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21/12/2006 | Cómo poner fin al terrorismo

Daniel Pipes

Una estrategia eficaz de contraterrorismo tiene que centrarse en el hecho de que el terrorismo por parte de musulmanes en nombre del Islam plantea hoy una amenaza estratégica para los pueblos civilizados, ya sean musulmanes o no musulmanes.

 

Al final de la cadena, está amenaza involucra a particulares concretos presas del Síndrome de jihad súbita que de manera impredecible se lanzan en un súbito estallido criminal. En el extremo más visible, implica a una organización al margen de la ley como Hamas al control de una Autoridad Palestina cuasi-gubernamental, o incluso los esfuerzos de Al-Qaeda por adquirir armas de destrucción masiva. En conjunto, si se detuviera el terrorismo por parte de musulmanes, sería un importante avance hacia ganar lo que algunos llaman la Cuarta Guerra Mundial.

¿Puede lograrse esto?

Sí, y parcialmente a través del contraterrorismo convencional eficaz. Los individuos tienen que ser perseguidos, las organizaciones clausuradas, las redes desarticuladas, las fronteras vigiladas, el dinero denegado, y las armas de destrucción masiva restringidas. Estas medidas, sin embargo, solamente tratan los síntomas del problema, no el propio problema. "El propio problema" consiste de fuerzas motivadoras que subyacen tras el incremento de la violencia por parte de musulmanes en nombre del Islam. Solamente aislando el motivo por el que ha emergido el terrorismo como rasgo tan destacado de la vida musulmana, la violencia podrá ser contenida.

Esta agresión no es producto de algún impulso perverso por causar daño de manera gratuita; tampoco procede de la religión del Islam, que apenas hace una generación no inspiraba tal criminalidad. En su lugar, resulta de ideas políticas.

Las ideas no tienen ningún papel en la criminalidad común, que tiene fines puramente egoístas. Pero las ideas, normalmente las que tratan de cambiar el mundo radicalmente, son centrales para el terrorismo, especialmente en su variedad suicida. Al contrario que el resto de nosotros, que generalmente aceptamos la vida tal y como es, los utópicos insisten en construir un orden nuevo y mejor. Para lograr esto, exigen todos los poderes para sí mismos, mostrando un tétrico desprecio a la vida humana, y albergan ambiciones de extender su visión globalmente. Existen varios planes utópicos, siendo el fascismo y el comunismo históricamente los más influyentes, cobrándose cada uno de ellos decenas de millones de vidas.

Hacia 1945 y 1991 respectivamente, estos dos totalitarismos habían sido suprimidos a través de la derrota en la guerra, uno violentamente (en la Segunda Guerra Mundial) y el otro sutilmente (en la guerra fría). Su estrepitosa caída reforzó algunos optimistas imaginando que la era de las utopías y el totalitarismo había llegado a su fin y que un orden liberal les había reemplazado permanentemente.

Al contrario, esta opinión ignoraba un tercer totalitarismo, creciente desde los años 20, el del islamismo, definido de la manera más sucinta como la fe en que sin importar la cuestión, desde el cuidado infantil hasta hacer la guerra, "el Islam es la solución". Como resultado de diversos factores - la rivalidad histórica con judíos y cristianos, una contundente tasa de natalidad, la captura del estado iraní en 1979, el apoyo de los estados ricos en crudo - los islamistas han pasado a dominar el discurso ideológico de los musulmanes interesados en su identidad o credo islámico.

La ley islámica, en retroceso durante los dos siglos anteriores, volvió con fuerza, y con ella la jihad o guerra santa. El califato, difunto en términos reales durante más de un siglo, se convirtió en un sueño vibrante. Las ideas profesadas por pensadores y agitadores tales como Mohammed ibn Abd al-Wahab, Shah Waliula, Sayyid Abú'l-A'la al-Mawdudi, Hasán al-Banna, Sayyid Qutb o Rouhola Jomeini iniciaron con éxito un ataque contra los enfoques tradicional, modernista y centrista del Islam. Con el fin de impulsar la venenosa visión de estos utópicos, sus seguidores aprueban medios violentos, incluyendo el terrorismo.

La forma más eficaz de contraterrorismo no combate a los terroristas, sino las ideas que les motivan. Esta estrategia implica dos etapas principales. En primer lugar, derrotar al movimiento islamista igual que fueron derrotados los movimientos fascistas y comunista - a todos los niveles y de todas las maneras, haciendo uso de todas las instituciones, públicas y privadas. Esta tarea recae principalmente en los no musulmanes, siendo las comunidades musulmanas generalmente incapaces o reticentes a purgar sus propias filas.

En contraste, solamente los musulmanes pueden llevar a cabo la segunda etapa, la formulación y expansión de un Islam que sea moderno, moderado, democrático, liberal, sociable, humano y respetuoso hacia la mujer. Los no musulmanes pueden ayudar aquí distanciándose de los islamistas y apoyando a los musulmanes moderados.

Aunque teóricamente posible, la debilidad de sus partidarios en el presente hace que el Islam moderado parezca imposiblemente distante. Pero sin importar lo oscuras que sean sus actuales perspectivas, el éxito del Islam moderado representa en última instancia la única forma eficaz de contraterrorismo. El terrorismo, iniciado por ideas malas, solamente puede ser erradicado mediante buenas.

(Publicado en New York Sun, 5 de diciembre de 2006)

Grupo de Estudios Estratégicos (España)

 



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