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11/01/2007 | Ingenieros de Almas; los dogmas progresistas

Oscar Elía Mañú

El laicismo de Peces-Barba no parece quedarse en la simple afirmación de la relatividad y del pluralismo; trae consigo sus propios dogmas, tan absolutos como indiscutibles. Razón por la cual no podrá soportar competencia alguna; es la nueva democracia.

 

Constitución, laicismo, “valores democráticos”

En los últimos años, el catedrático y rector de la Universidad Carlos III Gregorio Peces-Barba ha ido adelantando el contenido de la asignatura de Educación para la ciudadanía. En el último mes, ha sido el Manifiesto del PSOE el que ha retomado, con sintaxis poco elegante y la militancia propia de la política, las opiniones del profesor de Filosofía del Derecho. En una España ya suficientemente crispada, medios de comunicación y políticos se han lanzado a un nuevo debate sobre la relación entre las creencias religiosas y morales cristianas y la vida pública; la mayoría de ellos agotan el debate en la dialéctica derecha-izquierda. Pero al fondo, a la espera, los movimientos islamistas esperan pacientes el resultado de la discusión, preparados para lanzarse sobre los despojos de una cristiandad despistada.

¿Cuáles son las ideas de los defensores de una España laicista? En primer lugar, tanto Peces Barba en sus artículos como el Manifiesto del PSOE afirman su adhesión a los valores de la Constitución de 1978. Los autores del documento socialista, afirman textualmente: La Constitución de 1978 es una norma básica que garantiza el ejercicio en igualdad del amplio catálogo de derechos y libertades atribuido a los ciudadanos y que diseña un marco para la convivencia en paz asegurando la cohesión y la estabilidad política, social y económica del país, afirma el documento socialista; ha sido el único período constitucional de normalidad democrática y estabilidad política, reza en su comienzo. La alusión a los valores de la Constitución de 1978 es una constante repetida entre el movimiento laicista.

En segundo lugar, sus partidarios afirman que la única manera de garantizar la libertad de conciencia es mediante el principio de laicidad; éste representa la garantía de convivencia frente a los fundamentalismos religiosos, contrarios a los derechos y libertades constitucionales. Para Peces Barba, este principio de laicidad queda consagrado en el artículo 1 de la Constitución. Criticando duramente la postura de la Iglesia Católica ante la asignatura de Educación para la Ciudadanía, el profesor Peces Barba afirma como aquella es incapazde entender que la enseñanza de un Estado democrático pueda transmitir los valores de libertad, de igualdad, de pluralismo y de justicia que están en el artículo primero de la Constitución (“Las luces y las sombras”, El País, 22-08-06)

Esto exige, en tercer lugar, para garantizar la laicidad, los poderes públicos deben dedicarse a la formación de conciencias libres, activas y comprometidas con el mínimo común ético constitucional, esto es, con el patrimonio común de valores constitucionalmente consagrado (Manifiesto PSOE). Para garantizar la libertad de conciencia, el Estado debe proporcionar una enseñanza laica, común para todos los ciudadanos y en diversas etapas desde la primaria a la superior (Peces Barba, El País 22-08-06).

Afirmación del compromiso con la Constitución, concepción de las creencias religiosas como contrarias a la libertad y al pluralismo y defensa de una enseñanza de sus valores son los tres puntos sobre los que pivota el pensamiento laicista hoy.

El compromiso progresista con la Constitución

En cualquiera de sus manifestaciones, los laicistas se muestran encantados con la Constitución, Peces Barba repite una y otra vez el artículo I, y el Manifiesto del PSOE habla de de consenso, concordia y generosidad de todas las fuerzas políticas llamadas a representar a los ciudadanos. Las loas a los beneficios constitucionales parecen razonables; nada tendrán que objetar a ello liberales y conservadores, que ven en la Carta Magna la  imagen y semejanza de los de las naciones que nos rodean.

Ahora bien, los laicistas no tardan demasiado en recordarnos que los límites constitucionales son relativos, que la Constitución les interesa, pero solamente en parte. Para los maestros laicistas, la Constitución de 1978 tiene sentido únicamente en la medida en que se inscribe en un proceso histórico en el que quedará superada la actual relación entre el Estado e Iglesia. Apelan a la Constitución y a la convivencia actual… para advertir que es necesario cambiar la convivencia actual. Las preguntas ¿están enfrentados los españoles acerca de las creencias religiosas? ¿existen problemas de convivencia entre ellos a causa de la religión? carecen de sentido para el laicismo, puesto que no dicen solucionar un problema, sino prometer un futuro mejor al margen del presente real; Peces Barba basa su discurso en los problemas religiosos de los siglos XVIII, XIX y XX. Nada dice de la pregunta fundamental, acerca de la situación en la España real actual.

Los laicistas elevan al cielo las alabanzas de la concordia, el pluralismo y la concordia constitucional actual…para continuar diciendo que lo que hay que hacer es superar su significado; para Peces Barba, lo que se hace es recuperar su sentido original, o por lo menos el que él le otorga. Aclara que la relación desde 1978 entre la Iglesia y el Estado ha sido anómala –por culpa del PP-, llegando hoy el momento de hacerla cumplir (El País, 18-09-06); en esta interpretación coinciden los firmantes del Manifiesto socialista con el profesor universitario. Para ambos, ha llegado el momento de dar un paso más; sea para cumplir definitivamente lo que interpretan que dice la Constitución o sea para superarla sin remilgos, lo cierto es que unos y otro están convencidos de cambiar las relaciones religiosas y sociales de la España actual. Es decir, de cambiar la España actual, lo que ya nos da una pista acerca de sus intenciones.

¿Por qué introducir cambios sociales en un asunto que, manifiestamente, no ha generado problema alguno entre españoles? Desde 1978, la relación entre centros públicos, privados, concertados, confesionales o no, no ha pasado de las discusiones propias de un sistema constitucional-pluralista; nada que ver con el panorama sombrío medieval que dibuja con morbo Peces Barba. Sin embargo, tanto los redactores del Manifiesto del PSOE como el profesor universitario juzgan como necesario el cambio. ¿Por qué? No parecen atenerse a un conflicto social del que ni ellos mismos defienden su existencia; de haberlo no sería entre cristianismo y democracia, sino entre democracia e islamismo, asunto que parece preocuparles bastante poco.

Los laicistas interpretan la Constitución no por lo que dice, sino por lo que debe decir o debería decir. Buscan cambiar el orden religioso y moral, y lo hacen aludiendo a la pureza constitucional y al necesario progreso social; la extensión de derechos, la verdadera democracia. El laicismo apela así, no al presente, sino al futuro; no a los problemas actuales, sino a los beneficios futuros; Peces Barba describe a los obispos españoles como oscuros conspiradores ávidos de un poder eterno. La descripción puede estimular para el manifestante callejero; intelectualmente sería pueril e insuficiente, pero muestra algo peor, la ideologización del discurso ético-político. El presente parece dar igual, si de lo que se trata es de pintarlo tenebroso y anunciarse a sí mismo como liberador de la democracia. El laicismo en España es así una de las consecuencias del progresismo que busca campar a sus anchas en la España del siglo XXI.

Laicidad y ¿libertad?

Profetizándonos que el cambio social traerá bondades para todos, el Manifiesto del Partido Socialista afirma la identidad entre laicismo y libertad: Sin laicidad no habrían nuevos derechos de ciudadanía, serían delitos civiles algunas libertades como la interrupción voluntaria del embarazo, el matrimonio entre personas del mismo sexo, (…) y dejarían de ser delitos el maltrato a la mujer, la ablación o la discriminación por razón de sexo. Sin laicidad sería difícil evitar la proliferación de conductas nada acordes con la formación de conciencias libres y críticas y con el cultivo de las virtudes cívicas.

¿Es el laicismo garantía por sí mismo de los derechos que los miembros del Partido Socialista defienden? ¿Garantiza su reconocimiento la libertad de conciencia de los ciudadanos? Para el PSOE cada cual es libre de realizar en la intimidad las prácticas religiosas que desee, dando por supuesto que así se garantiza, per se, las libertades y derechos públicos. Lo afirma también con entusiasmo Gregorio Peces Barba; En todos los países en que avanza en el siglo XIX y se completa en el siglo XX la educación nacional obligatoria, gratuita y laica, la escuela se reconvierte en un núcleo de igualdad social y de liberación intelectual, dos objetivos centrales del mundo moderno (El Pais, 22 de agosto 2006). Puede observarse la adscripción de Peces Barba del laicismo al progresismo, la interpretación de la historia política en clave de progreso.

¿Es el laicismo estatal garantía de derechos ciudadanos como afirman Peces Barba y el PSOE? La respuesta teórica es evidente; en sí mismo el laicismo no dice nada acerca de las libertades y los derechos, por lo menos en la línea que defienden sus seguidores. La oposición entre religión y libertad es demasiado tosca, simple, facilota. Más aún, el laicismo del siglo XX que entusiasma a Peces Barba muestra las evidencias de que tales ilusiones pueden esconder el monstruo de la política. Vayamos a dos ilustres ejemplos de laicismo alentado y reconocido desde el Estado, donde se encierra a la religión en la esfera de lo privado:

Judíos y cristianos son reconocidos oficialmente grupos religiosos, quienes, en el marco de la ley del Reich, son libres de realizar sus ritos religiosos y ceremonias, y actuar de acuerdo a sus propios principios religiosos en material de asuntos personales y educación religiosa, reza el Artículo 13 de la Constitución del III Reich. Ejemplo exagerado, quizá. Se dirá que el nacionalsocialismo no tenía como finalidad garantizar la libertad de conciencia. Cierto. Vayamos pues a otro régimen que decía defenderla: A fin de garantizar a los ciudadanos la libertad de conciencia, la Iglesia en la URSS está separada del Estado, y la escuela, de la Iglesia. Se reconoce a todos los ciudadanos la libertad de culto y la libertad de propaganda antirreligiosa (Artículo 124, Constitución de la Unión Soviética, 1936)

Los dos grandes totalitarismos del siglo XX, responsables de la muerte de millones de seres humanos, no sólo no fueron simplemente laicos, sino que fueron explícitamente laicistas; antes de desencadenar el infierno sobre millones de personas, nacionalsocialistas y comunistas relegaron cualquier valor a la esfera de lo privado; encerrados en sus casas, los valores morales y religiosos no podían hacer más que esperar a que la Gestapo o la NKVD acabaran con ellos físicamente. En nombre de la libertad de conciencia, acabaron con ella. ¿Desconoce Peces Barba ambos extremos históricos? Lo ignoramos, pero parece claro que por lo menos tales peligros no le parecen relevantes.

Más allá de confundir la ideología con los hechos históricos y el desarrollo argumental, Peces Barba ahonda en el concepto progresista de la historia, e identifica laicismo con progreso técnico-científico y derechos humanos: la existencia de un movimiento hacia delante de apoyo al progreso científico, que encontró su conexión con los derechos fundamentales y dio lugar a la aparición de algunos nuevos como la libertad de la ciencia y de la investigación y la libertad de cátedra, que blindan a la ciencia de posiciones eclesiales antimodernas. (“El miedo al mono”, El País, 21-11-06). El argumento de Peces Barba es, por lo demás, extremadamente simple; la Iglesia representa la oscuridad, la teocracia, el atraso y la barbarie. El laicismo, por el contrario, representa la luz, la civilización, la barbarie, el progreso. ¿Exageración de los puntos de vista del profesor? De ninguna de las maneras: La tensión entre luz y oscuridad, entre autoridad y libertad constituye el hilo argumental del artículo “Las luces y las sombras” de Peces Barba anteriormente citado.

¿Qué concepción de pluralismo tiene Peces-Barba cuando considera que determinadas creencias constituyen la oscuridad? El profesor afea su conducta a los creyentes cristianos: Desconocen el pluralismo, la laicidad y la independencia de los ámbitos públicos. Se ve que no han leído a Mazzini, ni a Cavour, ni a Stuart Mill, ni a Jules Ferry, ni a Scheller, y en España tampoco conocen a Juan Valera, a Clarín, a Galdós o a Fernando de los Ríos. Pero el pluralismo de Peces-Barba parece ser extremadamente particular; acusa a los demás de despreciar ideas ajenas, y él arroja las opuestas al pozo de la oscuridad, del atraso, de la barbarie. El profesor defiende ardorosamente el pluralismo, para a continuación negar la validez intelectual de las ideas ajenas. Su concepción del pluralismo es, paradójicamente, homogénea y dogmática;

Discrepar de Donoso Cortés, De Bonald y De Maistre no es, en el pensador, obstáculo para reconocer que se trata de indudables figuras intelectuales; Subrayar los errores de Marx y su concepción unívoca de la historia no oscurecen la capacidad del sociólogo de Tréveris. Peces-Barba está en su perfecto derecho de santificar a Jovellanos y Montagine; muestra su concepción pluralista cuando arroja a Tomás de Aquino, Francisco de Vitoria o Benedicto XVI al saco de la oscuridad y la barbarie. La civilización europea se ha constituido de la mano de Voltaire tanto como de San Agustín.

Pero la posición de Peces-Barba se diferencia de otras posiciones enfrentadas con el cristianismo; en efecto, parece mantener idéntica concepción del cristianismo, para situarse en los límites del relativismo y del cinismo. Pero el laicismo de Peces-Barba no parece quedarse en la simple afirmación de la relatividad y del pluralismo; trae consigo sus propios dogmas, tan absolutos como indiscutibles. Razón por la cual no podrá soportar competencia alguna; es la nueva democracia.

La hora de los Ingenieros de Almas

Peces Barba hace ostentosa defensa del pluralismo, a condición de convertir las verdades cristianas en monstruosas aberraciones antidemocráticas: Quieren seguir teniendo el monopolio de las luces y de la verdad, no sólo en el campo religioso, sino también en el científico, en el educativo, en el cultural y en el político (22-08-06). La afirmación es estrictamente falsa en relación a lo científico y educativo; en relación a lo educativo, lo cultural y lo político daremos un paso más al darnos cuenta de que para Peces Barba la Iglesia no puede tener el monopolio de la verdad por que de hecho él parece ya creer poseerla para siempre.

Se equivocará el lector despistado; tras autoproclamarse defensores de la libertad de conciencia, tras anunciar su intención de destruir cualquier rastro cristiano en la vida pública, tras quemar creencias en nombre de la democracia, la conclusión parece evidente: ¿Acaso todo está sujeto a discusión en la vida pública? ¡De ninguna manera!, afirma Peces Barba. ¡Claro que hay verdades irrefutables!, responde el profeta progresista. El problema es, afirma, la recalcitrante Iglesia católica; Ninguna de las verdades históricas, de las conquistas intelectuales, médicas o científicas, les conmueven, afirma Peces Barba. El espectador del siglo XXI es ya consciente de las dificultades cristianas para hacerse cargo de algunos avances médicos o científicos; también de su entrega en otros casos. A Peces Barba, el cristiano podría recordarle las dificultades de partidos políticos, instituciones laicas para hacer lo propio con conquistas incuestionables, así como la paternidad laicista de aberraciones como el Gulag o la Checa. En la legislatura de la memoria histórica, Paracuellos es la culminación del alegre pluralismo progresista que muestra que las culpas históricas están muy bien repartidas.

Despojado ya de cualquier disimulo, Peces Barba ofrece la descripción de la asignatura Educación para la Ciudadanía, aquella que ha de salvaguardar la libertad de los ciudadanos; se debe explicar en qué consiste la objeción de conciencia; los problemas de las minorías raciales, lingüísticas, culturales, de orientación sexual; los derechos de la mujer, con especial dedicación a los problemas de violencia de género; y, finalmente, el medio ambiente, el derecho al aire limpio, al agua limpia, a la no contaminación, a la preservación del entorno natural, etcétera (18-09-06)

Peces Barba niega a la religión legitimidad alguna para opinar públicamente sobre el matrimonio homosexual y valores éticos o políticos; para a continuación dedicarse a advertirnos lo qué se debe explicar, que no es ni más ni menos que lo que el lector espera de Rodríguez Zapatero, Pedro Zerolo y Peces Barba. El pluralismo y la libertad lo son menos cuando el laicista introduce su se debe. Su se debe ha sido ya purgado de cualquier oposición; ¿no representa él mismo la democracia? ¡Como contestarlo, entonces! El laicista, en nombre del pluralismo, acaba con todo dogma…para acabar incluyendo los suyos, aquellos realizados en nombre de la libertad. Es así como el laicista se convierte en el ingeniero de almas que afirma liberar al hombre de sus fetiches a cambio de reconfigurar su alma; el se debe, impersonal, directo, indisimulado se convierte en el dogma estatal, aquel que Peces Barba defiende con autoridad sacramental.

Poca ilusión causarán al creyente, al cínico o al renegado las verdades históricas y las conquistas intelectuales son para Peces Barba dogmas inviolables, certezas absolutas e indiscutibles, contra las que nadie podrá alzar su voz; El rechazo de la violencia y de la guerra, el valor de las organizaciones humanitarias, la lucha contra la pobreza y contra la explotación de los hombres y de los pueblos, debe enmarcarse en los principios y los valores de la comunidad internacional y de Naciones Unidas.(Ibíd.).

Pero Peces Barba va más allá; el futuro radiante exige reconsiderar el pasado, reconfigurar las verdades históricas que molestan el advenimiento de la democracia real del profesor universitario. Sus exhortaciones contra las verdades tradicionales no acaban ahí; para cambiar el futuro será necesario aniquilar el pasado y el presente, y con ellos las verdades del que es depositario el filósofo, el historiador, el teólogo. Peces-Barba no parece dispuesto a detenerse en convertir al ciudadano a sus dogmas; antes que él, caerán los depositarios de la sabiduría; Debe cuidarse mucho la preparación del profesorado, e incluso crear profesores propios de Educación para la ciudadanía. En todo caso, la atribución mayoritaria de esas enseñanzas a profesores de Filosofía o de Historia debe ser completada con una formación específica que les prepare para explicar los principales conceptos de la materia

Ahora bien, el gremio filosófico, a izquierda y derecha, es especialmente crítico; unos contra las religiones, los otros contra el Estado o la ideología. Unos y otros manejan conceptos, establecen argumentos, fomentan la discusión; de Platón a Wittgenstein, de Epicuro a Popper o Habermas, los conceptos de belleza, libertad, sociedad, hombre o derecho constituyen su objeto de estudio. Desde Aristóteles, la búsqueda de la verdad caracteriza al filósofo. Pero Peces Barba no parece preocupado en detenerse en la verdad que los filósofos dicen buscar; imbuído de espíritu ciudadano, afirma su intención de formar específicamente a los filósofos, de explicarles los principales conceptos de la materia. Ahora bien, si Peces Barba afirma la necesidad de explicar conceptos a los filósofos, entonces es que tales conceptos son ajenos a la filosofía, y apuntan más allá; a la ideología.

¡Sorpresa! El laicismo, la apelación a la Constitución, al pluralismo, a la libertad de conciencia conlleva arrojar a las tinieblas las creencias religiosas y morales de millones de españoles; pero sobre todo, conlleva la declaración de una nueva religión que no admite discusión, pues se identifica, necesariamente con la misma democracia y el mismo pluralismo. Una religión de la que ya se han autoproclamado sus nuevos ingenieros de almas, que tienen la indisimulada intención de cambiar la sociedad española, sus creencias seculares y sus valores religiosos. Unos ingenieros de almas que dicen querer conducir a ciudadanos, intelectuales y profesores por la senda de la democracia, aquella que ellos mismos dicen haber descubierto más allá de los límites de la Constitución de 1978.

Analista del GEES en el Área de Pensamiento Político.

 

Grupo de Estudios Estratégicos (España)

 



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