Inteligencia y Seguridad Frente Externo En Profundidad Economia y Finanzas Transparencia
  En Parrilla Medio Ambiente Sociedad High Tech Contacto
Sociedad  
 
07/01/2007 | Bulgaria y Rumanía: De inmigrantes a ciudadanos de Europa

Jordi Rovira

¿La entrada de Bulgaria y Rumanía en la UE hará aumentar la llegada de inmigrantes? El Gobierno teme que sí, pero en sus países creen que muchos optarán por regresar

 

En Jurilovca, un pequeño pueblo de 4.000 habitantes al este de Rumanía, cada vez quedan menos jóvenes. Sus calles, semivacías, revelan cómo la emigración está diezmando el tejido productivo. Como otros pueblos rumanos, se está quedando deshabitado.

"Se van, los jóvenes se van", se lamenta una mujer, madre de dos hijos. El mayor se marchó a Francia y el pequeño algún día espera seguir los pasos de su hermano. Uno de los pocos jóvenes que se encuentran en las calles de Jurilovca es Nichita Alexandro, quien junto a sus amigos ve pasar el tiempo sentado en un portal. Tiene 19 años y se expresa en un español bastante fluido que aprendió tras su estancia de poco más de un año en Bilbao, donde reside su madre.

En la capital vasca ha dejado una decena de amigos rumanos, todos ellos del pueblo, todos ellos jóvenes. "Quiero volver allí. Aquí no tengo nada que hacer. Hay poco trabajo y está mal pagado", dice.

"Abiertas las fronteras - vaticina-, mucha gente se marchará. Todos mis amigos quieren irse en busca de trabajo, pero también en busca de otro estilo de vida. Allí la juventud es más moderna y divertida". Para comprobar si su predicción tiene fundamento improvisamos una encuesta con sus cuatro amigos. Nichita tiene razón. Uno quiere irse a Francia; otro, a Italia; el tercero, a España, y el último todavía no ha decidido el destino.

No obstante, todos aquellos que deseen trasladarse legalmente a España tras el ingreso en la UE deberán esperar. El pasado octubre, el Gobierno español anunció que, como ya hizo con los otros países del Este que ingresaron en la Unión Europea en el 2004, habría una moratoria de dos años a la libre circulación de trabajadores procedentes de Rumanía y Bulgaria.

Esta medida restrictiva, que también ha sido impuesta por otros socios comunitarios, como Reino Unido, Francia e Irlanda, no tardó en recibir las críticas de la Federación de Asociaciones de Rumanos en España y la Asociación de Inmigrantes Búlgaros. "El temor a una oleada es falso", aseguraron los primeros. Se trata de un "miedo infundado", alertaron los segundos. Incluso el presidente rumano, Traian Basescu, ha intentado convencer a los miembros del club europeo de que no está justificado el miedo a una "invasión", mientras que el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, aseguró que los europeos no deben temer migraciones masivas, aunque admitió que "entiende" las reticencias de los que blindan sus fronteras. Pero, entonces, ¿quién tiene razón? ¿Nichita y sus amigos o los políticos y representantes de los inmigrantes?

La respuesta a esta pregunta tiene su importancia, aunque sólo sea demográficamente hablando. Cientos de inmigrantes sin papeles, en su mayoría rumanos y búlgaros, cruzan a diario por algún punto fronterizo de la frontera con Francia de la mano de las mafias. Suelen ser autobuses blancos o de color claro, matriculados en Rumanía y con vidrios oscurecidos. Este goteo incesante de recién llegados indocumentados es una de las razones por las que los rumanos se han convertido en el tercer colectivo inmigrante más numeroso en España. Desde el 1 de enero del 2002, cuando se les levantó la exigencia de visado, su presencia se ha incrementado notablemente.

Los rumanos son, a diferencia de otros inmigrantes, muy bien aceptados y demandados por los agricultores españoles. Los datos del censo hablan por sí solos. En el 2001, España albergaba a 31.641 rumanos. Cinco después ya son 381.955. Y si sumamos los que se encuentran en situación irregular, las cifras se disparan.

"Se calcula que de los tres millones de rumanos que viven en la UE, la mitad está en Italia y unos 600.000 viven en España. Saben que la ley española e italiana, aunque sea dura, en realidad no se aplica", apunta Alexandra Mihai, socióloga de la Universidad de Bucarest, que ha pasado unos meses estudiando los hábitos de la inmigración rumana de la Comunidad de Madrid, donde se ha convertido en el colectivo más numeroso.

Además de la flexibilidad de las leyes también cuenta el hecho de que "el italiano, el francés y español son lenguas latinas, como el rumano, y el conocimiento de la lengua es un factor de integración muy importante", recuerda Dumitru Sandu, experto en fenómenos migratorios y también sociólogo de la citada universidad.

Tres millones de rumanos

Alos tres millones de rumanos que viven fuera de su país debe sumarse otro millón y medio de búlgaros. Su caso es todavía más grave, porque mientras Rumanía tiene 22 millones de habitantes, Bulgaria sólo tiene seis, lo que implica que un 20% de ellos se encuentra fuera de sus fronteras.

Neli Ognyanova, doctora en Ciencias Políticas y responsable del departamento de Estudios Europeos en la Universidad de Sofía, dice tajante que "no habrá otra oleada migratoria. Los que se querían ir ya se fueron".

A cientos de kilómetros de allí, los expertos rumanos apuntan en el mismo sentido. "¿Otra emigración masiva? ¡Pero si ya están allí! ¡Aquí hay pueblos en los que sólo quedan personas mayores y niños!", advierte Alexandra Mihai. "En algunas regiones, como Moldavia, recurren a trabajadores de China, porque no tienen suficiente mano de obra autóctona", agrega Dumitru Sandu.

A ambos lados del Danubio, los expertos coinciden en negar que vaya a producirse avalancha alguna, aunque sí reconocen que el ingreso en el club comunitario no detendrá el incesante goteo de inmigrantes. "El fenómeno no finalizará mientras haya jóvenes que deseen irse", asegura Alexandra Mihai.

La duda reside en saber cuántos ciudadanos más marcharán. Dumitru Sandu tiene su propia teoría al respecto. "Debemos mirar qué ocurrió en el 2004 con los países que ingresaron en la UE, porque tanto Rumanía como Bulgaria tienen una situación similar. Aquel ingreso no produjo las migraciones que se esperaban. Y eso es un hecho. Llevamos años estudiando el fenómeno migratorio sobre el terreno y hemos observado que la nueva liberalización del mercado estimulará

cierto crecimiento de las migraciones. Nuestro cálculo es que se producirá un aumento similar al que se produjo en el 2002, cuando entramos a formar parte del espacio Schengen: entre un 10% y un 15%, la mayoría de ellos jóvenes".

Jóvenes sin referentes

Los jóvenes de estos países están viviendo unos años difíciles, extraños. Muchos de ellos se han quedado sin referentes claros. La caída del comunismo, 18 años atrás, comportó una ruptura total con el pasado. Ahora, con una democracia que todavía no ha cumplido la mayoría de edad, las nuevas generaciones sueñan con marcharse. "Los que emigran son gente con un alto nivel educativo, o pobres y gitanos", recalca Neli Ognyanova. El problema, apuntan los expertos, es que la opinión pública, como la española, sólo visualiza a estos últimos, lo que alimenta los prejuicios.

"Toda esta gente que se está marchando son jóvenes y los necesitamos aquí. No creo que vuelvan", afirma Krusimir Nikolaev Hristov con un gesto de resignación. A sus 23 años e impecablemente vestido con su uniforme, este joven soldado pasea por Veliko Tarnovo, la que fuera capital búlgara en la alta edad media, mientras la nieve recubre de blanco las calles. Pero no todos los ciudadanos preguntados lo ven igual. Otros muestran una absoluta convicción en el regreso de los suyos. La historia les dice que eso es lo que ocurrió con muchos de los ciudadanos que tras las emigraciones masivas de los años 90 - entonces se fueron, sobre todo, a Turquía, Israel y Grecia- acabaron regresando.

El problema es que tras la vuelta no encontraban trabajo y, con el tiempo, volvieron a irse. "Los que se han marchado volverán. Muchos de los polacos que se fueron cuando su país ingresó en la UE han regresado, porque no es fácil integrarse", argumenta Mihaela Misheva, experta en migraciones y profesora de Metodología Sociológica de la Universidad de Economía Nacional e Internacional de Sofía.

El dilema es cómo incentivar el regreso de los inmigrantes y lograr su posterior adaptación. "La perspectiva es que vuelvan, pero, ¿cómo?", se pregunta Mihail Mirchev, sociólogo y miembro del consejo de expertos en temas demográficos del presidente de la República de Bulgaria.

Él mismo ofrece una respuesta: "Debemos reducir la distancia entre los salarios de aquí y los europeos, pues los nuestros son entre seis y diez veces más bajos. Buena parte de nuestra industria ha sido destruida o minimizada, y eso provoca un paro que incluye a profesiones técnicas e ingenieros. Así que debemos reconstruir este sector de la economía para que esta gente pueda trabajar en su país".

Pero, ¿qué ocurrirá si finalmente los inmigrantes no regresan? "Entonces la economía sufrirá un gran déficit de personas en edad laboral, gente educada y con habilidades, y además aumentará la proporción entre grupos socializados y antisocializados. Y eso será negativo tanto para Bulgaria como para la Unión Europea", apunta.

"A mí, nadie me dijo que no volvería, pero lo cierto es que ya se han comprado pisos y tienen hipotecas de 30 o 40 años en sus países de acogida, aunque para algunos eso es una inversión para comprarse un piso en Rumanía en el futuro", resume Alexandra Mihai de sus entrevistas con inmigrantes que residen en España. "Los rumanos que viven en Europa son, según nuestro estudio, gente muy pragmática - explica Dumitru Sandu-.

Si mejora la economía rumana, los emigrantes volverán, y si empeora se quedarán donde están. Son gente racional que tiene en cuenta la evolución tanto de su país como de los países de acogida. Cualquier pequeño cambio en la economía puede tener importantes efectos demográficos".

Lejos de los despachos de los expertos, el joven Nichita Alexandro tiene su opinión sobre un tema que le afecta de lleno: "Es cierto que la gente quiere marcharse - apunta desde las deshabitadas calles de Jurilovca-, pero creo que algún día volverán. Mi intención es esa. Primero irme a España unos años, conseguir los papeles y, a la larga, regresar a mi país".

Con otra mentalidad en la maleta


El joven Razvan Dumitru, licenciado en Antropología Social, comprobó en primera persona cómo muchos pueblos del noroeste de Rumanía, foco de la emigración de los años 90, cambiaron su fisonomía gracias al dinero que enviaron los emigrantes y del cambio de hábitos de los que regresaron.

En el curso de una investigación universitaria halló muchos hogares redecorados de forma ecléctica, porque los que habían vuelto imitaban la decoración de los países en los que habían residido. Pero el mayor efecto es otro: "El dinero que llega del extranjero explica el actual dinamismo del país, aunque lo más importante es el cambio de mentalidad reflejada en la cultura del trabajo, ahora mucho más sistemático y disciplinado.

Los que han emigrado y luego regresan trabajan mejor y son más críticos con las instituciones. Y este cambio es importante, porque genera una presión en las organismos locales que les obliga a trabajar diferente", apunta Dumitru Sandu. "El país recibe anualmente unos 650 millones de euros de las remesas de los emigrantes, que se han convertido en unos grandes inversores de nuestra economía.

Muchas familias no tiene un gran salario, pero gracias a este flujo de dinero pueden llevar aquí una vida normal", afirma Mihail Mirchev. Sin embargo, otros expertos, como Mihaela Misheva, no creen que ese modelo sea demasiado positivo: "No producimos, sino que estamos gastando el dinero de los que viven fuera de Bulgaria y producen en sus países de acogida. Y eso no es natural"

La Vanguardia (España)

 



 
Center for the Study of the Presidency
Freedom House