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21/09/2023 | Opinión - ¿Qué es el poder y por qué importa?

Juan Pablo Ialorenzi

Estamos viviendo tiempos en los que, para algunos, el poder se convierte en un tema. Las imposiciones ideológicas se tornan insoportables y el poder se hace evidente. En Argentina estamos en tiempos electorales, pero la influencia del poder no se limita al marco nacional, ya que el globalismo y su agenda ideológica totalitaria no entienden de fronteras.

 

En el capítulo inicial de su obra El poder, Romano Guardini reflexiona acerca de lo que constituye la sustancia de este fenómeno. En sus primeras disquisiciones, comienza diferenciado dos conceptos: el “poder” es distinto de la “energía”. Al hombre antiguo, para quien el mundo se identificaba con la divinidad, podía parecerle que la naturaleza tuviera poder. Esto, porque se concebía que detrás de los fenómenos naturales actuaba una “iniciativa” por parte de los dioses. Con el cristianismo, el mundo se desmitifica y es posible reconocer en las fuerzas de la naturaleza, más bien, energía, pero no poder. Así, se arriba a una primera característica del poder: la iniciativa. Más adelante, se define al poder como “la capacidad de poner en movimiento la realidad”. Pero no es la iniciativa, por sí sola, capaz de transformarse en poder. Este fenómeno necesita, a su vez, de la idea, aunque esta tampoco es capaz de tornarse autónomamente en poder. La idea tiene una “objetividad absoluta”, pero no es capaz de obrar algo. La idea se hace poder cuando el hombre la encarna en su vida.

Entonces, para hablar de “poder” —asegura Guardini— es necesario, en primer lugar, advertir que esta es una realidad específicamente humana. El hombre, por su inteligencia y su voluntad, es quien asume los dos elementos del poder: “por una parte, las energías reales capaces de producir modificaciones en la realidad de las cosas, (…) pero además, una conciencia que las habite, una voluntad que proponga fines”. Por eso, luego Guardini arroja una nueva definición: el poder es una “energía de la que alguien es personalmente responsable”.

Un último factor esencial del poder es su universalidad. El poder puede generar en el hombre, por un lado, una conciencia de sí, de su fuerza y, por lo tanto, poseerse a sí mismo, o, por otro, orgullo y vanidad. Con esta actitud tomada, el hombre conoce y obra en el mundo. Es decir, su relación con la totalidad de las cosas está sometida al modo en el que el hombre las entiende. Allí reside su carácter universal.

PODER Y RESPONSABILIDAD

El sacerdote y filósofo alemán se detiene en clarificar esta cuestión: el poder no tiene un sentido a priori, sino que su fin es lo que lo dota de sentido. Es decir, el poder no es ni bueno ni malo per se, porque su valor depende de su dirección. El poder es bueno cuando plenifica lo que el hombre es, y moralmente malo cuando lo pervierte. El hombre es responsable de sus actos, por lo que la existencia del poder asume la existencia de la responsabilidad. No hay algo tal como un poder sin responsabilidad, dado que el poder es un hacer -o un dejar hacer-, y no obra de este modo sino alguien, una persona. Cuando la responsabilidad sobre este hacer se percibe como anónima, es cuando el poder se “naturaliza”. Dicho de otro modo, cuando el poder se percibe como propio de todos, se lo percibe, más bien, como propio de nadie. Y en ello radica uno de los peligros de esta realidad. Cuando el poder se desliga de la responsabilidad, y, por lo tanto, el obrar de sus resultados, es cuando se pervierte. Al caso sirve la siguiente cita: “En cuanto el acto deja de fundarse en una toma de conciencia personal, en cuanto el que obra deja de asumir su responsabilidad moral, se produce en él un vacío de naturaleza particular. No tiene ya el sentimiento de ser él quien obra, el sentimiento de que el acto comienza en él y que por esta razón deber responder del mismo. Parecería que deja de existir como sujeto y que el acto no hace sino pasar a través de él. Tiene el sentimiento de no ser más que un elemento dentro de un conjunto”.

Cuando esto sucede, se piensa que “en el fondo no es alguien quien obra, sino una indeterminación que no se puede asir en ninguna parte, que no se presenta ante nadie, no responde a ninguna pregunta, que no es responsable de lo que ocurre”. Por lo tanto, el resultado del poder se percibe como necesario e “inaprensible”, misterioso, y se hace objeto de “los sentimientos que el hombre debe experimentar con respecto al destino, o aun hacia Dios”. Así, desprovisto de todo orden moral, el poder humano termina por ponerse en el centro de la existencia.

CONCIENCIA SOBRE EL PODER

Hemos visto que el poder es idea y acción. La acción es fácil advertirla, pero, en cambio, la idea no siempre lo es. En todo momento y lugar las acciones humanas son guiadas por un modo de comprender el mundo, por lo tanto, si esta cosmovisión no se hace consciente, las propias acciones responderán a las ideas de otro. Así, es posible caer en el sometimiento de los muchos por parte de los pocos.

Para Ulrich Beck, “donde nadie habla de poder, está incuestionablemente ahí, con seguridad y al mismo tiempo con grandeza en su incuestionabilidad. Cuando el poder se convierte en tema es cuando comienza su desintegración”. Para cuestionar el poder que se nos impone es necesario asumir la importancia de las ideas.

 

https://www.laprensa.com.ar/Que-es-el-poder-y-por-que-importa-535128.note.aspx

 

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La Prensa (AR) (Argentina)

 



 
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