La captura de Jorge Noguera, ex jefe del DAS, es el primer hecho que afecta directamente al presidente Álvaro Uribe en el escándalo de la 'parapolítica'. En la medida en que se trata de un funcionario del más alto nivel, escogido por el Primer Mandatario y de su mayor confianza, es inocultable la gravedad que reviste el que sea procesado. Una cosa son los congresistas de la bancada uribista y otra que un director del DAS, la agencia de inteligencia del Estado, esté en los calabozos de la Fiscalía, acusado de complicidad con los paramilitares mientras estuvo al frente de ese organismo.

Evidentemente, como en el caso de los parlamentarios, Noguera está sindicado y no ha sido condenado. La declaración con la que el presidente Uribe, el mismo día de la detención, tomó distancia del acusado así lo reconoce: "Si resulta condenado, mi deber es ofrecerle disculpas al país porque fui yo quien lo nombró, y revisar por qué se procedió así". El Jefe del Estado enfatiza en que debe esperarse el término del proceso judicial, pero marca, también, una clara diferencia respecto de su conducta anterior ante las primeras denuncias contra su antiguo funcionario, a quien entonces envió como cónsul a Milán y apoyó con frases de elogio.

Noguera está acusado de concierto para delinquir. Su abogado dijo, el miércoles por la mañana, que se le habían hecho, además, señalamientos por homicidio. Se especuló si tendrían que ver con la muerte de varios sindicalistas en Barranquilla y la del profesor Alfredo Correa de Andreis, algo que, de comprobarse, no solo sería muy grave, sino que podría tener repercusiones hasta en la negociación del TLC con los demócratas en Estados Unidos. Sin embargo, por la noche, el fiscal del caso aclaró que no había evidencia para hacer esos señalamientos. No deja de llamar la atención, no obstante, que el abogado cite el cargo más grave contra su cliente, y el fiscal, al cabo del día, aclare que no existe.

El caso es que, con Noguera detenido, las evidencias del alcance de la influencia paramilitar dan un salto. La investigación de la 'parapolítica' hace pensar en una captura del poder regional y local de tal magnitud, que se hizo extensiva al ámbito nacional a través de varios senadores y representantes. Pero sería aún más perturbador que se llegara a probar que un personaje como 'Jorge 40' logró acceso a la cúpula de la inteligencia estatal.

Además de las declaraciones del ex jefe de informática del DAS, un testigo que Noguera ha cuestionado alegando que él mismo inició la investigación en su contra, hay evidencia de reiteradas visitas de un primo del jefe paramilitar a la oficina de Noguera.
Está por esclarecerse si este tuvo responsabilidad en la eliminación de antecedentes de narcotraficantes y paramilitares. Y plantea la duda de si desde el interior del organismo que dirigió se habría tenido alguna incidencia en homicidios de sindicalistas y personalidades como Correa de Andreis.

Un cuadro truculento y altamente preocupante. De probarse aun las sospechas menos graves contra Noguera, ello implicaría una penetración del paramilitarismo en el Estado a niveles intolerables, lo que debería llevar a una revisión de fondo en muchos frentes del poder presidencial.

Deben, sí, resaltarse dos cosas. Por un lado, este es otro caso que muestra que la justicia colombiana está actuando sin que le tiemble la mano, lo cual debe despertar la confianza del país. Por otro, todo indica que hay una gran distancia entre el DAS de hoy, bajo la dirección de Andrés Peñate, y el DAS del hombre del Presidente que la Fiscalía acaba de detener. Ambas, buenas noticias, en medio de esta sórdida historia de poder mafioso, que pone a pensar en serio sobre lo que hay que hacer para blindar las elecciones de octubre.

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