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06/03/2005 | La palabra terrorista

José María Tortosa

El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.

Gabriel García Márquez, Cien años de soledad

 

Terror. m. Miedo, espanto, pavor de un mal que amenaza o de un peligro que se teme.
Terrorismo. m. Dominación por el terror ║ 2. Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror.
Terrorista. com. Persona partidaria del terrorismo ║ 2. adj. Que practica actos de terrorismo ║...║4. Dícese del gobierno, partido etc., que practica el terrorismo.

Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española

Terrorista, según fija el Diccionario de la Real Academia, es un sustantivo (el que lo practica o el que es partidario del mismo) y un adjetivo (como en "ataque terrorista", "banda terrorista" o "gobierno terrorista"). Terrorismo, por su parte, puede ser un estado, una situación, una estructura en la que se practica esa dominación por el terror y puede ser un proceso, es decir, una sucesión de actos en los que se observa la intención de infundir miedo ante un mal o peligro que se teme.

Como con toda palabra, conviene distinguir su significado (denotación) de la connotación que adquiere al situarla en un contexto y de su utilización política en la que el contexto tiene prioridad y se eliminan algunos elementos de su contenido. Como se verá a continuación, la palabra terrorista incluye realidades muy heterogéneas, no tiene una definición en la que todo el mundo esté de acuerdo y es usada por los gobiernos en general y en particular por el de los Estados Unidos y sus satélites de forma algo peculiar aunque no original. A diferencia de la palabra fascista, totalmente devaluada por polisémica, la palabra terrorista, igualmente polisémica, sobrevive sobre todo por el uso que de ella hacen los políticos y los medios que simplifican las cosas aplicándola a realidades muy heterogéneas mientras, tal vez, aparecen nuevas realidades, relativamente recientes, a las que convendría no denotar con la misma palabra.

EXTENSIÓN

Los grupos a los que se les aplica el calificativo de terrorista son muy variados pero no siempre hay unanimidad al hacerlo. Se dice que los Zelotas y los Sicarios judíos practicaron el terrorismo contra los romanos y contra los que consideraban colaboracionistas en el primer siglo de la era cristiana[1]. Los Asesinos -chiítas- lo hicieron en el siglo XI[2], igualmente avant la lettre. De hecho, la palabra terrorista no aparece hasta el siglo XVIII. Robespierre alabó el terror como medio de animar a la virtud revolucionaria y dio paso al Reino del Terror (1793-1794) durante la Revolución Francesa, momento en que surge la palabra terrorismo por primera vez (terrorisme, bajo el terror) y se aplica a lo que después se llamará terrorismo de Estado.

El terrorismo fue ampliamente utilizado durante el siglo XIX como medio, pensaban sus practicantes, de promover el cambio social y político revolucionario. Partiendo de las ideas de Carlo Pisacane sobre la "propaganda de los hechos", diversos grupos pensaron que el acto terrorista era una excelente forma de llevar un mensaje determinado a las masas. Entre los primeros en ponerlas en práctica estuvieron los miembros del grupo populista ruso Narodnaya Volya creado en oposición a los zares en 1878[3]. Se trataría de un terrorismo dirigido contra el Estado.

De alguna forma, el corto siglo XX comienza con el atentado terrorista de Sarajevo contra el archiduque Franz Ferdinand en 1914, pero es también la etapa en la que el terrorismo es practicado con notable frecuencia por los Estados mismos uniéndose a las tradicionales prácticas de grupos subestatales. Los ejemplos son numerosos: en Serbia, en la Alemania y la Italia fascistas, en la II Guerra Mundial, bajo el estalinismo o en las dictaduras del Cono Sur latinoamericano se siguieron las huellas del Terror promovido por Robespierre, es decir, el terrorismo de Estado, sin que por ello desaparecieran los casos de terrorismo subestatal. Pero se discute si la palabra terrorista se puede aplicar realmente a los actos promovidos por el Estado o alguna de sus instituciones (gobierno, policía, ejército), tanto en sus actuaciones hacia el interior como en su proyección internacional[4], que encajen en la definición del DRAE que, por cierto, da por supuesto que sí se puede: el "gobierno que practica el terrorismo" está haciendo, por definición, terrorismo de Estado.

Algunos ejemplos, en cambio, parecen no provocar discusión: Ku Klux Klan, Mau-Mau, Brigate Rosse, Baader-Meinhof, Michigan Militia, Aryan Nation, Sendero Luminoso, ETA, Hamás, Hezbollah, Aum Shinrikyo[5]. Sin embargo, no es frecuente que los integrantes de tales grupos acepten para sí el calificativo de terrorista y preferirán el de insurgente, rebelde, revolucionario, resistente, elegido, luchador (por la libertad, o la independencia, o el proletariado) o, simplemente, el de contendiente (gudari) en una larga guerra asimétrica contra el respectivo Gobierno.

En la actualidad otros grupos son todavía más problemáticos y no todo el mundo estaría de acuerdo en clasificarlos como terroristas. Se trata de los que asesinan personas para evitar que se cacen zorros o defienden, en general, los derechos de los animales o el medioambiente a través de la violencia[6] o asesinan médicos para evitar que practiquen abortos. Se trata de lo que algunos llaman "terrorismos monotemáticos" (single issue terrorism)[7] que se originan tanto en ambientes de la izquierda convencional como de la derecha igualmente convencional y que no pueden ser clasificados por su relación con el Estado. Un ejemplo puede ser Animal Liberation Front. En el caso del aborto, si bien minoritarios y escasos, los hechos son conocidos: la primera bomba con resultados fatales fue en Birmingham, Alabama, en 1998, y se tiene constancia por lo menos de cinco asesinatos relacionados con el tema y, desde 1996, de más de medio centenar de incidentes de vandalismo contra clínicas que practican el aborto en los Estados Unidos[8]. Al igual que los grupos de ecologismo extremo como Earth First!, se trata de grupos con bajo nivel de actividad pero no por ello menos peligrosos.

En España, no hay unanimidad sobre la palabra terrorista aplicada a las amenazas sistemáticas por parte de ETA contra personas hasta hacer necesario el recurso continuo a la protección de guardaespaldas (violencia de persecución, en la terminología de Gesto por la Paz, pero terrorismo de persecución en terminología de otros). Tampoco la hay sobre la "kale borroka", violencia callejera, que otros quieren que se llame "terrorismo urbano". Es obvio que el tratamiento mediático e incluso penal de un caso y otro no es el mismo si se utiliza la palabra terrorista, aunque el hecho de utilizarla no añade información sobre el funcionamiento material del mismo y sí, probablemente, confusión, al mezclar elementos heterogéneos como si fuesen homogéneos.

Al decir de autores poco sospechosos, en la actualidad se sigue practicando el terrorismo por parte de algún Estado, tanto en el sentido de dominación por el terror como en el sentido de sucesión de actos terroristas para amedrentar a una población. El caso más saliente es el del Estado de Israel, por lo menos al decir del Recep Tayyip Erdogan, Primer Ministro turco, en opiniones recogidas por la prensa publicada en Israel[9]. Es, de todas formas, un terrorismo que aparece sólo tangencialmente, en el caso de que aparezca, en las discusiones sobre terrorismo contemporáneas como se puede observar en alguna de las listas que se proporcionan en el apéndice. De hecho, para muchos el único terrorismo digno de tal palabra es el practicado contra un Estado. En cambio, la tortura, los "desaparecidos", los "detenidos fantasma" de Abu Ghraib y, en el caso español, los GAL no son propiamente actividades terroristas. Es, de todas formas, habitual esta propensión a analizar los problemas desde la perspectiva del poder del Estado como si fuese la única posible. Si es cierto que en el Estado reside "el monopolio de la violencia legítima", es comprensible. Pero si lo que se quiere es entender un problema, no es aconsejable.

Confirmando lo dicho con algunos ejemplos, tómese, entre las páginas que se citan al final y cuya selección ya es problemática, la página del Centre de noticies per a la difusió de les Ciències Criminològiques[10]. Entre los grupos terroristas aparece el Ejército Zapatista de Liberación Nacional mexicano que otros clasificarían como guerrilleros, pero no como terroristas. Los "ataques selectivos del ejército Israelí" y la "acción militar contra Bagdad (Iraq)", se clasifican como los dos casos de "ataques preventivos contra países terroristas", que, para otros, no es la clasificación más apropiada[11]. Los "G.A.L." aparecen como "contraterrorismo" y no, como otros pretenderían, como "terrorismo de Estado". Finalmente, entre los grupos terroristas aparecen los "grupos antiglobalización" de los que se enumeran "atentados bomba de los grupos antiglobalización". Los "grupos anticastristas", bajo el epígrafe de "grupos contrarrevolucionarios", serían aceptados como terroristas por el gobierno de Castro, pero no por el exilio cubano[12].

Hay pues dificultades a la hora de incluir o no un determinado caso entre aquellos a los que puede aplicarse la palabra terrorista. Pero no sólo tiene problemas para saber qué casos incluye sino también para concluir qué significa exactamente.

COMPRENSIÓN

Los elementos que componen la definición de la palabra terrorismo no son siempre los mismos. Véase este rápido recorrido cronológico por definiciones de diversa orientación y origen.

Para empezar, la de Luigi Bonanate en el Diccionario de política, dirigido por Norberto Bobbio, y publicado originalmente en 1975:

“Aunque corrientemente por terrorismo se entiende la práctica política del que recurre sistemáticamente a la violencia contra las personas o las cosas provocando el terror, la distinción entre este último y el terrorismo, representa precisamente el punto de partida para el análisis de un fenómeno que a través de los siglos ha visto aumentar su peso político. Por "terror" se entiende, en efecto, un tipo particular de régimen, o mejor dicho el instrumento de emergencia al que recurre un gobierno para mantenerse en el poder [...] El recurso al terror por parte del que ya detenta el poder dentro del estado no pude, por ejemplo, formar parte de las formas de terrorismo político, el cual en cambio se califica precisamente como el instrumento al que recurren determinados grupos para derroca r un gobierno acusado de sostenerse por medio del terror.”

Como se ve, el terrorismo practicado por el Estado produce, de alguna manera, el practicado por entidades subestatales.

El Hutchinson Dictionary of Ideas (1995) definía terrorismo como:

“Violencia con objetivos políticos por parte, frecuentemente, de pequeños grupos que practican la guerrilla. Los grupos terroristas pueden estar motivados por una gran variedad de diferentes ideologías que incluyen la religión y el nacionalismo. A menudo éstas se combinan (...). Ya que los terroristas, por su propia naturaleza, ignoran los principios humanitarios y las convenciones sociales normales, los gobiernos legítimos están siempre en desventaja en sus intentos por combatirles. Por eso a veces usan métodos (...) ‘para ganar a los terroristas en su propio juego’”

Es una posición opuesta a la anterior: aquí los gobiernos legítimos pueden, ante ataques inhumanos y fuera de toda convención, recurrir a los mismos métodos que los terroristas para conseguir una victoria a la que tienen derecho.

Eduardo Haro Teglen en su Diccionario Político (1995) se sitúa en una vía media añadiendo el elemento comunicativo que ya aparecía en las definiciones de la Real Academia de la Lengua:

“Creación de un clima de pánico por una situación de violencia en la que todos pueden ser víctimas, aun aquellos que participan de las ideas políticas generales de los terroristas (...) Si en el atentado las víctimas están designadas y elegidas en función de su importancia o de su poder, en el terrorismo son colectivas (...) Las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, los bombardeos de fósforo en Hamburgo o de explosivos en Dresde, las V-2 alemanas sobre Londres, todo ello en la segunda guerra mundial, son actos de terrorismo, puesto que se dirigen a destruir, como único objetivo, la moral de las poblaciones (...) El terrorismo que se dirige contra las cosas y no contra las personas, aun con evidente riesgo de hacer víctimas, es considerado principalmente como sabotaje (...) En cualquier caso, el terrorismo es un lenguaje que sustituye al natural cuando éste ha perdido ya todo sentido; como todo lenguaje, pretende actuar o convencer, por vía indirecta (...).”

Iain McLean (Oxford Concise Dictionary of Politics, 1996) adopta una posición algo más escéptica al tiempo que hace notar que nos encontramos ante una palabra con evidentes connotaciones peyorativas:

“No hay acuerdo sobre la definición del término entre los analistas gubernamentales o académicos, pero casi de manera invariable se usa en un sentido peyorativo frecuentemente para describir acciones que amenazan la vida llevadas a cabo por grupos sub-estatales autoorganizados con motivaciones políticas. Pero si tales acciones se llevan a cabo en aras de una causa ampliamente aprobada (...) entonces se evita el término 'terrorismo' y se lo sustituye por algo más suave. En breve, el terrorista de una persona es el luchador por la libertad de otra. El terrorismo, como término peyorativo, se aplica a veces, sin embargo, a las actuaciones de los gobiernos más que a las de los actores sub-estatales (...) El término 'terrorismo patrocinado por el Estado' se usa a veces para describir la conducta de varios gobiernos que organizan directamente o ayudan indirectamente a los que llevan a cabo actos violentos en otros Estados.”

Finalmente, en este breve recorrido por las definiciones, Fernando Reinares (Diccionario de Sociología, 1998) hace las siguientes consideraciones:

“El terrorismo es un tipo de violencia cuyos efectos psíquicos, tales como reacciones emocionales de ansiedad o amedrentamiento entre quienes pertenecen a una población determinada, resultan notoriamente desproporcionados con respecto a las consecuencias materiales, de daño físico a personas o cosas, que provoca. Para que dicha violencia adquiera semejante impacto, además de resultar sistemática e impredecible, destaca por ir dirigida principalmente contra blancos seleccionados en atención a su relevancia simbólica. Blancos cuyo menoscabo los convierta en medio a través del cual canalizar los mensajes y las amenazas que convierten al terrorismo en un mecanismo de comunicación y de control social. Así concebido, el terrorismo puede ser llevado a cabo por actores muy diversos y es posible practicarlo con propósitos bien dispares.”

Algunas de las definiciones parten de la constatación de la dificultad que tiene el empeño de definir la palabra terrorista y la de la multitud de respuestas que se consiguen en el mismo. Otras podrían aplicarse, literalmente, a fenómenos que nadie calificaría como terroristas, como sería la violencia de un hijo psicópata contra su propia familia[13]. Hay, de todas formas, algunos elementos en común que vienen a coincidir con lo ya constatado por Schmidt y Youngman en 1988 al buscar los componentes comunes de las 109 diferentes definiciones que ellos analizaron[14]. Los componentes no han cambiado mucho: en el 83 por ciento de las definiciones aparecía la violencia o la fuerza; en el 65 lo político; en el 51 por ciento el miedo o el énfasis en el terror; en el 47 las amenazas, en el 41 los efectos psicológicos y las reacciones anticipadas; la discrepancia entre los grupos a los que va dirigido y las víctimas aparecía en el 37 por ciento de los casos; la acción intencional, planificada, sistemática y organizada en el 32; y las referencias a métodos de combate, estrategia y táctica en el 30 por ciento de los casos.

La palabra terrorista, entonces, podría referirse a la violencia entre bandos, con propósitos (fines, objetivos) variados, pero siempre con intencionalidad política, que van desde amedrentar al adversario, inmovilizarlo, conseguir que desista en su empeño hasta producir un esquema acción-reacción que agudice la contradicción entre los bandos llevando a la ruptura sea por rendición y cese de las hostilidades, sea por toma de conciencia revolucionaria y aumento de la violencia. De manera sintética se expresaba Joseph S. Nye en diversos periódicos[15]:

"El terrorismo no es algo nuevo ni es un enemigo único. Es un viejo método de lucha que a menudo se define como el ataque deliberado en contra de inocentes con el fin de sembrar el miedo.”

Lo que puede haber de nuevo, dice, reside en la existencia de "instrumentos de destrucción masiva" y en los "cambios en la motivación y la organización". Dicho autor reacciona contra "algunos escépticos [que] sostienen que una persona que para unos es un terrorista, para otros es un libertador, y que, por lo tanto, considerar a la supresión del terrorismo como asunto de bien común global es simplemente una hipocresía por parte de los poderosos que tratan de desarmar a los débiles". Algo debe de haber de eso, y se volverá al tema, cuando se considera cómo la presidenta saliente de Panamá, Mireya Moscoso, aprovechó los últimos días de su mandato en agosto de 2004 para indultar a Luis Posada Carriles, considerado por algunos uno de los más peligrosos terroristas occidentales, y a tres de sus cómplices, al parecer siguiendo presiones estadounidenses[16].

En el libro de Schmidt y Youngman también se avanzaban los elementos de la definición que permanecen sin solución, a saber:

Dónde está la frontera entre terrorismo y otras formas de violencia política[17].

Hasta qué punto el terrorismo de Estado y el terrorismo de resistencia forman parte del mismo fenómeno.

Dónde reside la diferencia del terrorismo por un lado y, por otro, los simples actos criminales, la guerra abierta entre grupos que se la han declarado mutuamente y los actos que claramente se originan en perturbaciones mentales (sicopáticas).

Si el terrorismo es una subcategoría de la coerción.

Si hay casos en los que el terrorismo puede ser legítimo[18] y, en tal caso, qué ganancias o beneficios justificarían su utilización.

Qué relación hay entre terrorismo y guerra de guerrillas[19].

Qué relación hay entre crimen y terrorismo.

De todas formas, estas definiciones "esencialistas" (qué es realmente el terrorismo), si bien pueden permitir una decente carrera académica, no ayudan mucho para entender qué es lo que sucede en el mundo de las "existencias" que, excepto para los platónicos, es el mundo real, no el de las ideas puras. No sirve para mucho, como también sucedió con globalización, encontrar la definición de lo que la cosa es realmente si con eso perdemos de vista el carácter acomodaticio que tienen las definiciones en función de los intereses de quien las hace. Situar la palabra en su contexto histórico y, en ambos casos[20], geopolítico ayuda mejor a comprender qué está sucediendo realmente. Intentar entender no es justificar, ni, mucho menos, ayudar al terrorismo[21]. Pero evitar entender es una buena manera de hacer perdurar el problema. Por eso no es mala idea alinearse con los escépticos de los que habla Nye.

Lo dicho no excluye la importancia de las definiciones de terrorismo. El terrorismo no es sólo una cuestión académica sino, sobre todo, una cuestión operativa y para eso los poderes públicos necesitan algo más que señalar con el dedo: necesitan una definición y acuerdos sobre la misma. En efecto, al tratarse de un fenómeno cada vez más internacional, los gobiernos precisan algún acuerdo internacional mínimo sobre su definición para adoptar políticas comunes por parte de los Estados. Por otro lado, si no hay una definición sobre qué es terrorismo, difícilmente se puede echar en cara a los Estados que lo apoyen o lo practiquen o raramente se pueden pedir extradiciones de "terroristas"[22]. Pero para conseguir esas definiciones operativas, el unilateralismo estadounidense ("es terrorismo lo que yo defino como tal y son terroristas los que yo coloco en una lista ad hoc") no resuelve el problema y, en buena parte, lo agrava al practicar el "pensar localmente y actuar globalmente"[23]... sin pensar en los demás. Ésa es la razón, y no la del "antiamericanismo", para intentar entender a los Estados Unidos: son suficientemente importantes para y en el asunto como para dejarlos de lado. De hecho, se dice, han venido siendo los responsables principales de que Naciones Unidas no disponga de una definición operativa al respecto[24].

USO

Puede resultar interesante, en este contexto, ver cómo han ido evolucionando las definiciones "oficiales" de la palabra terrorismo en los Estados Unidos y esto no sólo por las implicaciones que tiene para la acción de dicho país sino también por la influencia que ha tenido en los que han ido adoptando, de manera más o menos sumisa, esas definiciones oficiales y haciéndolas propias como si fuesen definiciones "esencialistas".

Dos cosas parecen claras y que hacen desconfiar de cualquier "esencialismo": las definiciones han ido cambiando a lo largo del tiempo y, en la actualidad, incluso en plena "guerra contra el terror", no hay unanimidad en las definiciones de las diferentes agencias estadounidenses.

La Escuela de las Américas produjo, en tiempos de la Guerra Fría, un Manual de Terrorismo y Guerrilla Urbana en el que la visión oficial se trasmitía a los "oficiales agentes de inteligencia" que asistían a sus cursos[25]. En su capítulo 6 se dan las características del terrorismo que a continuación se abrevian:

El terrorismo es una forma de lograr el temor. El miedo de la población general le fortalece más que su propia capacidad. Las víctimas del terrorismo no son necesariamente el objetivo de los terroristas. El objetivo del terrorista frecuentemente será seleccionado por su valor simbólico. Los terroristas quieren publicidad. El éxito táctico y la misión estratégica no están necesariamente relacionados. Una misión en particular puede fallar pero al mismo tiempo puede contribuir a los objetivos de largo alcance. Los incidentes terroristas frecuentemente son usados como propaganda armada y usan violencia para su valor de impacto[26]. Los ataques terroristas son raramente suicidas. Son profesionalmente planeadas y el terrorista es comprometido y está preparado para morir por su causa, pero normalmente no planean morir en la ejecución de su misión[27]. La cantidad numérica de terroristas normalmente no tiene importancia. Un grupo pequeño, bien organizado, armado, y con buen liderazgo puede causar muchísimo daño[28]. Los sistemas de transporte contemporáneos proveen a los terroristas los medios para incrementar sus ataques en cualquier parte del mundo. El terror es una forma de guerra efectiva y barata. No es necesario tener una fuerza armada bien equipada para implementar una operación terrorista exitosa. El terrorismo puede ser usado por un país pobre como su manera de guerra. Puede ser que el terrorismo sea la única manera que un país pobre pueda atacar contra una super-potencia moderna[29]. La mayoría de los terroristas contemporáneos están bien motivados, entrenados y equipados.

En muchos casos los terroristas reciben apoyo internacional. Pueden ser abastecidos con armas, dinero, equipo, inteligencia, y hasta propaganda de otras naciones. La Unión Soviética, Alemania Oriental, Corea del Norte, Cuba, Libia, Irán y Siria son reconocidos por el apoyo que proporcionan a diferentes grupos terroristas.

Los objetivos de largo alcance de la actividad terrorista, según el Manual, serían

Causar un cambio dramático en el gobierno, como el derrocamiento de un gobierno o un cambio significativo en su política. Causar una campaña de desinformación constante para desequilibrar y desinformar la población en general y el gobierno. Desestabilizar al gobierno. Crear un clima propenso a revolución. Un derrocamiento violento del gobierno por revolución, guerra civil, insurrección o la creación de un conflicto internacional. Impedir eventos internacionales, tratados o programas. Establecer una reputación internacional o ganar reconocimiento político, doméstico o internacional.

Establecer enlaces internacionales con otros grupos terroristas o países que apoyan el terrorismo

Hay motivos para adoptar la posición "escéptica" ya citada: si se entiende por revolución algo no necesariamente asociado con posturas de la llamada "izquierda", los 8 objetivos del Manual han podido ser perseguidos por sucesivas Administraciones estadounidenses. Ahora bien, siendo un manual de la Guerra Fría, el terrorismo de Estado (practicado directamente por éste o propiciado por él) se refería sobre todo a la Unión Soviética.

Una vez terminada la Guerra Fría, aunque se mantuvieron ciertas inercias que explicarían errores posteriores, el planteamiento maniqueo, útil por otro lado, dejó de aplicarse y se entró en una fase de incertidumbre sobre el enemigo y el factor explicativo de cualquier terrorismo. Por ejemplo, desde 1994 el Departamento de Defensa había definido terrorismo como

“una utilización calculada de la violencia o la amenaza de una acción violenta con el objetivo de coaccionar o intimidar a gobiernos o sociedades persiguiendo objetivos que son generalmente de carácter político, religioso o ideológico”.

El cambio vino en 2001, cuando a la palabra “violencia” se le añadió el calificativo “ilegal” o “ilícita” (unlawful) para que así el gobierno de los Estados Unidos no cayera entre los casos cubiertos por tal definición. Una definición como la recién reproducida situaba a los Estados Unidos dentro de los Estados que practicaban el terrorismo o, por lo menos, como Estado canalla (rogue state). Las narraciones efectuadas por algunos autores sobre las prácticas históricas de los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos[30] hacen pensar, de nuevo, que los escépticos a los que se refiere Nye pueden tener algo de razón al constatar cómo la misma definición se aplica a unos países o grupos, pero no a otros[31]. El caso de Israel, donde antiguos practicantes del terrorismo llegan al gobierno del Estado, es particularmente interesante a este respecto. Pero también el de los mismos Estados Unidos.

Otras agencias estadounidenses habían definido, por su parte, el terrorismo. Así, en 1999, el FBI definía terrorismo[32] como

“el uso ilegítimo/ilegal (unlawful) de la fuerza y la violencia contra personas o propiedades para intimidar o coaccionar a un gobierno, la población civil o cualquiera de sus segmentos, en la dirección de objetivos políticos o sociales”.

Los atentados de 1998 contra las embajadas estadounidenses hicieron aparecer algunas especificaciones que se mantendrían con posterioridad. Así, por ejemplo, en un informe preparado por la División Federal de Investigación en 1999[33], el terrorismo era

“el uso calculado de violencia inesperada, terrible e ilegal/ilícita (unlawful) contra no-combatientes (incluyendo, además de los civiles, a los militares fuera de servicio y personal de seguridad en situaciones pacífica) y otros objetivos simbólicos perpetrado por miembro(s) clandestino(s) de un grupo subnacional o un agente clandestino con el propósito psicológico de dar publicidad a una causa política o religiosa y/o de intimidar o coaccionar a uno o más gobiernos o a la población civil para que acepten determinadas demandas en nombre de una causa”.

En 2001, antes de los sucesos del 11-S, el Departamento de Defensa, en su Diccionario de Términos Militares y Asociados, lo definía[34] como

“uso calculado de la violencia ilegítima/ilegal (unlawful) con la intención de coaccionar o intimidad a gobiernos o sociedades buscando fines que son generalmente políticos, religiosos o ideológicos”.

Las manifestaciones estadounidenses sobre el terrorismo cambiaron de manera notable a partir del llamado "síndrome del 11-S" y, primero, la invasión de Afganistán y, después y de momento, la ocupación militar de Irak[35]. Ahora la "guerra contra el comunismo" personificado en la URSS y que patrocinaba a terroristas, ha sido sustituida por la "guerra contra el terror" personificada en la magnificada Al Qaeda[36]. El terrorismo se ha convertido en central y, además, con la característica de su transnacionalidad que hace que los viejos manuales dejen definitivamente de ser útiles para la comprensión y para el tratamiento del problema.

El documento que parecía resumir esta nueva etapa es la Estrategia Nacional para Combatir el Terrorismo[37], fechado en febrero de 2003 y firmado por George W. Bush como Presidente de los Estados Unidos. El documento consta de tres partes. En la primera se trata la naturaleza de la amenaza terrorista en la actualidad. En la segunda se propone la intención estratégica, la de la victoria en la guerra contra el terrorismo[38]. En la tercera, finalmente, se plantean los fines y objetivos de la estrategia. En esta nueva etapa, "el enemigo no es una persona. No es un régimen político determinado. Ciertamente, no es una religión. El enemigo es el terrorismo" (y ahora viene su definición)

"que es la violencia, premeditada y motivada políticamente, perpetrada contra objetivos no combatientes por parte de grupos subnacionales o agentes clandestinos".

De esta forma, esta definición[39] ya no puede aplicarse a las amenazas contra regímenes (Irak, Siria, Corea del Norte, Irán) proferidas por gobernantes de los Estados Unidos ni tampoco a sus intervenciones militares en cualquier parte del mundo sin ningún respaldo legal internacional ni a las actividades de ningún Estado que "crean un clima de miedo e intimidación" entre los ciudadanos en general y entre determinadas categorías (raciales o políticas) en particular[40].

Las definiciones y la lista de grupos terroristas reconocidos como tales (o que tienen capacidad de actuar como tales) por el Departamento de Estado está en su página web[41]. La inclusión de Batasuna y sus antecesores (aunque todavía no de AuB) fue decidida el 30 de abril y anunciada, aprovechando una visita del entonces presidente José María Aznar a los Estados Unidos, el 7 de mayo de 2003 con efectos inmediatos sobre sus movimientos financieros y concesión de visados[42]. Pero no se pierda de vista que la lista de octubre de 2001 tenía como criterio para incluir a alguien en ella el que "las actividades de la organización tienen que amenazar la seguridad de ciudadanos de Estados Unidos o la seguridad nacional (defensa nacional, relaciones exteriores o intereses económicos) de Estados Unidos". La inclusión de Batasuna, por tanto, ha de ser tomada con cautela en cuanto a sus efectos reales. En todo caso, este criterio parecería indicar que la definición de terrorista sólo se aplica a los que amenazan a los Estados Unidos, definición unilateral donde las haya.

Un documento de menor rango político, pero de mayor calado, es el Informe de la Comisión Nacional sobre los ataques terroristas contra los Estados Unidos también llamado Informe de la Comisión del 11-S (The 9/11 Commission Report). El Informe, obviamente, proporciona la perspectiva estadounidense sobre la cuestión y, aunque hable de una "estrategia global", no se refiere a una estrategia de ámbito mundial sino a la estrategia general y multidimensional que debe poner en práctica la Administración estadounidense. Teniendo eso en cuenta, es interesante que dicha estrategia parta de la siguiente consideración: "El enemigo no es el 'terrorismo'. Es la amenaza que lanza el terrorismo islamista, bin Laden y otros [...]. El enemigo no es el Islam [...] El enemigo va más allá de Al Qaeda para incluir el movimiento ideológico radical inspirado en parte [énfasis añadido: JMT] por Al Qaeda que ha generado otros grupos terroristas y violencia. Por tanto, nuestra estrategia debe hacer que encajen nuestros medios con dos fines: desmantelar la red de Al Qaeda y, a largo plazo, prevalecer contra la ideología que contribuya al terrorismo islamista. La primera fase de nuestros esfuerzos posteriores al 11-S incluyó correctamente la acción militar [...] Pero el éxito a largo plazo exige que usemos todos los elementos del poder nacional: diplomacia, 'inteligencia' [espionaje], acción encubierta, aplicación de la ley, política económica, ayuda exterior, diplomacia pública y defensa del territorio nacional [homeland defense]"[43].

En la línea de reconocer que el enemigo no era el terrorismo se pronunció George W. Bush cuando dijo que "el caso es que con la palabra 'guerra contra el terror' no hemos escogido la apropiada; tendría que ser lucha contra los extremistas ideológicos que no creen en sociedades libres y que usan el terror como un arma para sacudir la conciencia del mundo libre"[44]. Parece una afirmación más aceptable que la que hizo el 14 de diciembre de 2003, después de aprehender a Sadam Husein ("La guerra contra el terror es un tipo de guerra diferente, librada captura a captura, célula a célula y victoria a victoria") o las que hizo después, en particular en el tercer aniversario del 11-S. Por su parte Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa, había definido en su comparecencia ante la Comisión del 11-S el 23 de marzo de 2004 las dificultades que tenía esa "guerra global contra el terror"[45]:

"Primero, es dura porque los ejércitos occidentales han sido organizados, entrenados y equipados para luchar contra otros ejércitos de tierra, mar o aire, no para dedicarse a la caza de terroristas. Es dura porque salvaguardar el derecho a la privacidad de los individuos hace que sea difícil satisfacer los requisitos para saber quién o qué está cruzando nuestras fronteras o moviendo dinero a través de las redes financieras.

Es dura porque la globalización ha facilitado el acceso a la tecnología de doble uso, fibras ópticas y el conocimiento y materiales para construir armas cada vez más letales."

Las nuevas realidades, a lo que parece, no son "el terrorismo" sino nuevas entidades transnacionales que, con nuevos fines y nuevos planteamientos, utilizan actos terroristas masivos aprovechando la vulnerabilidad de los países enriquecidos.

DISCUSIÓN

Hay algunos puntos que la práctica política y su apoyatura mediática y, sobre todo, tertuliana han presentado con relativa frecuencia y que convendría discutir una vez llegados aquí.

1. El terrorismo sólo es el practicado por entidades subestatales.

No es cierto. El terrorismo lo practican también los Estados y, más recientemente, entidades transnacionales como ha sido el caso de Al Qaeda[46]. Una sencilla tipología de la actividad violenta según sus actores y sus receptores hace aparecer el terrorismo en contextos muy diferentes[47].

Ejemplos de violencia directa:

 

  DESTINATARIO
INDIVIDUO GRUPO ESTADO
AGENTE
INDIVIDUO

Suicidio

Agresión, homicidio, asesinato

Infanticidio

Violencia intrafamiliar

Asesinato "en serie"

Agresión racista

Agresión fóbica

Terrorismo individualista

GRUPO

Atentado, secuestro

Linchamiento

"Pandillismo"

Mutilaciones

Guerra civil

Limpieza étnica

"Pandillismo"

Terrorismo

Guerrilla

ESTADO

Tortura

Cárcel

Pena de muerte

"Desaparecidos"

Terrorismo de Estado

Genocidio

Limpieza étnica

Guerra convencional

Terrorismo internacional

Se puede discutir si la tortura es terrorismo. Encaja en las definiciones convencionales cuando se busca, mediante ella, amedrentar a una población y más si se da publicidad a los actos perpetrados, como en Abu Ghraib. Los otros cuatro casos de práctica terrorista son menos problemáticos. El terrorismo individualista del tipo practicado por algunos anarquistas en el siglo XIX y principios del XX ya prácticamente no existe. Los otros tres siguen existiendo y se les ha añadido el terrorismo transnacional que no tiene su origen en un Estado sino en una red que va más allá de los Estados por más que tenga santuarios, apoyos y complicidades con algunos de ellos.

2. Todos los terrorismos son iguales

Algún político ha llegado a decir en foros internacionales que no había que hacer distinción entre terroristas ya que todos son iguales y no valía la pena indagar sobre sus causas. No parece una opinión fundada si por causas (de nuevo una palabra polisémica) se entiende aquello que está en su origen o que lo produce[48]. Como también se ha dicho, la práctica terrorista es como la tos: es un síntoma cuyas causas habrá que conocer si se quieren curar[49]. No es lo mismo curar una tos originada por cáncer de laringe que la originada por un resfriado o por una tuberculosis: una aspirina no es lo mismo que la quimioterapia. En tiempos de la Guerra Fría sucedía algo semejante con el comunismo: que servía para ocultar el enfrentamiento por la hegemonía entre los Estados Unidos y la Unión Soviética y, para ello, no se distinguía entre sus diferentes variedades y orígenes.

Otra cosa es, y desde esta perspectiva tiene sentido la intervención del ex-presidente Aznar en la 58 Asamblea de Naciones Unidas, entender por causa no aquello que lo produce sino aquello por lo que se lucha, el objetivo, la causa perseguida, y utilizar esa causa (por lo general, digna) para legitimar el uso de este particular tipo de violencia. Desde este punto de vista se puede estar de acuerdo con tal intervención, siempre que no excluya la necesidad de indagar por las causas (lo que está en el origen) y de distinguir entre causa y causa (lo que se busca o pretende). Conviene recordarlo: entender no es legitimar.

Tendría que ser obvio (a no ser que la política impida la visión) que los objetivos de las acciones terroristas no son siempre los mismos, ni lo son los de los que las llevan a cabo. Descolonización, independencia, revolución, venganza no son la misma cosa. Las legitimaciones para sus actividades no son siempre las mismas: ideológicas (de derechas, de izquierdas o anarquistas), religiosas (todas las llamadas "grandes" religiones han tenido episodios en las que sus doctrinas han servido de legitimación de hechos terroristas[50]) o políticas. Tampoco sus efectos son siempre los mismos: síndrome de Estocolmo, sobrerreacción, enfrentamiento, prevención, anticipación, negociación, resolución son algunas de las posibilidades que se encuentran en la realidad[51]. El plantear el problema como si "todos fuesen iguales" no es la mejor manera de resolverlo[52]. Piénsese, si no, en la dificultad de afrontar con los mismos medios el terrorismo practicado por un Estado contra sus propios ciudadanos o contra los vecinos, el terrorismo practicado por un grupo subestatal contra el Estado y el terrorismo practicado por una entidad transnacional contra grupos enteros de países.

3. El terrorismo es una ideología o un movimiento.

Hay, efectivamente, y como recuerda la definición del Diccionario de la Lengua, movimientos que practican el terrorismo y, por tanto, pueden ser llamados movimientos terroristas, y hay ideologías que defienden el uso de ese particular tipo de violencia y, en consecuencia, pueden llamarse ideologías terroristas. Pero el terrorismo no es ni una ideología ni un movimiento político: es una práctica, una forma de actuar, una táctica, un método[53]. Actos idénticos (como un magnicidio o intento del mismo) pueden ser o no ser terroristas dadas las diferencias ideológicas y de objetivos políticos o ausencia de los mismos[54]. Desde ese punto de vista, no tiene sentido plantear una "guerra contra el terrorismo" si no es por motivos puramente propagandísticos. Podría haber una "guerra" (en un sentido siempre analógico[55]) contra los movimientos que usan el terrorismo o una ofensiva propagandística contra las ideologías que lo defienden o legitiman. La Comisión del 11-S y, posteriormente, el presidente Bush tienen motivos para desdecirse de sus iniciales "guerras contra el terrorismo": El enfrentamiento es con entidades, no con el terrorismo, más cuando se constata la utilización del terrorismo como medio por parte de movimientos supuestamente "no-terroristas". En una página del Ministerio de Defensa Nacional de Colombia el planteamiento es claro: "Las cifras revelan que efectivamente, el terrorismo se ha ido convirtiendo en los últimos años en una de las armas preferidas por guerrilla y autodefensas ilegales en su disputa territorial; por narcotraficantes para librar sus guerras internas, e inclusive por la delincuencia común para extorsionar a industriales y comerciantes y hasta para zanjar pleitos personales"[56]. En todos estos casos, como en el del terrorismo internacional y el estatal, lo que hay que plantear no es su "terrorismo" sino el problema que supone el movimiento o la organización en sí.

4. Sólo algunas ideologías pueden llevar a la práctica del terrorismo

La tendencia a presentar el terrorismo como una ideología o algo contra lo que se puede luchar, puede hacer olvidar que todas las ideologías y religiones (en particular las del Kitab, las del Libro) pueden tener episodios de práctica terrorista. Parece haber suficiente evidencia histórica, incluso reciente[57], para aceptar esta proposición. Como se ha indicado, hasta ideologías poco violentas como el ecologismo o la defensa de la vida del feto han producido casos de terrorismo. La misma ideología, por ejemplo la nacionalista, puede tener fases más violentas (normalmente las de la construcción de la nación o del Estado) y fases menos violentas y eso se aplica tanto a los nacionalismos estatales (el Terror en Francia, Estado a la búsqueda de su nación) como a los nacionalismos subestatales (naciones a la búsqueda de su Estado)[58]. Por eso es aconsejable, para los que quieren reducir la incidencia de este tipo de actos, indagar cuál es la ideología que hay detrás de cada uno de ellos. William Pfaff, juzgando que Vladimir Putin cometía un error achacando la tragedia de Beslán al "terrorismo internacional", error comparable a los cometidos por George W. Bush en el manejo del problema, terminada su artículo[59] diciendo: "El nacionalismo ha sido la fuerza más importante en la historica moderna y ha resistido a todos los totalitarismos y ha sobrevivido a algunos de ellos. Fácilmente se mezcla con el fundamentalismo religioso, que es otra manera de afirmar la identidad. Hace uso del terrorismo porque el terrorismo es el arma del débil. Pero la cuestión es, básicamente, de nacionalismo. Después de todo, ¿cuál ha sido el motor de la política de los Estados Unidos desde el 11-S sino nacionalismo ultrajado?". Lo que es preciso conocer no es la supuesta "ideología terrorista" sino la ideología que subyace a las prácticas terroristas y que puede ser de pura venganza contra algo sucedido con anterioridad[60].

5. El terrorismo sólo lo practican los que están en condiciones de inferioridad

Si lo dicho es cierto, y aun teniendo en cuenta que el terrorismo puede ser la táctica del débil frente al fuerte, la práctica del terrorismo no se limita a los que están en condiciones de inferioridad. Hay casos particularmente complejos, como es el de Chechenia en donde la versión rusa es de "guerra contra el terrorismo" (subestatal) que ataca mediante acciones espectaculares (secuestros, inmolaciones). Pero no son raras las versiones que hablan de terrorismo de Estado (ruso), que usa Chechenia y el independentismo de algunos chechenos por motivos de propaganda, de búsqueda de chivos expiatorios y hasta como forma de satisfacer intereses petrolíferos que enriquecen a los que llevaron a Valdimir Putin al poder[61]. Si el caso es discutible, lo es menos el del golpe de Estado dado por el general Augusto Pinochet y la etapa de terror que le siguió, "bendecidos" por los Estados Unidos como ya consta. La Operación Cóndor, en el Cono Sur latinoamericano, fue practicada por los Estados con el apoyo también de los Estados Unidos y, en particular, de Henry Kissinger[62].

6. El terrorismo es irracional

Decía Albert Einstein allá por 1940: "Sé que es tarea difícil discutir sobre juicios fundamentales de valor. Si, por ejemplo, alguien aprueba, como fin, la erradicación del género humano de la tierra, es imposible refutar ese punto de vista desde bases racionales. Si, en cambio, hay acuerdo sobre determinados objetivos y valores se puede argüir con razón en cuanto a los medios por los cuales pueden alcanzarse estos propósitos". Sobre los juicios fundamentales de valor es, en efecto, difícil discutir, pero eso no convierte a los que defienden unos u otros en irracionales por necesidad, por más que sea imposible refutar a unos y otros mediante el raciocinio. Irracional es cuando los medios que se aplican no llevan a los fines que se persiguen (o se declaran). Si de lo que se trata es de comunicar unas ideas a quien lo lea, el escribir en quechua puede ser perfectamente lícito, pero no lleva al fin declarado. Otra cosa sería que el fin fuera de tipo simbólico y lo que se quisiera fuese una defensa de dicha lengua. El medio (utilizarla) no llevaría al fin anterior (el de comunicarse) pero sí a este fin simbólico y sería racional bajo este supuesto.

Los que practican el terrorismo tienen sus fines declarados (independencia, venganza, revolución, erradicar a la oposición, forzar la emigración[63], cumplir un mandato divino, erradicar a los herejes o infieles etc.) y, entre otros, aplican medios violentos para conseguirlos que pueden ser rechazables, a su vez, por un juicio fundamental de valor sobre el que es igualmente difícil discutir. El juicio sobre su racionalidad, en cambio, es un juicio sobre la adecuación entre esos medios y esos fines. Normalmente (lo reconocía el Manual de la Escuela de las Américas), el fin, aunque sea táctico, se alcanza. En general, antes de calificar a los terroristas de irracionales (que, por supuesto, también los hay), es preciso haber indagado sobre sus fines, que pueden ser no los declarados (siempre gloriosos) sino que pueden ser de otro tipo menos presentable (fines mafiosos, cercanos al banditismo)[64].

Los fines de Al Qaeda, algunos de los cuales se van logrando gracias a la ayuda que ha supuesto la ocupación de Irak, no son nada vagos: unificación política de la umma, la comunidad de creyentes, reordenar y reorientar los Estados con fuerte implantación musulmana, como Arabia Saudita o Pakistán, y, como buenos wahabitas y salafistas, revigorizar y purificar el Islam[65]. De todas maneras, cuando se analizan los objetivos perseguidos por Al Qaeda no deberían excluirse los que se refieren a la simple venganza. Excluirlos impide ver la parte de responsabilidad que recae en Occidente en general y en los Estados Unidos en particular[66]. Suleiman Abu Ghreith, uno de los portavoces de Al Qaeda, era explícito a poco del 11-S y la prensa estadounidense lo sigue recordando[67] aunque no se valore suficientemente. Al Qaeda se autoadjudica el "derecho" a matar cuatro millones de estadounidenses, incluyendo "dos millones de niños, y a exiliar dos veces dicha cantidad y a herir y dejar inválidos a cientos de miles". Ése es el cálculo que hacen de lo que los Estados Unidos han hecho a los musulmanes, razón por la que "los estadounidenses todavía no han experimentado de nuestras manos lo que nosotros hemos experimentado de las suyas; no hemos alcanzado la paridad con ellos". Se podrá decir que los fines son terribles y los medios espantosos, como terribles y espantosos son los hechos contra los que reaccionan, pero no se puede decir que esos medios (incluidos los nucleares, especialmente terroríficos) no lleven a esos fines. Pero si es así, tal vez no estemos ante un nuevo tipo de terrorismo sino ante una nueva cosa a la que, a falta de otra palabra, se llama terrorismo o se la señala con el dedo. Evitar esta cosa es todavía más difícil que las formas anteriores.

7. Terrorista es masculino

Tal vez fuera así, pero ya no lo es tanto. En paralelo con la irrupción de modelos cinematográficos femeninos violentos (desde Tomb Rider a Kill Bill pasando por Catwoman o las Chicas de Charlie) y con la presencia y exhibición de torturadoras (tal vez con intención terrorista) en Abu Ghaib[68], es notable la nueva presencia de la mujer entre los terroristas y en papeles activos que nada tienen que ver con los más tradicionales que les atribuía el Manual de la Escuela de las Américas ya citado. El porcentaje sigue siendo bajo (probablemente no exceda el 20 por ciento), pero también se ha hecho notar que la presencia femenina es aquí mayor que entre los criminales y que su número crece, como crece el de las suicidas. El ataque suicida se remonta por lo menos al siglo XI con los Asesinos[69]. Sin embargo, el ataque suicida femenino es muy reciente y el primer caso conocido es de 1985[70], aunque probablemente los hubo con anterioridad, por ejemplo durante la independencia argelina en la confrontación entre los actos terroristas de la O.A.S., del FLN y los practicados por el Estado francés en los años 60.

8. La "guerra contra el terror" sólo se da en una dirección

Esta es, probablemente, la pretensión más curiosa. Es conocida su teorización que hacen algunos movimientos terroristas sobre la acción-reacción, es decir, el uso del terrorismo para provocar una reacción por parte del contrario que genere mayores cotas de conciencia y de militancia en el propio. Una reacción excesiva (mediante tortura, decisiones legales de difícil justificación, represión) puede producir más adeptos a la "causa". Sin embargo, lo que es curioso es que se suponga que las acciones contra los movimientos terroristas no vayan a producir una reacción en los mismos[71]. El caso de la ocupación de Irak, al decir de muchos comentaristas, amén de su fracaso[72], encaja en este epígrafe: la ocupación de Irak ha conseguido más adeptos a la causa de la violencia, con proliferación de células que sólo en parte tienen que ver con Al Qaeda[73]. Si hay "guerra", incluso si es en sentido analógico, habrá acciones en las dos direcciones[74]: no es de extrañar que un bando reaccione ante las acciones del otro, y eso es válido para los diferentes bandos existentes, y más si, como diría Paul Krugman, "esta guerra crea más enemigos que los que mata"[75].

CONCLUSIÓN

Como se ha visto, no hay acuerdo en las definiciones de la palabra terrorista ni siquiera dentro de la misma Administración estadounidense. Tampoco en el sistema de Naciones Unidas. El lenguaje que se utiliza no es inocente. Tiende a hacernos ver la realidad en una determinada forma o a impedir que la veamos de otra. Las definiciones que se utilizan reflejan momentos históricos concretos y posiciones particulares ante este tipo de violencia, como la de los Estados Unidos defendiendo al gobierno de Israel. El asunto es importante porque parece claro que la palabra terrorismo va a tener, en los Estados Unidos y satélites, la función que en su día tuvo la palabra comunismo y con la misma aplicación práctica (había comunismos buenos y comunismos malos, es decir, coincidentes con los intereses de los Estados Unidos y no coincidentes con dichos intereses[76]).

La idea viene sugerida por la tercera edición del Committee on the Present Danger (Comité sobre el Peligro Actual)[77]. La ”única misión” de este Comité, dado a conocer en una conferencia de prensa en el Capitolio, sede del Poder Legislativo, sería ”promover políticas dirigidas a ganar la guerra contra el terrorismo mundial, perpetrado por radicales islámicos opuestos a la libertad y la democracia”. Joe Lieberman (ex-candidato a la vicepresidencia) y Jon Kyl, dos de sus más conspicuos promotores, lo dejaban claro en un artículo en el Washington Post[78]: "Demasiadas personas no son suficientemente conscientes de los perversos designios mundiales de nuestro enemigo, que incluyen la jihad (guerra santa) contra todos los estadounidenses y el restablecimiento de un imperio totalitario religioso en Medio Oriente”. Y añadían, de interés para lo que aquí se está discutiendo, que "La pasada lucha contra el comunismo fue, de algún modo, diferente de la actual guerra contra el terrorismo islámico. Pero la solidaridad nacional e internacional necesaria para prevalecer contra ambos enemigos es la misma”. En la rueda de prensa que siguió a la presentación en el Capitolio, Lieberman (judío pro-Israel, como es sabido) afirmaría que el objetivo del Comité es “formar un ejército bipartidista de ciudadanos pronto para librar una guerra de ideas contra nuestros enemigos terroristas islámicos, y enviar una clara señal de que su estrategia de engañar, desmoralizar y dividir a Estados Unidos no triunfará”.

Sin embargo hay motivos para pensar, con independencia de lo bienintencionada que pueda ser esta iniciativa, que se están falseando los datos de manera sistemática y que la propaganda es más importante que los hechos ahora como en tiempos de la Guerra Fría[79] y que la situación interna pesa más que la pretendida amenaza exterior, real pero posiblemente magnificada con propósitos orwellianos[80]. De todas formas esta nueva "guerra" tiene alguna característica más que la diferencia de la vieja "guerra contra el comunismo": el seguidismo de los países europeos y de la Unión Europea ya no es lo que era y han aparecido otras cuestiones de fondo que hacen la situación bastante diferente[81].

No es descabellado acabar sugiriendo que se procure evitar el (ab)uso de la palabra terrorista: por motivos intrínsecos (tiene problemas de definición, extensión, comprensión y manipulación) y por motivos geopolíticos (puede suponer una colaboración con la política interior de los Estados Unidos). Cada caso es un mundo y cada caso tendría que ser abordado en sus propias características, sus propias causas y los propios pretextos que aparezcan en esas acciones violentas. Los que perpetraron la matanza de Atocha no se pueden identificar con Al Qaeda. Ni los separatistas chechenos[82]. ETA tampoco. No parece recomendable, ni de cara al entendimiento del fenómeno ni de cara a las decisiones a tomar ante él, el meterlos en un cajón de sastre bajo la palabra terrorista; ni siquiera bajo la palabra Al Qaeda. Las cuestiones relativas a la prevención y contención del terrorismo no se plantean de la misma forma con una entidad transnacional que con una subestatal, ni ambas tienen los mismos problemas de prevención que el terrorismo de Estado. Se puede dialogar e incluso negociar con movimientos terroristas subestatales[83] según el modelo "paz por territorios" o "paz por reconocimiento de derechos" o cualquier otro, pero ya no es tan fácil negociar con el terrorismo transestatal y resulta complicado individuar quién tendrían que negociar con quién en el caso del terrorismo de Estado. La palabra terrorista, con sus connotaciones negativas y su aplicación discrecional, no añade conocimiento ni añade capacidad de afrontar los problemas concretos y tiene el peligro legitimar otro tipo de intervenciones políticas en la vida democrática[84], de reducir la solución de algunos de éstos a lo meramente policial o militar,

Grupo de Estudios de Paz y Desarrollo, U. Alicante (España)

 



 
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