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01/03/2007 | Activismo académico

Asaf Romirowsky

En 1915, John Dewey, de la Universidad de Columbia y Arthur Lovejoy de la Johns Hopkins University, se unieron con otros educadores para establecer la Asociación Americana de Profesores Universitarios (AAUP), una organización diseńada para preservar la integridad del estamento académico frente a una agenda politizada conducida por los donantes.

 

La Declaración de Principios de 1915 establecía los principios de lo que debía ser la libertad académica: "la libertad del profesor académico entraña ciertas obligaciones correlativas... El profesor universitario... debería ser, si es apropiado para su puesto, una persona de mente justa y judicial; al tratar con tales materias, debería mediar justamente, sin supresión o innuendo, entre las opiniones divergentes de otros investigadores... y por encima de todo, debería recordar que su empresa no consiste en proporcionar a los estudiantes conclusiones sacadas de antemano, sino formarles para que piensen por sí mismos".

Sin embargo, a pesar de lo de arriba, la libertad de expresión no se utiliza de manera casi intercambiable con la libertad académica. La libertad académica está siendo utilizada como "carta de salida de la cárcel" cuando un orador, normalmente autoproclamado "académico-activista", pretende frustrar la vigilancia y la transparencia.

En los Estados Unidos, cualquier cosa que tenga lugar en un aula se juzga protegido por "la libertad académica", ya sea académico o no. Solamente los abusos sexuales parecen exentos de esta protección a cualquier cosa. Gradualmente, el campus entero se ha convertido en una "zona de libertad académica", donde las concentraciones y las demás actividades ahora se califican de "discurso académico". La libertad para criticar se dirige en su mayor parte, como era de esperar, contra los Satanes gemelos, América e Israel, aunque los esfuerzos por suprimir el discurso que los académicos encuentran desagradable e inaceptable llevan tiempo en vigor en la forma de "códigos de expresión" y restricciones al "discurso de odio". Claramente la libertad académica es una calle de un solo sentido: solamente aquellos con las opiniones adecuadas pueden reclamarla.

Un ejemplo reciente de cómo se aplica "la libertad académica" a aquellos que son más iguales que otros aparecía en la Universidad de Brown, cuando una invitación a la oradora egipcia Nonie Darwish por parte de un grupo judío era revocada cuando estudiantes musulmanes y de extrema izquierda tachaban sus opiniones de "demasiado controvertidas". Tales esfuerzos reaccionarios y preventivos por controlar el discurso en el campus son cada vez más comunes.

Los asaltos preventivos contra israelíes y judíos se están convirtiendo en el escenario común. En el Reino Unido, ex generales israelíes son acusados con regularidad de "crímenes de guerra", hasta el punto de que rechazan volar a Londres y en ocasiones se ven obligados a volver, como en el caso del General Aviv Kochavi. Las universidades han expandido de igual manera la burbuja de "la libertad académica" con el fin de incluir restricciones preventivas a la participación de israelíes en revistas, conferencias, y educación superior. La inversión Orwelliana de los términos "libertad académica" para aludir a estar libres de israelíes es un resultado perverso más de lo que comenzó como esfuerzos por proteger a profesores de ser despedidos por sus políticas.

Afortunadamente, en Estados Unidos, hay señales esperanzadoras de que cierto equilibrio está volviendo al campus, o al menos de que los académicos son ahora conscientes de que se encuentran bajo el foco de atención. Recientemente, por ejemplo, era difundida una nueva guía para profesores de antropología de Oriente Medio en una tentativa por restaurar la credibilidad de un campo de estudio cuya reputación ha sido hecha pedazos durante años de enseñanzas politizadas. La guía -- titulada "Libertad académica y responsabilidad profesional tras el 11 de Septiembre: manual para académicos y profesores" y producida por la Taskforce on Middle East Anthropology -- ilustra que la eficacia de las críticas a los estudios de Oriente Medio en la educación superior han puesto finalmente a la defensiva a la profesión.

La guía sugiere útilmente que la mayor parte del conflicto en el aula puede ser utilizado para propósitos educativos. Si un estudiante desafía el uso de "ocupación" por parte de un profesor, el profesor podrá debatir con la clase el motivo por el que un término puede o no ser apropiado, así como "reclamaciones políticas" asociadas con términos alternativos como "territorios en disputa". La guía defiende convertir controversia en enseñanza, y mientras que tiene cierto aire de estar a la defensiva, es por activa y pasiva una presentación de principios justos.

Post-11 de Septiembre, los debates más intensos acerca de "la libertad académica" han involucrado a los estudios de Oriente Medio, especialmente el conflicto palestino israelí. El "derecho" a impartir Israel como pecado original y el lobby de Israel como conspiración judía que controla América se ha visto desafiado, y, desafortunadamente, ha producido retórica aún más virulenta y ataques abiertos contra judíos. La academia ha denunciado inconscientemente a judíos e israelíes como canarios en mina. Si las universidades son indicadores de tendencias sociales, entonces el antisemitismo se hace más aceptable bajo el aspecto de anti-sionismo. Los judíos son los únicos que nos son merecedores de un estado soberano, gracias a diversos pecados pasados y presentes.

Tales posiciones son sorprendentemente comunes en universidades y campus, y están protegidas por "la libertad académica". ¿Pedir la destrucción de un estado y la erradicación de un pueblo merece las protecciones diseñadas por Dewey y Lovejoy? Afortunadamente, la mayor parte de los americanos no está de acuerdo con la idea de que Israel debería ser abolido, ni de que las protecciones que actualmente constituyen "la libertad académica" deban ser un cheque en blanco. El vacío entre academia y público se está expandiendo, en parte por motivos morales, como defender la democracia frente al terror jihadista por la libre expresión en vigor cuando el público se da cuenta de que las universidades se encuentran en el lado equivocado.

Pero hasta que donantes y parientes comiencen a hacer preguntas acerca de cómo se gasta su dinero y cómo se enseña a sus hijos, la lucha quedará restringida a los críticos que buscan convertir el estamento académico en un lugar en el que el aula es otra vez el centro de la enseñanza-aprendizaje, en lugar de una palestra política.

Hasta que se desarrolle una mentalidad en la que los donantes plantean preguntas acerca de lo que se está haciendo con su dinero, y hasta que se aprecie por completo hasta qué punto se han sobrepasado unos cuantos profesores con plaza fija con respecto a los límites de sus puestos académicos, poco va a cambiar.
 

Asaf Romirowsky es analista de asuntos relacionados con Oriente Medio en su vertiente económica con Occidente en The Middle East Forum. Jugó un papel relevante el descubrir que el gerente de una organización islámica de caridad, que a su vez era una fachada de Hamas, era un profesor de ingeniería de la Universidad de Florida.

(Publicado en The Washington Times, el 14 de febrero de 2007)

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