a Guacamaya Leaks, que reveló excesos en el gobierno
mexicano).
Y el narco. Ahí está el punto más grave.
López Obrador se envolvió en la bandera y amenazó a
Estados Unidos porque sus agencias realizaron un operativo de inteligencia,
dentro y fuera de ese país, contra el Cártel del Pacífico.
¿Por qué el enojo, y no el agradecimiento de AMLO, pues
se revelan los jefes y fábricas de una droga que pronto será un problema de
salud pública en México?
Allá en Estados Unidos la lectura es que nuestro
Presidente defiende más al cártel del Chapo que la salud y la seguridad de los
mexicanos, y desde luego más que la buena relación entre socios y vecinos.
Con los republicanos la relación está rota, por más que
López Obrador defienda a Trump en los procesos judiciales que tiene en contra,
y son competencia exclusiva de los estadounidenses.
Eso es lo que recibirá el próximo presidente de México
como una de las peores herencias de López.
Y en el frente interno recibirá una sociedad dividida y
polarizada por su antecesor y propagandistas, lo que en nada ayuda a defender
con seriedad los intereses nacionales.
Le dejo este párrafo dicho por López Obrador la semana
pasada en Veracruz, a propósito del mal ambiente que ha creado con Estados
Unidos:
“Aquí también aprovecho para mandar el mensaje de que se
van a quedar con las ganas de vernos divididos. Ya desde hace bastante tiempo
hemos cerrado filas y sólo tenemos como propósito la protección de nuestro
pueblo, con convicciones, con mística. No nos vamos a dividir, estamos unidos y
estamos fuertes para enfrentar a las mafias del poder, tanto en México, como
las mafias del poder del extranjero, todos juntos. Esa es la prioridad, la
seguridad de nuestro pueblo”.
Lo anterior es mentira. Él se encargó de dividirnos con
una pesadilla del siglo antepasado.
Otra herencia envenenada de López.
https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/2023/04/27/la-relacion-con-eu-el-diluvio-que-viene/