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24/12/2006 | Perdonar en Irlanda .Personas comunes - no políticos- promueven la reconciliación y el diálogo sobre el terrorismo para crear un futuro mejor

David McKittrick

Jackie McMullan se unió al IRA a la edad de 13 años y fue condenado a cadena perpetua por atentar contra unas viviendas militares. En la cárcel se convirtió en leyenda republicana tras sobrevivir a los 48 días de una huelga de hambre que mató a otros 10 presos. Pasó 16 años en prisión.

 

Alan McBride es un protestante de Belfast cuya vida quedó arruinada cuando una bomba del IRA mató a su mujer Sharon en una pescadería de Shankill Road en 1973. En el atentado también murió su suegro. Alan dijo en una ocasión que la pérdida de su mujer lo había enviado al infierno.

Ambos están comprometidos en una aventura extraordinaria en la que son las personas ordinarias - personas extraordinarias- y no los políticos quienes llevan la iniciativa. ¿Su objetivo? La reconciliación. ¿Sus medios? El diálogo y, en concreto, el diálogo acerca del pasado con objeto de crear un futuro mejor.

Trabajando con ellos se encuentra, entre otros, Andrew Rawding, un antiguo soldado del ejército británico que perdió a amigos y colegas luchando contra el IRA en duras misiones en el sur de Amagh.

Juntos llevan ya dos años comprometidos hasta un punto extraordinario en una de las cuestiones más arraigadas, difíciles y potencialmente peligrosas: cómo ayudar a curar a miles de personas a quienes los disturbios infligieron desgarros emocionales.

"Conozco a Jackie McMullan muy bien ahora", explica Alan McBride. "Tengo problemas con quienes no muestran arrepentimiento ni pesar, pero Jackie reconoce que el IRA hizo daño". De Alan McBride, Jackie Mc-Mullan dice: "He aprendido mucho de Alan. Siento una gran admiración por él y por la posición que adopta proviniendo de las circunstancias de las que proviene. Creo que ha demostrado valor moral y político". Andrew Rawding ha dicho de su trabajo: "Se trata de un proceso importantísimo. Nadie está en posesión de la autoridad moral. No es suficiente con permanecer en zona cómoda, quedarse de brazos cruzados y no hacer nada".

Alentador indicio Enfrentarse al pasado por el bien del futuro quizá sea traumático para muchos e insoportable para algunos, pero una gran cantidad de estudiosos del problema ha concluido que el ocultamiento de las heridas personales y colectivas hará que éstas se enconen y empeoren. El hecho de que el grupo, que ha trabajado bajo el lema "Hacer la paz con el pasado", haya tenido una dinámica muy civilizada es un primer y alentador indicio de que los adversarios de antaño pueden trabajar de modo cooperativo en el futuro.

"Ha habido un auténtico compromiso", declara Jackie McMullan. "No ha sido todo darse la mano y abrazarse, pero no nos hemos pasado las reuniones discutiendo y gritando. Ha habido diferencias, pero no hemos tenido encontronazos". Según otro participante, el ex jefe adjunto de policía Irwin Turbitt "ha sido un conjunto de debates vigoroso y maduro, más vigoroso al principio y más maduro después, a medida que las personas empezaron a escuchar de verdad". El proceso no ha producido una unanimidad, pero sí un detallado informe con cinco opciones que el grupo espera "den forma y profundidad" al debate que debe continuar en los años venideros.

El mundo político y la opinión pública todavía tienen que alcanzar un consenso sobre qué hacer a continuación en este ámbito. Sin embargo, los periódicos de Belfast ilustran a diario que son muchísimos los individuos y grupos que buscan con insistencia información sobre sus familiares.

Una cantidad cada vez mayor de información hasta ahora secreta sale poco a poco a la luz. Se espera que surjan nuevas revelaciones sobre el modo en que los asesinos unionistas fueron protegidos por la comunidad de inteligencia. Como dijo un miembro del grupo: "La verdad se cuela por debajo de las puertas, por las grietas del techo y por la chimenea, a pesar de todos los intentos que se hagan para detener su movimiento". Este proceso post-conflicto recibe a veces el nombre de restablecimiento de la verdad. La ONU lo llama justicia transicional, y lo define como "los intentos de una sociedad de llegar a un acuerdo con un pasado de abusos a gran escala para garantizar la responsabilidad, atender a la justicia y alcanzar la reconciliación". El grupo de Belfast fue formado por Healing Through Remembering (Curación por el Recuerdo), una organización que trabaja con la idea de que, recordando los acontecimientos del conflicto, las personas pueden contribuir a vendar las heridas de la sociedad. Sus miembros, que han actuado por iniciativa individual, son gentes procedentes de diversas iglesias, grupos de víctimas, el mundo universitario, así como activistas comunitarios.

En realidad, Irlanda del Norte se encuentra inundada de investigaciones, indagaciones y campañas, surgidas a veces de la comunidad y a veces de una sola familia. El gobierno, por ejemplo, ha creado la comisión del Domingo Sangriento con el fin de investigar los hechos de 1972; la policía, por su parte, ha formado un grupo de investigaciones históricas para indagar en la mayoría de los 3.700 muertos provocados por los disturbios.

Se han anunciado investigaciones oficiales a menor escala en relación con conocidos asesinatos, como el del abogado Pat Finucane. Mientras tanto, el gobierno irlandés investiga tanto los atentados de la década de 1970 ocurridos en el país como los asesinatos de altos jefes de policía que tuvieron lugar en la frontera.

En el plano local, decenas de familias siguen buscando información sobre la forma en que murieron sus allegados. En el caso de los desaparecidos,cuyos cuerpos nunca se han recuperado, los familiares desean saber dónde los enterró el IRA en la década de 1970. En total, un centenar de organizaciones de víctimas con motivaciones diversas. Algunas buscan la verdad y la justicia en un plano personal, mientras que otras parecen más preocupadas por imponerse a sus adversarios tradicionales. Tal situación complica mucho las cosas, puesto que unas personas con objetivos tan diferentes desean diferentes medidas.

Sin embargo, lo evidente es que, sean cuales sean los pasos formales que se den, hay ya en marcha un amplio abanico de iniciativas en pos de la verdad; además, la determinación y la energía que muestran sus partidarios indica que los esfuerzos se prolongarán durante años. Todo esto da lugar a preguntas muy delicadas. ¿Hay que obligar legalmente a quienes tienen conocimiento de los asesinatos a hablar acerca de ellos? ¿Debe aplicarse una posible amnistía a algunos implicados? ¿Deben hacerse públicos los nombres? ¿Y las disculpas de los autores de los asesinatos?

Preguntas como éstas siguen en el aire, sin atisbo de resolución. Sin embargo, muchos miembros del grupo Curación por el Recuerdo afirman que no pueden dejarse a un lado y es necesario enfrentarse a ellas. De todos modos, también consideraron la opción de hacer borrón y cuenta nueva y no intentar un proceso de restablecimiento de la verdad.

Un argumento avanzado en favor de ese enfoque fue la preocupación de que la aparición de nuevas revelaciones pusiera en peligro crear una nueva coalición gubernamental encabezada por el Sinn Fein y el Partido Unionista Democrático del reverendo Ian Pasley. Se temía que el hecho de hurgar en el pasado acabara por desestabilizar esos esfuerzos. Ese fue un factor importante hace un año y medio en la decisión del gobierno británico de dejar en suspenso sus consultas. Paul Murphy, por entonces secretario para Irlanda del Norte, explicó: "Ni por un segundo he sugerido que hemos abandonado la idea. Lo único que he dicho es que no creía que fuera el momento apropiado y, en todo caso, podría ser contraproducente. Es algo que debe tratarse en un mejor clima".

Un comité de parlamentarios coincidió con semejante diagnóstico: "La paz es todavía demasiado frágil; las heridas del conflicto, demasiado recientes". Nacionalistas y republicanos tienden a mostrar una buena disposición hacia algún tipo de proceso de la verdad, si bien ni el Sinn Fein ni el IRA se han comprometido de modo

definitivo a participar. No mostrarán sus cartas hasta que surjan propuestas concretas, y será una decisión muy ponderada; obviamente, favorecerán un mecanismo que muestre a Gran Bretaña y los grupos unionistas bajo la peor luz posible.

En el lado protestante y unionistase muestran mucho más cautos y, en algunos casos, abiertamente hostiles. Los grupos paramilitares unionistas que participaron en la violencia dicen que "el doloroso conflicto político todavía no ha quedado atrás" y afirman que escarbar en el pasado dará lugar "a un peligro real de reactivación del conflicto violento". Declaran con franqueza que los "militares proestatales" - cómo se autodefinen- suelen tener más dificultades para justificar sus acciones que grupos como el IRA que se presentan como combatientes en favor de una lucha de liberación.

También temen que los republicanos los superen en términos públicos. Según un unionista, "los republicanos, considerados muy hábiles en el arte de la propaganda, utilizarán una comisión de la verdad como un palo con el que golpear al Estado británico". Semejante actitud se percibe con más fuerza aún en el seno del unionismo político, que ha mostrado una actitud de gran protección a las fuerzas de seguridad y resistencia a la idea de realizar investigaciones susceptibles de perjudicar a la policía y el ejército.

Arlene Foster, del Partido Unionista Democrático del reverendo Ian Paisley, afirma sin rodeos: "Cualquier comisión no supondrá más que una sesión de vapuleo de lo británico. ¿Acaso vamos a aprender la verdad de boca de los terroristas? Han convertido mentira y engaño en un arte". Así, el grueso de la opinión protestante es contrario a una comisión importante y a gran escala, similar a la comisión para la verdad y la reconciliación que ha operado en Sudáfrica. Y no sólo los unionistas sino también muchos otros retroceden ante las dimensiones de lo más cercano a un ejemplo local, la investigación del Domingo Sangriento, citada a menudo como ejemplo de una investigación que acaba por descontrolarse.

Anunciada en 1998, todavía debe presentar su informe. Se trata de la investigación pública más amplia y compleja de la historia legal británica; el informe, las pruebas y los testimonios llenarán, según se afirman, un camión de tamaño medio.

El gobierno ha adoptado nuevas medidas para abreviar futuras investigaciones, lo cual ha suscitado algunas críticas. Ahora bien, la indagación del Domingo Sangriento supone un coste de casi 250 millones de euros, por lo que casi todo el mundo acepta que ninguna nueva investigación incurra en un gasto tan exorbitado. Por lo tanto, lo que se busca son nuevos tipos de instituciones que hagan el trabajo de forma más rápida y con mucho menos dinero.

Durante algunos años, la suposición generalizada ha sido que la pregunta resultaba esencialmente bipolar: ¿debía seguir Irlanda del Norte la senda de Sudáfrica o no hacer nada? El informe del grupo incluye la opción de una investigación plena al estilo sudafricano. Tendría las limitaciones de un techo financiero y un lapso temporal concreto, pero dispondría de un gran cuerpo de abogados y demás personal, y también celebraría audiencias públicas. Estaría en condiciones de ofrecer una amnistía a los antiguos combatientes que cooperaran y de recomendar acciones judiciales contra otros.

Tony Blair no ha mostrado señal alguna de favorecer semejante enfoque, si bien ha declarado que "tiene que haber alguna forma de permitir que las personas expresen su pena, su dolor y su rabia sin que el pasado domine a cada momento el presente y el futuro".

En Dublín, el primer ministro irlandés Bertie Ahern también ha afirmado que, por el momento, "en lugar de aparecer un proceso de reparación, lo que surge es la amargura. Tiene que ocurrir algo; no sé cuál es la mejor manera de lograrlo". Esta impresión compartida de la necesidad de un proceso de la verdad, pero con una forma efectiva que resulta difícil de definir, significa que en el continuado debate la atención se centrará en algunas de las otras opciones propuestas por el grupo.

Además de examinar la experiencia sudafricana, el grupo analizó decenas de otros países con mecanismos de la verdad, incluidos El Salvador, Filipinas, Mozambique, Guatemala, Ruanda y muchos más.

Varios miembros quedaron fascinados por la experiencia de España, que parecía mostrar que los intentos de olvidar atrocidades que se remontaban hasta la guerra civil de la década de 1930 habían resultado en última instancia infructuosos. Aunque tras la muerte de Franco muchos españoles aceptaron sumarse a un "pacto del olvido", la cuestión ha vuelto a salir ahora a la superficie; y el gobierno español ha creado una comisión para considerar las cuestiones relacionadas con la verdad y las reparaciones. La moraleja parece ser que los intentos de amnesia colectiva están condenados al fracaso.

Semejantes investigaciones han dado lugar a otras opciones. Una de ellas - polémica- es que los grupos paramilitares y los organismos de seguridad proporcionen de forma voluntaria información a familias a través de un órgano de coordinación central. Otra opción es una comisión de clarificación histórica que coloque el énfasis no tanto en unas víctimas específicas como en el diseño de una narración histórica fidedigna.

Se trataría de explorar las raíces del conflicto, empleando sobre todo investigadores e historiadores, en vez de abogados. El peligro es que semejante dinámica podría desembocar en un árido proceso académico; si bien una de las ventajas es que las personas tendrían ocasión de contar su historia individual, un acto que muchos consideran un ejercicio útil y terapéutico. La quinta opción es aprovechar las iniciativas de base que ya se están produciendo y combinar los relatos personales con el trabajo de investigación y de otro tipo. Un órgano de supervisión recopilaría los testimonios de víctimas, testigos y ex combatientes, con la idea de maximizar una sensación de propiedad y atribución de poder, así como permitir que las personas sean escuchadas. Semejante órgano carecería de poderes legales pero, al estar arraigado en las comunidades locales, tendría una fuerte sensación de legitimidad.

El grupo insiste en que muchas de las opciones no son mutuamente excluyentes y pueden combinarse de modo imaginativo. Entre las otras ideas mencionadas se incluyen un museo dedicado a los disturbios y un día dedicado al recuerdo. Algunos consideran que podrían surgir técnicas nuevas e innovadoras, centradas quizá en el teatro o el arte.

Aunque el debate sobre las técnicas de la verdad se desarrolla ya desde hace muchos años, es evidente que todavía tiene mucho camino por recorrer. En el seno de los grupos unionistas, el IRA y las fuerzas de seguridad, muchos se resisten a la idea de descubrir oscuros secretos.

Sin embargo, muchos otros creen que cierta forma de ejercicio de la verdad no es sólo deseable sino necesario: no estará exento de dolor, pero lo cierto es que ya hay mucho dolor en todas partes.

El ex agente de policía Irwin Turbitt ha declarado: "Creo que el proceso que ha dado lugar al informe es tan digno de atención como el informe mismo. Constituye en sí mismo una importante señal de progreso".

En palabras del republicano Jackie McMullan, "los republicanos tenemos que dar el nivel a la hora de reconocer el sufrimiento de todos aquellos a quienes hemos hecho daño. Al principio, todo esto de hablar del asunto me pareció una especie de una carga, pero ahora siento que tengo un compromiso personal. El pasado no va a desaparecer".

Y Alan McBride, para quien el dolor y la pena no son ajenos, lo ha resumido: "Creo que necesitamos algún mecanismo para enfrentarnos con el pasado. Puede que haga daño a algunas personas, pero creo que el bien resultante será mayor que el daño producido".

La historia del pastor ex soldado


Las actividades del reverendo Andrew Rawding son un ejemplo del tipo de trabajo tendente a la construcción de puentes que se realiza hoy en la sombra en Irlanda del Norte. Rawding sirvió durante dos años y medio en el Real Regimiento de Fusileros como jefe de sección en algunas zonas peligrosas, como el sur de Armagh. Actualmente es pastor de la Iglesia de Inglaterra y trabaja con la Iglesia de Irlanda en Armagh.

Está en contacto con algunos de los soldados destinados a la misma zona. "Lo que he aprendido con los veteranos que sirvieron en las décadas de 1970 y 1980 es que han tenido tiempo y espacio para reflexionar (...). Algunas de sus dudas son sencillamente ¿cómo aceptar mis experiencias? y ¿cómo avanzar de algún modo? Una mezcla de emociones: dolor, pérdida, algún tipo de trauma, algún tipo de culpa o sólo grandes interrogantes"

El reverendo perdió amigos en Irlanda del Norte. "Reflexioné sobre la llamada a amar a nuestros enemigos. Así que emprendí un viaje voluntario para construir una relación con el IRA y las personas que pertenecieron a él. Les digo: ´Mirad, hemos participado en una violencia extrema y, en realidad, compartimos más cosas que con otras personas, y cada uno puede contribuir a la curación del otro´. He presenciado momentos increíbles. He estado sentado a una mesa donde un veterano del ejército británico y un combatiente republicano hablaban de los combates en los que participaron. Hablamos de tácticas y tipos de armas, y creamos un vínculo común desde experiencias comunes".

Y añade: "Intentamos transmitir a las comunidades el mensaje de que si esas personas pueden sentarse juntas quizá haya en el futuro la posibilidad de que otros participen en el diálogo. Son veteranos que necesitan salir de su aislamiento. ¿Acaso los soldados muertos murieron en vano?"

 
C) THE INDEPENDENT. TRADUCCIÓN: JUAN GABRIEL LÓPEZ GUIX -La Vanguardia, España.

La Vanguardia (España)

 



 
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