Sin embargo, afinando un poco la visión se encuentran asuntos que no debieran ser apenas un enunciado de pocas líneas ni demostrar tan a las claras la falta de interés que despiertan en la ciudadanía.

Ejemplos de ello ha habido varios en estos días. En primer lugar podríamos empezar demostrando de qué manera la crisis institucional sigue avanzando sin que afecte, aparentemente, el ánimo de la dirigencia y mucho menos el de la gente. La crisis institucional ciertamente no afecta en forma directa el bolsillo de la ciudadanía. Esta realidad genera una apatía peligrosa y es posible que las consecuencias se hagan sentir una vez que sea tarde para resolverlas.  Aquello que eufemísticamente pasa a adoptar el nombre de “caso” (léase el “caso López”, el “caso Gerez”, el “caso Dalmasso”, etc.) pone de manifiesto hasta qué punto ha llegado la intromisión de la política en la Justicia argentina y de qué manera se cercena la independencia de ésta.

Hoy por hoy, jueces y fiscales en cualquier caso medianamente mediático están expuestos a pasar de ser funcionarios del Poder Judicial a ser víctimas. Basta que una investigación, una sentencia o acaso una carátula no colme las expectativas de la dirigencia política para que ésta avance hasta diezmar la posibilidad de que la causa tenga principio, desarrollo y final. Todo vuelve siempre a foja cero en la Argentina (aunque probablemente esto no suceda sólo en la Justicia) En el llamado “caso Gerez”, los fiscales estuvieron en la mira hasta que presiones del ámbito judicial lograron, al parecer, retomar la lógica. El pedido de jury que inicialmente se realizara contra aquellos estaba por llegar a la Procuración de la Corte bonaerense. Quienes promovían esta medida eran, paradójicamente, los mismos que meses atrás aplaudieron esos nombramientos para la Fiscalía. Mientras, si Luis Gerez estuvo secuestrado o no seguirá siendo un misterio ad eternum. Veremos como sigue la historieta o si acaso un llamado a la conciencia hará que el tema, a diferencia de Luis Gerez, realmente desaparezca.

En el “caso Dalmasso” posiblemente la situación sería similar, una investigación del entorno de la víctima hubiese impedido toda la sarta de barbaridades vividos esta semana en el marco de la causa y hasta la conversión de ésta en bandera proselitista.

Frenar el cauce de una investigación porque al avanzar lo que salta a la vista no es del agrado de la política y, consecuentemente, amenazar con enjuiciamientos políticos o destituciones a los funcionarios de la Justicia no es sino una forma vulgar de cercenar la independencia del Poder Judicial.

En lo que respecta al “caso López” la situación no es muy distinta. Las culpas por no tener aún el paradero del albañil-testigo parecen recaer de pronto sobre quienes investigan. Pero estos dos casos emblemáticos no son los únicos. Sorprende que, hagan lo que hagan jueces y fiscales, si no gusta al poder político siempre habrá quienes terminen conduciéndolos al banquillo de los acusados como si fuesen los victimarios.

Otra demostración aún más burda de esta situación se vivió en los últimos días en el marco de la causa de la Triple A y el pedido de extradición a España de María Estela Martínez de Perón. Si bien esta causa tiene raíz netamente política ha logrado crear una nueva interna en el seno del justicialismo a tal punto que, se pida la detención o se absuelva a la ex presidenta la “condena” a los funcionarios de la Justicia está lista.

La politización del Consejo de la Magistratura, evidenciada aún más tras la reforma en el 2006, ha puesto fin a la independencia de los cargos. Esto implica que ya estén siendo analizados por mal desempeño en sus funciones dos jueces relacionados con la causa de la Triple A. Ahora bien, ¿qué posibilidad hay de administrar justicia cuando se quiere sentar en el banquillo de los acusados tanto al juez que pide la extradición de la ex mandataria como a aquel que desestimó hacerlo? Supongamos que uno podría estar sobre-actuando sus funciones pero, ¿cómo es posible que estén equivocándose los dos cuando dictaminan dos cosas distintas?

En este absurdo, quienes esperan una definición para sus carreras son el juez Héctor Acosta de la provincia de Mendoza que pidiera la extradición en el marco de las investigaciones por la desaparición de un militante político y la tortura de un menor bajo la gestión de Isabelita; y el juez Miguel Medina que desestimó un pedido de detención de la viuda de Perón por los crímenes de la Triple A. Pese a que Medina acaba de excusarse de seguir en la investigación en ciernes es factible que llegue al juicio político al estar acusado por organizaciones de derechos humanos y por el ala fuerte del kirchnerismo.

Lo cierto es que hemos caído en la derogación misma del Martín Fierro. Hoy por hoy, hacerse amigo del juez no conduce a nada bueno. Hasta ahora parecía que, acercándose a las huestes oficialistas podía evitarse pasar de juez a condenado, sin embargo esta amenaza de enjuiciamiento -se falle a favor o en contra de una extradición- hace ver que no hay resguardo alguno ni garantía de Justicia en la Argentina. No hay un solo caso mediático que no haya terminado con los funcionarios judiciales acusados.

Pero esta situación no parece afectar a la ciudadanía en su conjunto o al menos no se evidencia síntoma alguno de reacción. Es posible que el desdén generalizado sea hacia temas que obedecen a campañas de distracción más que a problemáticas concretas que desvelan a la población, sin embargo la apatía puede terminar cuando estas situaciones se propaguen a asuntos mayores. Pero entonces, puede que sea tarde.

Lo cierto es que el oficialismo avanza en detrimento de la República. En el Poder Legislativo hemos vivido también un avasallamiento similar al de la Justicia con una repercusión poco menos que nula en la ciudadanía. En una sola noche, los mismos legisladores que no terminan de sancionar proyectos que responden a demandas perentorias de la gente, aprobaron el nuevo acuerdo entre el Estado y la empresa Aeropuertos Argentina 2000 por el cual se extendió el contrato de concesión de los aeropuertos hasta el año 2028. Se evitó de esta forma que se aplicara el reglamento según el cuál este tipo de negociaciones con empresas privatizadas debe ser sancionado por "sanción ficta". Lo que no encuentra explicación es que, de la noche a la mañana, el Gobierno haya decidido asociarse a AA2000  en vez de rescindirles el contrato como hiciera con  Aguas Argentinas o con el Correo Argentino por los incumplimientos reiterados e injustificados que en definitiva son similares a los cometidos por la empresa ahora beneficiada. Esto es básicamente lo que llama “capitalismo prebendista” o más exactamente y sin eufemismos:  Prebendarismo.  Una suerte de negocios para los amigos. Operan de esta misma manera los subsidios: no a todos los productores de trigo y maíz llega la ayuda que el Gobierno declaró este último fin de semana. El Gobierno de los derechos humanos discrimina y distribuye con desigualdades atroces. 

Este avance entrampado del poder político que ahora pasa, prácticamente desapercibido porque no afecta como ya dijimos, al bolsillo de los argentinos será difícil de frenar cuando la afrenta sea evidente y directa. La semana próxima podrá observarse que estos temas ni siquiera serán de gran trascendencia pública, y finalmente quedarán perdidos en la noche de los tiempos como sucediera con el viaje de la Primera Dama a Francia. Viaje que si los medios franceses no le proporcionaron más de dos líneas inútil es enfatizarlo aquí en la Argentina. La candidatura de Cristina es tan virtual como la imagen misma del Gobierno Nacional. Depende de las encuestas y ocho meses antes de la elección los números de los sondeos tienen alto porcentaje de distorsión.

Pero en materia electoral, lo que sí debería entrar a considerarse es qué sucede en el país con lo que en los noventa se diera en llamar “el voto vergüenza”... En aquella década nadie votaba por quién, paradójicamente, llegaba a la Presidencia con el mayor caudal de votos. En ciertos sectores de la sociedad no se encontraba ni por casualidad alguien que asumiera su responsabilidad. Recién inaugurado el siglo XXI empezaron a escucharse algunas confesiones. El temor que debe acechar hoy es si este crecimiento económico que aparece en forma de índice (menos en el de la inflación) en todos los medios no puede conllevar silenciosamente un caudal de votos similares a los no confesos de antes. ¿No hay acaso un sector social despotricando entre cuatro paredes y al unísono ganando demasiado dispuesto, sigilosamente, a votarlos? La respuesta no la tienen los analistas ni los encuestadores. La “vergüenza” se revela únicamente cuando, tras los comicios, se abren las mesas y sobrevienen las “sorpresas”...

La sociedad no es ajena al estado en que se encuentra la Argentina. Por otra parte, con una oposición que se halla peleando espacios más que aunando criterios en pro de un objetivo común, todo se torna más difícil aún.

La campaña, además ya se ha iniciado y con jugadas claves. El 3 de Junio se vota en Capital. Lo que sigue está claro: una carrera desenfrenada por definir candidaturas y algún “carpetazo” que permita posicionar a los candidatos menos afamados. Todos estarán apurados en los próximos meses. Veremos a Daniel Filmus entregar libros, fotografiarse con Dios y medio mundo, acompañar al Presidente, bailar por un sueño o actuar en “Son de Fierro”. Todo puede ser. Sólo cabe esperar que evite volver a reflotar su vieja idea de crear lockers en las escuelas para que los alumnos depositen allí las armas antes de entrar a las aulas como sugirió cuando sucedió la “Masacre de Patagones”...

A esta altura, sobrevendrá el “todo vale”. Nada que sorprenda demasiado. Las provincias también están en el mismo baile. Los primeros resultados harán que el Gobierno aparezca más o menos inflado. Como sucediera con Misiones, es factible que haya silencios de radio o asumidas repentinas de paternidades si hay éxitos en los resultados que terminarán siendo festejados como logros magnánimos. Todo típicamente argentino. Todo más de lo mismo...

GABRIELA POUSA

(*) Analista Política. Lic. en Comunicación Social (Universidad del Salvador) Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE)