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El Universal (Mexico)

 

23/12/2006 | Narcocorridos y violencia

José Manuel Valenzuela Arce

"A mí me gustan los corridos porque son hechos reales de nuestro pueblo". Jefe de jefes (Teodoro Bello, Los Tigres del Norte ).

 

La tradición corridística mexicana irrumpió como recurso de comunicación colectiva, registro de hechos y crónica social en la segunda mitad del siglo XIX, apoyada en la condición iletrada de la población mexicana. Desde entonces, el corrido ha participado en la narración y la valoración de gran parte de los eventos de la vida nacional. Ha cantado a personajes y consignado eventos memorables, por ello, cuando las historias conformadas desde el entramado del narcomundo se volvieron visibles durante la segunda mitad del siglo XX, fueron registradas en los corridos y fueron cantadas por artistas que ya representaban la apropiación de la tradición popular del corrido por las industrias culturales (empresas discográficas y cinematográficas).

Los Alegres de Terán fueron pioneros con sus contrabandistas famosos, pero Los Tigres del Norte hicieron visibles las historias surgidas de los nuevos escenarios del narcomundo, historias que también fueron cantadas por Chalino Sánchez, Los Tucanes de Tijuana y muchos otros. No es verdad que los narcocorridos sean meras apologías del narcomundo y sus actores. Como señalo en mi libro Jefe de jefes , corridos y narcocultura en México, los llamados narcocorridos contienen múltiples sentidos y desenlaces.

Algunos de ellos destacan las bondades y el poder adquirido al ingresar al narco y enfatizan las virtudes reales o imputadas de algún personaje, pero muchos otros presentan los finales tristes, el abandono, el dolor, la ausencia, la violencia, la cárcel, la muerte, el arrepentimiento: desenlaces disponibles que inspiran los corridos (en ocasiones la inspiración se remunera generosamente).

El asesinato de Valentín Elizalde el pasado 26 de noviembre en Reynosa, Tamaulipas, definió el escenario y sus actores: narcos contra gruperos. Luego se señaló la declaración de un atentado contra Lupillo Rivera (11 de diciembre) y, dos días después, la ejecución de Javier Morales Gómez, miembro de Los Implacables del Norte, en Huetamo, Michoacán. Estos lamentables eventos convocan el recuerdo de la agresión contra el grupo Explosión Norteña (9 de agosto de 2006) donde tres de sus integrantes resultaron heridos y el asesinato de Chalino Sánchez, figura emblemática del narcocorrido, quien alimentó la sospecha de supuestos vínculos entre estos cantantes y el narcotráfico (papel que en otras épocas y contextos representaron figuras como Frank Sinatra y la mafia).

Se conocen los pormenores del asesinato de Valentín Elizalde, a quien apodaban El Vale o El Gallo de Oro, destacando dos elementos, la contundencia del ataque (en el sitio del crimen quedaron más de 70 casquillos de arma de fuego) y, por supuesto, la impunidad de los asesinos. Con la muerte de El Vale, han cobrado fuerza posiciones que consideran al cantante asesinado como agorero de El Chapo Guzmán y se ha enfatizado que la interpretación de: A mis enemigos (despliegue de machismo), corolario de su actuación en un palenque fue el mensaje cifrado que motivó su muerte:

Sigan chillando culebras

Las quitaré del camino

Y a los que en verdad me aprecian

Aquí tienen un amigo

Ya les canté este corrido

A todos mis enemigos

Más allá del vínculo real o imaginario de El Gallo de Oro con el narcomundo, destaca el conjunto de asociaciones no comprobadas que tejen e incluyen un video en internet donde aparece Elizalde como fondo cantando precisamente el corrido A mis enemigos. Lo anterior podría reducirse a una sobre interpretación, pues el narcomundo posee medios comunicantes menos sofisticados pero muy eficaces. Todos los días se cantan narcocorridos en escenarios como palenques, restaurantes, conciertos y plazas. Los narcocorridos emergen de los autoestéreos de taxis y carros particulares o desde las casas habitadas por familias pobres, ricas y clasemedieras sin que esto conlleve claves cifradas detonadoras de violencia.

Sin embargo, los asesinatos y atentados referidos deben interpretarse sin minimizar el peso real del narcomundo; por el contrario, estos crímenes sólo pueden entenderse en el marco de violencia e impunidad que estamos viviendo, en el cual el narcotráfico juega un papel relevante, junto con otras expresiones del llamado "crimen organizado", fortalecidas por la incapacidad gubernamental y las complicidades institucionalizadas.

La lista de ejecutados incluye a personas de todos los niveles sociales con una enorme diversidad de actividades. Se podría concluir que enfrentamos una guerra del narco contra estudiantes, contra abogados, contra médicos, contra campesinos. contra gruperos. En parte esto es cierto, pero es un enfoque incorrecto, pues vivimos una agresión permanente contra la sociedad en su conjunto y contra los niveles básicos de convivencia y respeto a la vida y la dignidad humana.

La perspectiva que acentúa un supuesto conflicto entre narcos y gruperos es incorrecta, pues aún cuando se pudiera identificar a algunos cantantes vinculados con narcotraficantes, esto no puede asumirse para la gran mayoría de las y los cantantes gruperos, ni el narcocorrido es mero recuento autorizado del narcomundo. Con mayor visibilidad que la gran mayoría de las víctimas, los cantantes gruperos asesinados son sólo parte de una ofensiva enorme que ha dejado más de 2 mil muertos en nuestro país tan sólo en el último año.

Por ello los narcocorridos no son tan distantes para una población que ha armado sus propios imaginarios del narcomundo con noticias fragmentadas que reciben, pero también con historias que circulan en la colonia y el barrio. Historias que se amplían con la violencia creciente, el relato sobre el difunto que apareció en la esquina, encobijado y con tiro de gracia, la saña indescriptible incorporada a las ejecuciones y las estampas horrendas de personas decapitadas cuyas cabezas son utilizadas como advertencia, castigo y escarnio. Los corridos son sólo uno de los medios a través de los cuales la población conforma imágenes del narcomundo y sus manifestaciones, junto a él aparecen los noticiarios, el cine, la literatura pero, sobre todo, la experiencia cotidiana con el propio narcomundo, su despliegue de violencia, poder, impunidad y complicidades.

Doctor en Sociología por El Colegio de la Frontera Norte


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