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11/03/2005 | El triángulo Bali- Casablanca- Madrid

R. L. Vargas

Las relaciones personales entre los terroristas y los métodos usados vinculan los tres atentados

 

Los servicios de inteligencia definen a Al Qaida como una red terrorista «global y desestructurada» que no tiene una organización piramidal como otros grupos criminales. Aunque guiadas por una serie de consignas y objetivos comunes que emanan de Osama Ben Laden, sus células tienen carácter autónomo y operan sin necesidad de una orden expresa de su dirección. Siguiendo este patrón, los atentados del pasado 11 de marzo fueron perpetrados por uno de estos grupos locales autónomos que se autoactivó para cumplir con los mandatos de la yihad contra occidente que propugna Al Qaida.

Sin embargo, hay un elemento que diferencia a ésta de otras acciones de Ben Laden: sus conexiones con otros dos atentados de similar envergadura, el de Casablanca (mayo de 2003) y el de Bali (octubre de 2002). En el primero de los casos estas relaciones se establecen a través de los vínculos personales entre los terroristas, mientras que en el segundo se centran en aspectos operativos.

Casablanca y Madrid. Mustafa el Maymouni, preso en Marruecos por su presunta implicación en el ataque perpetrado en Casablanca, es, según las investigaciones, el nudo que une las dos acciones perpetradas a ambos lados del Estrecho. En 2000, Imad Eddin Barak Yarkas, «Abu Dahdah», máximo responsable de Al Qaida en España, entró en contacto con un grupo de jóvenes musulmanes de tendencia radical. En él destacaban, entre otros, Serhane Ben Abdelmajid, «el Tunecino» (muerto el 3 de abril de 2004 en Leganés y considerado uno de los principales responsables del 11-M), Amer el Azizi (a quien la Justicia española busca por su posible participación en la matanza) y el propio Maymouni. «Abu Dahdah» captó y radicalizó a Azizi, a quien envió a un campo de entrenamiento en Afganistán.

Allí coincidió con Abdulatif Mourafik, alias «Malek el Andalusi», que había sido captado a su vez por otra célula integrista de Marruecos y que jugaría después un papel fundamental en la gestación de la célula que perpetró el 11-M.

En 2002, Maymouni se trasladó a Marruecos, donde «Malek el Andalusi» le encargó la creación de la célula Kenitra, que luego fue la responsable de la matanza en Casablanca. Para ello contactó con Salahaddine Benyaich, «Abu Mouhghen», quien le fue presentado por Jamal Zougam, otro de los detenidos por el 11-M.

Tras dejar organizado el grupo de Marruecos, Maymouni regresó en septiembre a España y se aprestó a crear otra célula. Y del primero que tiró fue de su cuñado, «el Tunecino», así como de Said Berraj y Mohamed Afalah, a quienes las Fuerzas de Seguridad buscan por su implicación en la matanza. En febrero de 2003, Maymouni volvió al país norteafricano para dirigir la célula que había creado, pero fue detenido.

Los teléfonos usados como detonadores de las bombas son los elementos comunes que unen los atentados cometidos en Madrid y Bali. Las manipulaciones realizadas en los terminales y en las tarjetas usadas por los terroristas son similares en ambos casos. La Policía tuvo en sus manos más de un año antes del 11-M uno de estos aparatos, pero no supo desentrañar entonces el misterio que encerraban. Fue en enero de 2003, después de la operación en la que fue desarticulada una célula salafista en Cataluña cuando los agentes encontraron en casa de uno de los detenidos, Mohamed Tahraoui, «Mohamed de Barcelona», uno de estos aparatos.

Financiación. Para conseguir la financiación necesaria, los terroristas del 11-M y los de Bali se valieron también de la misma herramienta: la delincuencia común. Mientras que los autores de la matanza de Madrid consiguieron la dinamita a cambio de hachís, tres indonesios fueron condenados por atracar una joyería para financiar los atentados de Bali. Un posible asalto de este tipo también fue barajado por «el Tunecino» para sufragar los gastos del 11-M, según han declarado ante la Policía algunos de los detenidos por el atentado.

La Razón (España)

 



 
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