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07/02/2007 | Hacia la democracia interactiva

Javier Cremades

Hace pocas semanas la revista «Time» eligió a «Usted» («You») como personaje del año 2006. El famoso galardón pretendía reconocer el papel jugado por todos aquellos que utilizan o crean contenidos en internet como símbolo de una «nueva democracia» digital.

 

Desde que en 1927 el semanario anglosajón comenzara a reconocer el papel jugado por una determinada persona. Cada año se ha ido fragmentando el guión en el mayor icono planetario de la comunicación de masas. En 2006 ese icono se identifica con usted, con todos aquellos individuos que utilizan o crean contenidos en internet y que, en la práctica, están logrando alterar la naturaleza de la era de la información, en general, y la propia democracia y los derechos de los ciudadanos, en particular. Ciertamente, el cambio de paradigma provocado por las nuevas tecnologías está transformando las relaciones sociales y políticas. La importancia de su implementación se advierte con mayor claridad cuando se profundiza en su relación con la acción humana, en general, y con la acción política en particular.

Históricamente, se ha señalado que la revolución industrial invirtió la relación entre el hombre y sus instrumentos de producción. El hombre, que había sido el agente principal de la producción, se convirtió en servidor del instrumento de esa producción: la máquina. Si hasta ese momento las fuentes de energía habían sido empleadas por el hombre para su propio provecho, a partir de entonces se invirtieron los papeles: la energía del trabajo humano se puso al servicio de la transformación de esa energía natural.

La revolución de las nuevas tecnologías surgidas del proceso de digitalización, en cambio, confirma la adecuada relación entre el hombre y sus instrumentos de trabajo. Precisamente las nuevas tecnologías se caracterizan porque, a diferencia de las antiguas, potencian lo que pueden considerarse instrumentos de la praxis humana, especialmente la propia capacidad de conocimiento. Por tanto, uno de los efectos de las nuevas tecnologías es su contribución a mejorar la acción humana, ampliando su ámbito operativo y la calidad de sus resultados. Esta característica tiene una importante repercusión en la acción social, haciendo surgir lo que denomino como «micropoder». ¿Puede ese micropoder de los ciudadanos cambiar las relaciones actuales de poder?

En la encrucijada histórica que atravesamos, gran parte de las instituciones políticas parecen agotadas. Se revelan incapaces de responder a las expectativas de los ciudadanos e insípidas para proseguir proyectos colectivos de integración transnacional, como la Unión Europea.

La crisis de la modernidad sigue pendiente de una alternativa a la altura de las circunstancias. Las ideologías ilustradas y revolucionarias proceden de la matriz racionalista, y se plasmaron en la economía industrial clásica y en el Estado burocrático. El derrumbamiento del sistema comunista, primero, y el surgimiento del nihilismo violento en forma de terrorismo global son manifestaciones del agotamiento de un modelo ideológico. Estamos, como dice Habermas, ante una desertificación del tejido social y ante un agotamiento de las energías utópicas.

La posibilidad real de que la contribución de una ciudadanía activa contribuya a que el sistema democrático se regenere, se está abriendo paso gracias a la drástica mutación de las tecnologías. Son, precisamente, esas nuevas tecnologías las que nos posibilitan una adecuada gestión de la complejidad, porque son instrumentos nacidos y desarrollados del pluralismo social y cognoscitivo. La elaboración de la enciclopedia colaborativa Wikipedia a través del trabajo voluntario de miles de inter-nautas es una muestra de que la complejidad bien gestionada puede desarrollar proyectos inabarcables para la estructura organizativa moderna.

La acción política así entendida desarrolla una red de relaciones humanas que se mantienen a través de un constante diálogo interactivo (hablar y escuchar), posibilitado por las nuevas tecnologías. Se podría describir el fruto de esta acción política como una «democracia interactiva». Una comparación puede aclarar algo la cuestión. La democracia actual sería comparable a los medios de comunicación analógicos, en los que un reducido número de emisores lanzan mensajes a una masa informe de receptores. La democracia interactiva sería como los medios de comunicación digitales (páginas web, blogs, móviles), en los que los receptores pueden ser a la vez emisores.

La revolución del micropoder puede provocar la expansión de una democracia relacional, haciéndonos más conscientes de que el ámbito de las relaciones humanas es decisivo para la democracia. Gracias a las tecnologías surgidas de la digitalización, resulta posible un proceso de «desestructuración» del poder, que haga real la participación activa de los ciudadanos, en pleno ejercicio democrático de su micropoder. En lugar de una sociedad dividida entre una masa ciega y pasiva, por un lado, y una élite inteligente y activa, las nuevas tecnologías posibilitan el surgimiento de una masa inteligente, activa, con un grado de interrelación social altísimo.

Nos jugamos mucho todos en este proceso. Ahora que se conmemora el centenario de Hanna Arendt, podríamos recordar su advertencia: «Las libertades democráticas pueden hallarse basadas en la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley; sin embargo, adquieren su significado y funcionan orgánicamente sólo allí donde los ciudadanos pertenecen a grupos y son representados por estos o donde forman una jerarquía social y política».

Se requiere por tanto una nueva inyección de principios democráticos que involucren a los ciudadanos en el gobierno de la sociedad. Porque la democracia es algo más complejo que la mera celebración de elecciones. Es cierto que un proceso electoral correcto es imprescindible para la democracia, pero a partir de ahí los gobiernos pueden ser corruptos, ineficaces o irresponsables, lo cual les haría menos democráticos, aunque no necesariamente antidemocráticos.

Pero no podemos olvidar que la participación política implica la cooperación. La participación es siempre «participación con». El micropoder nunca reside en el individuo, sino en la persona entendida en su ámbito relacional propio. Es decir, que el protagonismo de cada individuo es, en realidad, coprotagonismo; y se traduce necesariamente en la conjugación de dos conceptos clave para la articulación de una política centrada en la persona: autonomía e integración. Sólo cuando la persona es consciente de la capacidad de influencia y acción que le da la integración con otras personas, surge el micropoder al que me refiero.

La democracia interactiva quiere reflejar la nueva distribución del poder político de la sociedad actual, en la que el sujeto de la acción de gobierno deja de ser la masa indiferenciada para convertirse en la ciudadanía activa. El micropoder contagia su característicainteractividad al sistema político para pasar de un gobierno unidireccional (del poder político a los ciudadanos) a un gobierno bidireccional (de los ciudadanos al poder político y de éste, a los ciudadanos). La toma de conciencia de su micropoder por parte de los ciudadanos es una de las claves para una nueva acción política capaz de gestionar la sociedad globalizada y plural, a través de la gestión de las energías previas al proceso de institucionalización social.

Como consecuencia, se va abriendo paso la idea de que las nuevas tecnologías de la interactividad resultan ser poderosas aliadas de una nueva forma de organización participativa basada en el diálogo: la democracia interactiva. Hace más de setenta años Alexis de Tocqueville escribía en «La democracia en América» que «un mundo nuevo requiere una Ciencia Política nueva». Pienso que el nuevo mundo que nos depara la tecnología requiere también otra forma de hacer política en la que los ciudadanos alcancen un auténtico protagonismo. Al decantarse este año por las gentes de internet, «Time» insiste en que la herramienta de este masivo experimento social que es Internet se ha transformado en un cauce «para aunar las pequeñas contribuciones de millones de personas y hacer que importen».

( *) Presidente del Observatorio del Notariado para la Sociedad de la Información

ABC (España)

 



 
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