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05/02/2007 | Kosovo «resucita» la Guerra Fría

Ángel Villarino

Estados Unidos apoya abiertamente la independencia de los albano-kosovares - Mientras, Moscú advierte que la secesión de la provincia se convertirá en un ejemplo para los movimientos independentistas de toda la región.

 

«A diferencia de Irán, Irak y Oriente Medio, el de Kosovo es un tema en el que las divergencias entre Estados Unidos y Rusia son de carácter primordial». Las declaraciones del ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, añaden cizaña al polvorín kosovar. Rusia amenaza con hacer uso del derecho de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, organismo que dentro de un mes estudiará y votará el plan presentado la semana pasada por el comisario de la ONU, Martti Ahtisaari, y en el que se propone la «soberanía» de Kosovo: un primer paso hacia la secesión. Sin el apoyo de Rusia, la ONU no podrá seguir respaldando la independencia de la región y la situación de caos agigantaría el peligro de un nuevo brote de violencia en toda la región. 

En los últimos años, Moscú ha buscando la alianza estratégica con Washington en los grandes desafíos de la política internacional. ¿Por qué hace una excepción con esta diminuta provincia tan lejana de las fronteras rusas como Holanda? Se suelen barajar razones de afinidad cultural y religiosa: Rusia es la gran patria de los eslavos ortodoxos, su casa madre, y tradicionalmente ha apoyado a Serbia en sus contenciosos vecinales. Las cuestiones sentimentales, sin embargo, son sólo una primera fachada. Lo que realmente preocupa en el Kremlin es que Kosovo pueda convertirse en un símbolo, un referente para las decenas de movimientos independentistas que existen dentro de las fronteras rusas. En algunos casos, como el de Chechenia, las semejanzas con Kosovo son demasiadas: un pueblo musulmán que conforma la mayoría aplastante de la región y que busca la independencia a través de la guerrilla.

Sin competencia

Pero hay más: la ONU no tiene competencia (al menos teóricamente) para decidir sobre las fronteras de los países, no tiene reconocido el derecho de entrometerse en la soberanía de los estados internacionalmente reconocidos. Con todo, en el caso de Kosovo se está haciendo una peligrosa excepción a esta regla de oro y a Moscú le preocupa que la «excepcionalidad» que se aplica a los Balcanes se pueda extender hacia el Este.

Si para los rusos la «cuestión kosovar» se presenta como un problema de primer orden, las potencias occidentales tienen sus intereses fijados en la independencia de la región. El gran arma secreta de los albano-kosovares es su diáspora: una emigración masiva, unida a una tasa de natalidad altísima. Se calcula que cerca de 700.000 albano-kosovares han emigrado a países occidentales en los últimos 40 años. De todos ellos, 100.000 están en Estados Unidos, 250.000 en Alemania y el resto se reparten entre Gran Bretaña, Suiza y Francia, principalmente. La presión que ejercen en sus respectivos países no se puede menospreciar. Bill Clinton empezó a preocuparse por Kosovo tras recibir un informe elaborado por una asociación de la diáspora albano-kosovar, mientras que el Gobierno alemán ha lanzado diferentes mensajes de solidaridad en los foros de la comunidad inmigrante de habla albanesa. Son sólo dos ejemplos.

Apoyo albanés

Esta comunidad inmigrante cuenta además con el apoyo y el respaldo de otro grupo mucho más numeroso: el de la otra gran comunidad emigrante de los Balcanes, la albanesa, que en países como Italia o Suiza se sitúa como la más numerosa. No es de extrañar que las potencias que apoyan con más energías la independencia de Kosovo son las que tienen más albaneses en casa. «No se trata sólo del poder de estas asociaciones de inmigrantes, sino sobre todo de la presencia de mafias crueles que asustan mucho a los países occidentales. «Gobiernos como el de Gran Bretaña están convencidos de que con Kosovo independiente, gran parte de estos delincuentes y mafiosos albano-kosovares regresarán a su país y será más fácil cortar las alas o extraditar a los que se queden», explica el analista geopolítico Alfonso Desiderio.

Las mafias albano-kosovares se han convertido en pocos años en una de las principales redes criminales del mundo, al amparo del vacío institucional que reina en la región desde la entrada de las fuerzas internacionales en 1999. Los informes de seguridad de países europeos como Italia, Gran Bretaña o Alemania, alertan de que estas bandas están rápidamente desplazando a la delincuencia local. «Disponen de armas mejores, están acostumbrados a actuar con brutalidad y sus acciones son más crueles», explica para LA RAZÓN un relator del último informe sobre la actividad mafiosa en las costas italianas del Adriático. Las actividades de estos grupos son variadas: narcotráfico, trata de blancas, tráfico de inmigrantes, extorsión y tráfico de armas. En los últimos tiempos han monopolizado la venta de heroína procedente de Afganistán, que llega a través de Turquía.

Quienes exigen una solución inmediata del problema kosovar lo hacen en parte animados por la perspectiva de imponer la ley (da igual quien la imparta) en todo el territorio cuanto antes.

La Razón (España)

 



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