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09/03/2005 | Hacia la justicia global de género

Blanca Diego

Proporcionar información sobre la Corte Penal Internacional (CPI) a las organizaciones de derechos humanos en países en conflicto; esclarecer los crímenes cometidos contra las mujeres en las guerras actuales o acabar con la política de chantaje de EE.UU. -que supedita la ayuda económica y militar a la garantía de inmunidad para sus militares- son algunos de los retos actuales del Caucus de Mujeres para la Justicia de Género. Retos para una justicia universal que ya estableció sus primeros pasos para proteger a las mujeres en tiempos de guerra.

 

Yo sostenía a mi niño de dos años y me lo mataron con un hacha. Comencé a llorar, gritando 'ay, mi niño, así que me golpearon en la cabeza con un machete […] Luego, me obligaron a poner la mano derecha sobre un tronco en el suelo y me la cortaron". S. Ellidge, "Casualties of War". 

Este testimonio -que encabeza el capítulo Mujeres, Víctimas de la guerra, del Libro Crímenes de Guerra- describe la violencia sufrida por las mujeres durante el genocidio de Ruanda, en 1994. La CPI -que entró en vigencia en julio de 2002- incluyó, por primera vez en la historia, la violencia de género entre los crímenes contra la humanidad, de lesa humanidad e incluso de genocidio. Una oportunidad única para avanzar en el fortalecimiento de los derechos humanos de las mujeres y la justicia de género. Los tribunales ad hoc de la ex Yugoslavia y Ruanda fueron los primeros casos donde se  estableció la violencia sexual, en sus distintas expresiones, como constitutiva de crímenes de guerra y de lesa humanidad.

Los delitos de violencia incluyen violaciones, embarazos forzados, esterilización forzada, prostitución forzada y esclavitud sexual, entre otros. Este paso hubiera sido imposible sin la presión ejercida por una coalición internacional de organizaciones de la sociedad civil y, muy especialmente, por el Caucus de Mujeres por la Justicia de Genero, una red de más de 300 organizaciones de mujeres de todo el mundo.

En la ultima década, los testimonios de mujeres torturadas y abusadas sexualmente en el transcurso de conflictos armados, como los de la ex Yugoslavia, la región de los Grandes Lagos, Colombia o Sudan, han salido a la luz pública para mostrar un crimen que no es nuevo, un arma de guerra que ha sido utilizada por los hombres desde que la guerra existe. La violación de mujeres es una expresión de fuerza, de poder, de virilidad; un método para aniquilar al enemigo, para mermar sus fuerzas. Un premio para el vencedor y un castigo para el vencido. Un mecanismo para sembrar el odio y un arma para la depuración étnica.

Hoy, existe al menos un instrumento jurídico internacional que la condena y que califica el delito como causa en si misma de genocidio. El ánimo que impulsa estas medidas es proporcionar protección adicional y atender a las necesidades médicas y fisiológicas así como salvaguardar la intimidad de las víctimas.

La violencia sistemática de mujeres ha sido y es un arma de guerra. En Ruanda, aproximadamente 500 mil mujeres fueron violadas durante el genocidio; en Sierra Leona, más del 50 por ciento de las mujeres sufrió alguna forma de violencia sexual durante el conflicto de 1999; en Bosnia entre 20.000 y 50.000 mujeres fueron violadas; en Guatemala, la Comisión para el Esclarecimiento Histórico recibió más de 1.500 denuncias de violaciones sexuales contra mujeres, la mayoría de ellas indígenas.

Sacar a la luz pública los testimonios es clave para acabar con la impunidad y castigar a los culpables. Tras Yugoslavia, Ruanda o Sierra Leona, este año es el turno para esclarecer los abusos en la República Democrática de Congo y en Uganda. Estos Estados parte ya han presentado sus respectivas situaciones a la Corte. La fiscalía anunció ya el inicio de las investigaciones formales en las dos primeras situaciones mencionadas. Se espera que el primer juicio pueda tener lugar durante el primer semestre del 2005.

La resolución 1.325 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, del año 2000, expresa la preocupación por el hecho de que las mujeres y las niñas son las principales perjudicadas en los conflictos armados. La resolución exhorta a poner fin a la impunidad enjuiciando a los culpables de genocidio, crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra relacionados con la violencia sexual; también dictamina que este crimen quede fuera de disposiciones de amnistía.

La vulnerabilidad de las mujeres en una guerra es mayor que la de los hombres. Las mujeres son en muchos casos botín de guerra. También el embarazo forzado es parte de una política de depuración étnica. Las mujeres sufren los ataques directos e indirectos de los bombardeos indiscriminados contra la población civil o la falta de comida. En las guerras, las mujeres son siempre la cabeza de familia, único medio de supervivencia para ancianos y menores.

Caso Akayesu: un punto de inflexión
El caso Akayesu, llevado ante el Tribunal Internacional ad hoc para Ruanda, fue un hito al ser la primera condena internacional por genocidio; la primera en reconocer la violación y la violencia sexual como actos constitutivos de genocidio. A partir de este caso se estableció que la desnudez forzada es una forma de tratamiento inhumano y reconoció que la violación es una forma de tortura.

La Coordinadora para Europa de la Coalición de ONG por la CPI, Irune Aguirrezabal, señalaba en una entrevista a Canal Solidario en febrero pasado, "la Corte Penal Internacional representa la esperanza más firme de que la justicia se globalice y no quede espacio en el mundo para los crímenes de genocidio, lesa humanidad o de guerra. Pero todavía son muchos los frenos para que esta Corte pueda funcionar a pleno rendimiento y sin cortapisas".

Ahora que ya hay pasos concretos dirigidos hacia una justicia global de género, es el turno de los estados parte, quienes deben incorporar a sus sistemas penales nacionales los nuevos estándares que establece la Corte Penal Internacional. Y este es el nuevo reto hacia el que se encamina la lucha iniciada por las organizaciones de mujeres de todo el mundo.

Radio Nederland (Paises Bajos)

 



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