Este es un artículo de opinión de Philippe Benoit, director gerente de Global Infrastructure Advisory Services 2050 (Servicios de Asesoría sobre Infraestructura Global 2050).
WASHINGTON – La inteligencia artificial (IA) ofrece un
asombroso potencial de avance en diversos campos, desde la medicina a la
agricultura, pasando por la industria y el negocio del entretenimiento, aunque
genera importantes preocupaciones. La IA también puede mejorar la eficiencia de
la producción y el uso de la energía de forma que se reduzcan las emisiones de
gases de efecto invernadero.
Pero la IA requiere mucha capacidad computacional,
alimentada por electricidad, que a su vez puede generar emisiones adicionales.
Por desgracia, según los modelos climáticos de la Agencia
Internacional de la Energía (AIE) y otros organismos, no hay espacio para una
nueva fuente adicional de emisiones energéticas. Por consiguiente, la IA debe
tener emisiones netas cero para mantener nuestros objetivos climáticos.
La IA puede reducir las emisiones en multitud de
actividades y sectores. Por ejemplo, la IA puede ayudar a reducir las emisiones
de la industria manufacturera, los sistemas alimentarios y el transporte por
carretera, al tiempo que aumenta la producción de electricidad con cero
emisiones de carbono a partir de parques solares y eólicos.
Pero informes recientes apuntan a una demanda creciente,
sobre todo en Estados Unidos, de más producción de electricidad, impulsada en
parte por las necesidades informáticas de la IA. Esto conlleva un aumento de
las emisiones.
Además, como Nvidia (la mayor corporación mundial en
computación de inteligencia artificial) ha anunciado su nuevo y más potente
chip de rendimiento de IA, es probable que la creciente demanda de IA y la
electricidad que necesita aumenten aún más.
Y esto ocurrirá no solo en Estados Unidos, sino en todo
el mundo, como refleja el plan de Arabia Saudí de invertir 40 000 millones de
dólares en IA.
Aunque es posible que la IA aumente la eficiencia,
podemos anticipar un incremento neto de la demanda de electricidad, sobre todo
a medida que la industria del entretenimiento y otras desarrollen usos nuevos y
creativos para la IA.
Este aumento impulsado por la IA comenzará probablemente
en los próximos años, mucho antes de que la red eléctrica haya tenido tiempo de
pasar del actual sistema basado en combustibles fósiles a otro de bajas
emisiones dominado por las energías renovables.
En consecuencia, cabe esperar más emisiones del sector
eléctrico a corto plazo. A largo plazo, también se reducirá el presupuesto de
carbono disponible, es decir, la cantidad de emisiones futuras que se pueden
acomodar a los objetivos de temperatura acordados internacionalmente.
El escenario climático de Cero Emisiones Netas para 2050
de la AIE y otros escenarios climáticos similares se basan en el equilibrio
entre las emisiones de dióxido de carbono del sector energético y las
absorciones de dióxido de carbono.
El despliegue de energías renovables, la eficiencia
energética, el cambio de combustible y otras tecnologías bajas en carbono son
claves para reducir las emisiones a un nivel que pueda equilibrarse mediante la
absorción.
Sin embargo, la IA no gestionada puede obstaculizar este
esfuerzo, ya que su sed de electricidad se traduce en una nueva fuente
potencial de emisiones que hay que eliminar.
La IA debe «pagarse a sí misma» en relación con el clima
con cero emisiones netas y, preferiblemente, incluso con emisiones netas
negativas.
¿Cómo podemos conseguirlo?
En primer lugar, debe haber un esfuerzo concertado para
alimentar los centros de datos y otras infraestructuras relacionadas con la IA
a través de energías renovables de manera que no canibalicen los proyectos de
generación de electricidad de bajas emisiones para los hogares y otros
consumidores.
Los gobiernos y el sector privado, incluidos los usuarios
de centros de datos locales o remotos y el capital privado, deben trabajar
juntos para aumentar la inversión en energías renovables y acelerar su
despliegue.
Una segunda herramienta posible es añadir un recargo por
alta carga computacional a los usuarios de IA y posiblemente a otras grandes
actividades informáticas, como la minería de criptomonedas, para ayudar a
financiar inversiones adicionales en energías renovables.
En tercer lugar, el impacto de la IA en el clima debería
añadirse a los debates sobre la gestión de posibles efectos negativos, como el
potencial de la IA para la desinformación y las perturbaciones en los mercados
de trabajo.
Por ejemplo, las Naciones Unidas aprobaron recientemente
una resolución liderada por Estados Unidos para hacer que la IA sea «segura y
fiable».
En cuarto lugar, y potencialmente más eficaz, la IA debe
volverse contra sí misma para encontrar mecanismos que produzcan cero emisiones
netas e incluso posibiliten emisiones netas negativas.
Esto debería incluir el desarrollo de medidas innovadoras
de reducción de emisiones, así como más formas de aumentar la producción de
electricidad con cero emisiones de carbono, centrándose en soluciones
factibles.
También se necesitan mejores metodologías para medir
tanto el aumento como el ahorro de emisiones que genera la IA. Este cuarto polo
debería implicar una combinación de acciones lideradas por el sector privado,
iniciativas intergubernamentales y esfuerzos de investigación público-privados.
A medida que la IA y la necesidad de producir más
electricidad despeguen y posiblemente se aceleren incluso más allá de las
previsiones actuales, es importante gestionar los aumentos potencialmente
significativos de las emisiones de gases de efecto invernadero que socavarían
nuestros objetivos climáticos.
Los gobiernos, las empresas y otros agentes deberían
integrar la necesidad de emisiones netas nulas de IA en sus debates sobre el
impacto de la IA.
***Philippe Benoit es director gerente de la plataforma
Global Infrastructure Analytics y Sustainability 2050 (Análisis de
infraestructura global y sostenibilidad 2050). Anteriormente ocupó cargos
directivos en el Banco Mundial y la Agencia Internacional de la Energía.
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