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04/01/2007 | El gas y el nuevo protagonismo ruso

Txente Rekondo

Con la ayuda de las reservas de gas más importantes del mundo y una creciente red de gaseoductos, Rusia comienza a recuperar su posición de potencia mundial perdida tras la disolución de la Unión Soviética.

 

Los movimientos en la escena internacional, sobre todo las maniobras que Occidente está desarrollando en el llamado espacio postsoviético han llevado también al Kremlin a redefinir su política, mostrando su disposición y capacidad para maniobrar en esos estados al tiempo que manifiesta su rechazo a la nueva integración de sus antiguos aliados en el llamado eje euroatlántico.

Para algunos, los movimientos de Rusia en torno a aspectos energéticos se interpretan como “el uso agresivo de los recursos energéticos”, como un arma que puede protagonizar las relaciones de Moscú con Europa, pero también con los países que conforman ese espacio postsoviético, y con el resto del mundo. Moscú juega sus cartas energéticas y mientras que maniobra en su entorno con su capacidad productiva, por otra parte abre un abanico de colaboraciones con otros países productores de gas o petróleo. Así ha vendido reactores nucleares a Irán, armamento militar a Venezuela, y también ha logrado un convenio sobre el gas natural con Argelia.

La nueva situación generada ha traído consigo también una nueva coyuntura internacional que en cierta medida puede jugar a favor de los intereses de Rusia en la nueva escena mundial. Según Ivan Krastev, “en primer lugar el incremento de los precios energéticos, sobre todo del petróleo, le puede permitir recuperar un importante rol internacional como superpotencia energética. En segundo lugar, la crisis interna de la Unión Europea ha frenado las expectativas de incorporación de países como Ucrania, Georgia, Moldavia o Bielorrusia, y finalmente los acontecimientos de las revoluciones de colores han sido una especie de 11-S de cara a la política exterior rusa, que le lleva a buscar relaciones bilaterales con los distintos estados de la UE”.

Rusia hace tiempo que se ha convencido de la importancia de la energía a la hora de reclamar y abordar su papel de potencia mundial. Ésta va a ser una de las cartas que le puede permitir a Putin asentar su política exterior con mayor firmeza, al tiempo que recupera para su país el estatus de potencia mundial. En los últimos meses, desde el Kremlin se han puesto en marcha toda una serie de medidas para asentar ese rumbo geopolítico.

Los proyectos para tejer una nueva red de oleoductos y gaseoductos tienen ese componente estratégico, vital para que Rusia pueda sortear contratiempos como el actual, donde Ucrania le amenaza con sustraerle el gas que circula por los gaseoductos en su país. El desarrollo del puerto de Primorsok en el mar Báltico, conocido como el Sistema de Oleoductos del Báltico (BPS), le permitirá a Moscú que sus exportaciones no dependan tanto de las voluntades de Letonia, Lituania o Polonia. Además, la construcción del gaseoducto bajo el mar Báltico sorteará el territorio polaco y ucraniano, dejando a estos Estados sin poder influir en las exportaciones rusas. Por su parte, el oleoducto siberiano, cuya primera fase la puso en marcha en abril pasado Putin, unirá la región siberiana de Irkutsk con la costa rusa del Pacífico, lo que permitirá a Rusia exportar mayores cantidades de crudo hacia Asia (China, Japón y las dos Coreas son los principales destinatarios). También cerca de la frontera china pretende Moscú construir una importante refinería con el mismo sentido. Finalmente, el proyecto del mar de Barent o el recién inaugurado gaseoducto Blue Stream que une Rusia con Turquía y cuenta además con la participación de Italia, unido al mensaje de Putin anunciando que las exportaciones energéticas de Rusia hacia Asia se multiplicarán por diez en la próxima década, son algunas muestras de esa política que impulsa Moscú.

Junto a ello conviene resaltar también la ley sobre los recursos naturales que próximamente aprobará la Duma, y por la que se prohíbe que compañías extranjeras puedan explotar los recursos minerales o los oleoductos rusos. Ello unido al carácter estratégico que está adquiriendo la empresa Gazprom, y a la renacionalización de más de un tercio de las anteriormente privatizadas empresas energéticas, permite lograr una mejor visión del devenir de la geopolítica energética rusa.

Rusia lleva camino de volver a ser una importante potencia mundial, si no lo es ya. En términos energéticos nadie puede poner en duda dicha afirmación. Su enorme territorio, sus importantes fuentes energéticas y naturales, y el hecho de ser el país con la mayor reserva de gas natural del mundo le permiten reclamar esa posición.

Txente Rekondo (Gabinete Vasco de Análisis Internacional, GAIN)

Diagonal (España)

 


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