| 04/12/2006 | El problema con la diversidad
Andy Robinson
"The Trouble with diversity" -el problema con la diversidad- (Metropolitan books, 2006), de Walter Benn Michaels, es una critica demoledora contra la política de identidades, la obsesión de las luchas políticas de los 40 últimos años por cuestiones de identidad sexual y étnica en lugar de clase económica.
Michaels, catedrático de la Universidad de Illinois, contrasta los numerosos avances en la lucha contra el racismo, el sexismo, la homofobia etc. en Estados Unidos con la desastrosa situación económica de gran parte de la clase media y obrera.
Mientras uno de cada 800 hogares en Nueva York registra ingresos anuales superiores a 2 millones de dólares, 60 millones de estadounidenses –incluyendo a niños- perciben una renta media menor de siete dólares al día, según informaba el New York Times el pasado martes (04 Income in U.S. Was Below 2000 Level).
No me atrevería a supeditar la cultura a la economía como hace Michaels. Pero después de leer "The Trouble with diversity", resultaba difícil no pensar en un balance similar después de treinta años de luchas por los derechos de las identidades nacionales en España.
Michaels trata de explicar por qué "la constante celebración de la diversidad en la vida americana se ha convertido en una forma de aceptar la pobreza y la desigualdad". Paradójicamente, el respeto a la diferencia, dice, es "una herramienta poderosa para los gerentes empresariales". Toda multinacional que entiende su negocio busca la diversidad y el respeto por las minorías.
Por eso, mientras crece el respeto a la diversidad, los ingresos anuales del 60% de los estadounidenses han caído el 5% desde 1979, segun el Times. En cambio, los ingresos netos del uno por ciento de contribuyentes más ricos se han multiplicado pro cuatro.
Por supuesto, los super ricos son blancos casi siempre y los más puteados económicamente son negros e hispanos. Pero como dice Michaels, el respeto a los derechos de los afroamericanos de tener su propia identidad, expresar sus diferencias culturales y sus hechos diferenciales, no ha resuelto ni mucho menos la cuestión de la desigualad económica, si no, en alguna medida, puede haberla facilitado. "Con el compromiso con la diversidad lo que se busca no es una sociedad en la que no haya pobres sino una sociedad en la que los pobres –al igual que los negros, judíos y asiáticos- merecen nuestro respeto".
Empresas, administraciones políticas, hasta la cúpula del Partido Republicano, con alguna excepción, insisten en la importancia de la diversidad. Las ciudades modernas exigen una cuota elevada de minorías étnicas y gais para demostrar que cuentan con las necesarias clases creativas (Véase Richard Florida). Se invierte dinero e imaginación en programas para asegurar la diversidad en las universidades. Los llamados "hate crimes" (delitos de odio) se persiguen en defensa de minorías de toda clase. Pero esta hipersensibilidad a los derechos de minorías en los últimos 30 años ha coincido con una constante perdida de la posición económica de los que menos tienen.
Esta preferencia por defender el derecho de ser lo eres culturalmente por encima de tu bienestar material tiene su reductio ad absurdum en los sordomudos defensores de Deaf Culture que se muestran reticentes ante las ultimas tecnologiias medicas como implantes cocleares –artilugios auditivos insertados en el oído- porque amenazan con hacer redundante la lengua de señas y la identidad cultural de los sordomudos.
Pasa lo mismo con el indigenismo latinoamericano, añade. "Cuando planteamos la globalización como una cuestión cultural tratamos de resolver un problema real (la desigualad económica) dirigiéndonos a un problema falso (identidad cultural)", sostiene.
"Si queremos luchar contra la globalización deberíamos pasar menos tiempo preocupándonos por la desaparición de idiomas y más tiempo preocupándonos por la desaparición de una alternativa creíble al capitalismo descontrolado". Por que "la desaparición de idiomas es un crimen sin víctimas; la desaparición de puestos de trabajo no lo es".
La Vanguardia (España)
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