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08/03/2005 | El gran salto chino y América Latina

La Prensa (N) Staff

El mundo entero observa con asombro el “gran salto hacia delante” que está dando China comunista, logrando envidiables ritmos de desarrollo. En realidad, esta es la segunda vez que China pone en práctica un plan para dar el “gran salto”, pero sólo ahora lo está haciendo exitosamente.

 

La primera vez que lo intentó fue bajo el liderazgo despótico de Mao Zedong, en 1956, siete años después de que el Partido Comunista tomó el poder mediante una sangrienta revolución, el 1 de octubre de 1949. El objetivo era alcanzar en un plazo de quince años, no sólo a su “hermana comunista”, la Unión Soviética, sino también a las principales potencias capitalistas de entonces: Estados Unidos e Inglaterra. Y así fue que en menos de un año el 99 por ciento de la economía agrícola fue colectivizada y decenas de millones de propietarios rurales fueron arrojados de sus tierras, obligados a proletarizarse y a trabajar en las comunas populares a cambio de una mísera ración o un salario miserable.

Pero el “gran salto” que en la realidad dio China comunista fue hacia atrás y el país se volvió mucho más atrasado y pobre que como era antes de la “liberación” comunista. Aparte de la brutal represión política que costó la vida a millones de personas, incluyendo a decenas de miles de activistas y cuadros del Partido Comunista, disidentes o simplemente desafortunados, la hambruna que desencadenó la colectivización mató a casi cien millones de personas.

Casi treinta años después de aquella catastrófica y sanguinaria experiencia, y de la “revolución cultural” —que siguió al “gran salto”— instigada por la perturbada mujer de Mao Zedong (Chang Ching), el nuevo líder chino Deng Tsiao-ping planteó que en el país podrían coexistir y desarrollarse los dos sistemas, el comunista y el capitalista. Y a partir de las reformas económicas pro-capitalistas que introdujo el país se ha venido desarrollando de manera espectacular.

Ahora en América Latina cada vez más personas (economistas, políticos, investigadores, periodistas) se preguntan cuál es el secreto de las “proezas económicas” de China, que ha podido acumular 470 mil millones de dólares en reservas, alcanza exportaciones por casi 350 mil millones de dólares, recibe inversiones extranjeras por 60 mil millones de dólares y dentro de 10 años será la segunda economía mundial.

Al respecto el conocido periodista del diario estadounidense en español, El Nuevo Herald, Andrés Oppenheimer, escribió recientemente en dicho diario sobre su visita de diez días a China comunista. Y aparte de dar a conocer su asombro por las impresionantes muestras del desarrollo chino, Oppenheimer plantea la siguiente interrogación: “¿Qué está haciendo China que no se está haciendo en América Latina?” Según el mencionado periodista internacional “China se ha convertido en altamente competitiva en la carrera global por las inversiones y el comercio, mientras que América Latina se quedó atrás”. Y cita como ejemplo que mientras el Gobierno de Venezuela suspendía por tres días los 80 restaurantes McDonald’s del país por presuntas violaciones a leyes impositivas, y el Presidente izquierdista venezolano Hugo Chávez denunciaba el “imperialismo salvaje” de Estados Unidos, “la prensa oficial china había anunciado triunfalmente la visita del directorio en pleno de McDonal’s que se entrevistaría con los máximos funcionarios del Gobierno y anunciaría la expansión de sus 600 restaurantes en el país a 1,000 para el año próximo”.

En realidad, la causa del éxito económico de China en contraste con el atraso o el estancamiento de los países latinoamericanos —salvo honrosas excepciones— es que el gigante asiático ha optado por un verdadero camino capitalista de desarrollo, el cual según lo confirma la experiencia histórica es el único que puede asegurar el crecimiento económico y, por lo consiguiente, la prosperidad social y el progreso de las personas.

Para ver otro caso aleccionador del porqué mientras China se desarrolla a paso de gigante los países latinoamericanos se cocinan en su propia pobreza y viven de la ayuda internacional, Oppenheimer debería venir a ver a los políticos nicaragüenses dictando más impuestos y controles a la empresa privada, desalentando la inversión extranjera, retrasando la aprobación del DR-Cafta, asfixiando a la renaciente y aún débil clase media, sometiendo la justicia y la ley a la política partidista, e impidiendo por tanto que el país se desarrolle y salga de la pobreza.

La Prensa (Ni) (Nicaragua)

 



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