La suspensión de las dos misiones de la UE en Níger, anunciada a principios de diciembre, supone el fin de prácticamente todas las misiones de cooperación militar o de entrenamiento europeas en la zona, considerado "la frontera sur".
En 1958, Modibo Keita tenía una idea clara: para cortar
de raíz con la Francia colonial tenían que unirse. Inicialmente consiguió
convencer a Senegal, Dahomey (Benín) y Alto Volta (Burkina Faso) para crear la
Federación de Mali, cuyo nombre evocaba el prestigioso Imperio de Mali alzado
en el siglo XV. Pero su sueño duró poco. Los dos últimos se dieron de baja de
la Federación de Mali antes de formarla y las diferencias con Léopold Sédar
Senghor en Senegal hizo que el proyecto no durara más de un año.
Sesenta y cinco años después, tres líderes golpistas, el
maliense Assimi Goïta, el burkinés Ibrahim Traoré y el nigerino Abdourahamane
Tchiani abrazan un mismo objetivo: unirse contra Francia. Bajo la bandera
panafricanista y antiimperialista de sus predecesores, los líderes de las
juntas militares de Mali, Burkina Faso y Níger (todas nacidas de golpes de
estado recientes) han acordado en Bamako crear una confederación de los tres
países “guiados por la ambición de lograr en última instancia una federación”.
Tras décadas cargadas de golpes de Estado, las instituciones africanas
apostaron —aun con sus limitaciones— por no reconocer los gobiernos nacidos de
ellas, aislándolos regionalmente. Pero eso no ha detenido a Mali, Burkina Faso
o Níger para crear su propio escenario. Esta vez le han llamado Alianza de
Estados del Sahel, por no ponerle el nombre de uno de los países soberanos,
pero el objetivo es el mismo que la Federación de Mali.
La historia se repite sesenta años después con los mismos
patrones: el odio a Francia (y ahora, con el resto de la Unión Europea como
afectada colateralmente) hace que líderes militares acerquen posturas en nombre
de la unidad africana con otro actor relevante, Rusia, que se ha posicionado
como el socio preferencial de las juntas militares. Dos días antes de reunirse
con Bamako, Tchiani recibió en Niamey al viceministro de defensa ruso,
Yunus-Bek Yevkurov, y la junta de Níger acabó declarando por rotos los acuerdos
de seguridad con la Unión Europea y ha buscado “aumentar la cooperación” con
Rusia, siguiendo los pasos de sus colegas golpistas en Mali y Burkina Faso.
La suspensión de las dos misiones de la UE en Níger,
anunciada a principios de diciembre, supone el fin de prácticamente todas las
misiones de cooperación militar o de entrenamiento europeas en la zona, de
vital importancia para el continente y considerado "la frontera sur".
Este mismo 22 de diciembre, las últimas tropas francesas abandonaban el país.
Un 'club' alternativo, apto para golpistas
Tras el golpe de Estado en Níger del 26 de julio, la
Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) no solo le
suspendió la membresía e impuso sanciones económicas como ya había hecho con
Mali y Burkina Faso, sino que amenazó con intervenir con fuerzas regionales si
no restablecían al presidente electo, Mohamed Bazoum. La junta nigerina llegó a
poner tropas en la frontera con Benín y Nigeria, a la espera de incluso una
invasión, pero el ultimátum finalmente quedó en nada.
Sin embargo, la Alianza de los golpistas, en la que las
juntas militares acordaron defenderse en caso de invasión externa, ha ido dando
pasos más allá de la seguridad. Las sanciones de la CEDEAO, en ese espíritu de
limitar lo posible la legitimación de los golpes de estado a través del reconocimiento de los gobiernos militares nacidos
de ellos, han empezado a ahogar a las juntas militares. En Níger, el bloqueo ha reducido
en un 40% el presupuesto del gobierno y ahora los países buscan escapar del control regional con su propio
sistema financiero. A finales de noviembre, sus ministros de economía crear un
fondo de estabilización, un banco de inversión y un comité para evaluar crear
una unión económica y monetaria.
El acuerdo de diciembre para crear una confederación
amplía el espectro de una alianza de seguridad y económica a una política que
busca rivalizar directamente con la CEDEAO y cortar lazos con Occidente. El
objetivo final es tener independencia
El fin del G5 Sahel
En el nombre de una África unida e independiente, los
líderes golpistas han acabado precisamente con la única organización puramente
africana que unía a los países del Sahel contra el terrorismo yihadista. Al
reunirse en diciembre, Burkina Faso y Níger anunciaron que, al igual que Mali,
abandonaban el G5 Sahel, el acuerdo de cooperación en defensa y
contrainsurgencia yihadista creado en 2014 por esos tres países más Chad y
Mauritania. Estos dos, al verse solos, han decidido disolver una organización
tocada de muerte. El G5 Sahel era no sólo una interesante iniciativa regional
de seguridad, sino uno de los pocos interlocutores militares con los países
europeos y la propia UE a la hora de plantear operaciones (o de formación) en
el Sahel.
La nueva Alianza de Estados para el Sahel lo que ha hecho
es dividir la cooperación en la lucha antiyihadista entre aquellos que se
oponen y los que son aliados de Francia. El G5 Sahel contaba con el apoyo de la
Unión Europea, que desde su fundación la había financiado con hasta 8.000
millones de euros y con misiones de entrenamiento y capacitación a los
Ejércitos locales como EUCAP Níger y Mali y EUTM Mali.
A la financiación se sumaban el apoyo de Francia con
personal en la Operación Barkhane antiterrorista que apoyaban a los militares
locales, así como el envío de soldados alemanes a Gao, norte de Mali, con la
Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en
Mali (MINUSMA).
La cooperación africana en el G5 Sahel era la primera
iniciativa antiyihadista conjunta, pero la falta de resultados y el apoyo
occidental han acabado por fragmentarla. El terrorismo no ha parado de aumentar
y el Sahel ya constituye el 43% de las muertes por terrorismo del mundo, con
Burkina Faso (2º), Mali (4º) y Níger (10º) entre los diez países con mayor
puntuación en el Índice de Terrorismo Global.
Esa ineficaz respuesta es la que propulsó la creciente
inestabilidad y ha allanado el camino para los golpes de Estado en el Sahel.
Bajo la legitimación de restaurar la seguridad, además de los shocks económicos
y geopolíticos del coronavirus o la guerra de Ucrania, los líderes golpistas de
Mali, Burkina Faso y Níger han buscado un cambio de rumbo.
Sin embargo, no hay motivos para pensar que cambiar el G5
Sahel a la Alianza de Estados del Sahel, pasando de cinco a tres países
africanos y del apoyo europeo al ruso, sea efectivo en la lucha antiyihadista.
En su tiempo en el poder, las actuales juntas militares
no han podido reducir el terrorismo. El caso de Mali es el más representativo.
Goita llegó al poder en junio de 2021 tras dar un segundo golpe de Estado como
vicepresidente contra su jefe, Ba N’Daou, que ya había dado uno en septiembre
del año anterior. Desde su llegada, Mali no ha hecho más que aumentar las
muertes y las críticas internacionales por los abusos militares contra la
población del norte del país en nombre de la lucha antiyihadista.
En 2022, las muertes por terrorismo yihadista aumentaron
un 56% en Mali hasta las 944. Entre el 27 y 31 de marzo de ese año, el Ejército
de Mali junto con las fuerzas paramilitares rusas del Grupo Wagner asesinaron a
al menos 500 civiles y violaron a 57 mujeres por tener “apariencia yihadista”
en Moura, un pueblo del cinturón central de Mali donde suele haber yihadistas
de Katiba Macina, afiliado a Al Qaeda.
***David Soler. Nairobi
https://www.elconfidencial.com/mundo/2023-12-26/el-club-de-los-golpistas-adios-al-g5-sahel-y-la-ultima-oportunidad-de-influencia-militar-de-la-ue-en-la-zona_3801166/