Ahora bien, la elección del tema podría definir, sin lugar a dudas, una determinada postura frente a la coyuntura política. Trataremos de evitar las parcialidades.

Dejemos por un lado la campaña proselitista de la Capital y, en consecuencia, no nos adentremos en el reciente colapso de la ciudad. Olvidémonos también de una obviedad: Mauricio Macri iría por la ciudad y en su momento terminará avalando la candidatura de Roberto Lavagna, implícita o explícitamente, lo mismo da. El índice de desempleo puede ser un dato más del INDEC actual o puede ser real, en nada varía lo que sucede en la Argentina más allá de las cifras y más acá de la gente, y si acaso descendió verdaderamente el desempleo (aunque se computen los planes sociales como empleos) reconocemos el avance. Siempre es bueno empezar a bajar números que atentan contra la dignidad de la gente. Otros mandatarios con posibilidades de hacerlo, no lo hicieron. Pero también es cierto, lamentablemente, que la “jurisprudencia” de la gestión oficial hace que la duda sobre los índices estadísticos no pueda evaporarse.

Ahora bien, no es posible eludir el discurso presidencial a pesar que el Jefe de Estado viene diciendo siempre que hay que observar lo que él hace y no lo que dice… El discurso sorprendió. Posiblemente no por la originalidad del contenido pero sí por el modo o el cómo… El Presidente iracundo de los atriles en la Casa Rosada se mostró enérgico pero dentro de los cánones “normales” de una oratoria política: buscar culpables, demonizar a la oposición, a décadas pasadas y apoyarse en indicadores y estadísticas que en una Argentina pos crisis siempre permiten buenas novedades. Sin grandes exabruptos, sin gritos, sin mayores desafíos condenó, sin embargo, a todos cuanto le aplaudían. Estos sí asombraron por demás o deberían asombrar. Y es que mientras el Primer Mandatario les reprochaba implícitamente o no sus actuaciones en los 90, una caterva de políticos ajenos a la “nueva política” con vasta trayectoria en la supuesta maldita década aplaudían su propia reprimenda. Cosas que suceden en la Argentina… Muchos de ellos, es cierto, también aplaudieron ardientemente el default de Adolfo Rodríguez Saá. Es probable que ello explique las incongruencias y las amnesias.

Imposible detenerse a enumerar a cada uno de quienes estaban presentes en el recinto pero atengámonos siquiera a los que ocupaban los espacios más cercanos al Jefe de Estado. En primer lugar, a su lado, el Vicepresidente Daniel Scioli. ¿Cuándo y de la mano de quién llegó a la vida política? Respuesta que no es necesario dar si se tiene en cuenta que, en 1997, fue electo  Diputado por la ciudad de Buenos Aires (dentro de la lista del Partido Justicialista)  En una de las primeras filas, el gobernador Felipe Solá hacía tronar sus palmas con ahínco cuando el “proyecto de los 90” era vapuleado. Un dato anecdótico quizás y para no caer en referencias biográficas aburridas, digamos que, entre Febrero de 1993 y Agosto de 1998  (http://www.pjbonaerense.org.ar/), el actual gobernador bonaerense ocupaba el cargo de Secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca. Si mal no recuerdo el entonces Presidente era Carlos Menem. Nada grave. Nada condenable, salvo para el Señor Presidente. El Ministro del Interior, Aníbal Fernández también vivaba el discurso que renegaba de los 90. La mismísima página de su cartera (http://www.gestionmininterior.com.ar/)  ofrece estos datos de aquella década:

Asimismo, Alberto Fernández en 1989 juraba  como Superintendente de Seguros de la Nación.  La Ministra de Defensa, Nilda Garré (http://www.nildagarre.com.ar/) nos cuenta que fue electa diputada nacional en el período 1995-1999 y a su vez fue electa Estatuyente por la Ciudad de Buenos Aires, entre agosto y octubre de 1996. Y luego reelecta, en 1999, diputada nacional  Amén de haber sido Secretaria de Asuntos Internos del Ministerio del Interior  cuando el titular de esa cartera era Federico Storani.

Otro: El Licenciado Daniel Filmus colaboró con el ex intendente Carlos Grosso en la idea de crear la Escuela Shopping también en los 90. Ni hablar de las gestiones que mantuvieron durante el gobierno duhaldista donde, por ejemplo, José Pampuro amén de cebar mate en la residencia y ser Secretario General de la Presidencia, fue uno de los impulsores de la conformación de la duhaldista Liga Federal en la localidad de Lanús, frente al aparato cafierista representado por el intendente y caudillo local, Manuel Quindimil. Luego, Pampuro llego al Ministerio de Defensa. El Ministro Carlos Tomada fue secretario de Trabajo durante la gestión de Alfredo Atanasof al frente de la cartera laboral, al comienzo de la Presidencia de Eduardo Duhalde. Y así podríamos seguir enumerando tareas que cumplieron quienes en el recinto, paradójicamente, aplaudían a quien les reprobaba la política que ejecutaran en décadas pasadas.  ¿Se tratará de una nueva forma de “autocrítica”? Y la pregunta del millón: ¿Era necesario tanta “demonización” del pasado cuando hay supuestamente un presente próspero tal como se lo describió en forma de datos?

Desde ya que ninguna función desempeñada en los 90 está siendo juzgada en este panorama. Quién se ocupó de enjuiciarlas y denostarlas fue el mismísimo Néstor Kirchner que, paradójicamente también fue gobernador durante esa época. Por aquellos años logró incluso hacerse de 500 ó 600 millones que luego sacaría de la Argentina. Días atrás Rodolfo Terragno, en una nota publicada en La Nación, hacia referencia al apoyo explícito del actual Presidente a Carlos Menem cuando se privatizó YPF. Es por todo esto que el discurso resultó extraño, y con párrafos innecesarios. Al margen, o no tanto, en la mayoría de las provincias y en la política misma, en definitiva, pocas caras han cambiado: Jorge Busti en los 80, en los 90, en el nuevo milenio, idem Rubén Marín…, etc. “Qué se vayan todos” no funcionó pero eso no es novedad ni actualidad política.

Anecdóticos datos a un lado, el discurso presidencial puede decirse que fue impecable. Nadie quedó sin saber cómo viene la mano: ni periodistas, ni jueces, ni fiscales, tampoco empresarios, políticos y militares. Irreprochable descripción de un escenario económico con crecimiento indiscutido a pesar de atender exclusivamente el corto plazo y posiblemente hipotecar el futuro de los argentinos. Lo que no se tuvo en cuenta, sin embargo, es la traducción popular de los datos que ofrecía el Presidente. La gente no puede entender cómo es que si el presupuesto para Salud aumenta un 50 o un 60%, haya hoy 77 hospitales públicos en huelga y 4 mil niños en lista de espera para ser intervenidos quirúrgicamente en el Hospital de Niños, Ricardo Gutiérrez. Algo no cierra. Tampoco es fácil dilucidar por qué si el escenario internacional nos es tan favorable y nada tiene de malo ser “socios” de Hugo Chávez (como se reivindicara en la aludida oratoria) en los últimos tres años las inversiones en Chile y en Brasil hayan sido diez veces superiores a las de aquí.

Menos todavía cierra que los asentamientos y villas miserias hayan aumentado en número de habitantes y en extensión de tierras. ¿Cómo es que habiendo tanto crecimiento sucede lo que sucediera en Villa Cartón por ejemplo?

Complicado es, a su vez, entender el “des-endeudamiento” del que se vanagloriaba el Jefe de Estado cuando hoy estamos atados a un acreedor “de lujo” como Venezuela y pagando intereses más caros. Y la integración al MERCOSUR vitoreada por tantos no se explica demasiado considerando la diatriba postrer contra Tabaré Vázquez y los desencuentros de nuestro mandatario en sendas reuniones regionales.

Los tres pilares del crecimiento enfatizados por el Presidente apuntaron a: Educación, Ciencia y Tecnología. Simultáneamente a este anuncio, los docentes no terminaban de aceptar la oferta para empezar el año, aunque con cronograma electoral en puerta era dable esperar que el Gobierno cediera. Aún así,  hay escuelas que no pueden abrir sus puertas debido al vandalismo y la duda existencial apunta a desentrañar si por ejemplo, la chiquita que acompañó a Mauricio Macri en su anuncio puede, por ejemplo, en esas condiciones en que se la vio, cumplir la ley que estipula la educación secundaria obligatoria.  

No sonó muy coherente al planteo presidencial el aplauso de cierta gente que firmó la carta que Luis D’Elía llevó a Irán. Finalmente, las amenazas, “advertencias” encubiertas ya no sorprenden. Extraño puede ser, aunque quizás estamos pidiendo demasiado que se dijera algo sobre aquello que constituye la demanda perentoria y principal de la gente: la seguridad. El riesgo país que le interesa al pueblo es el riesgo de morir en manos de delincuentes. El otro que se mide en “por cientos” no desvela tanto a los ciudadanos.

Sí, volvemos al inicio de este informe, lo que sí sorprendió fue el tono del Presidente. Bajamos decibeles, suavizamos modales pero dejamos todo en claro y hasta cerramos  la puerta para que la oposición enmudezca. Nadie puede negar, al menos, la coherencia del llamado “estilo K”.  Todos son logros: ahí están los índices y los culpables de las crisis. ¿Qué más? Dos horas y media knockean a cualquiera. Y si recordamos los discursos presidenciales de antaño al inaugurarse las sesiones parlamentarias, veremos que, aplaudir… aplaude cualquiera.

Sólo resta decirle al Presidente: Felicitaciones por el lanzamiento de campaña - más afín a él que a la Primera Dama - realizado el pasado jueves, no en un basural, sino en el Congreso nacional…

Esperemos que mañana no se arrepienta de la puesta en escena como le pasó, recientemente,  a otro candidato. Mientras habrá que aguardar las consecuencias. Néstor Kirchner habló, dijo todo. Queríamos saber de qué se trata… Pues bien, ahora estamos enterados.

GABRIELA POUSA

(*) Analista Política. Lic. en Comunicación Social (Universidad del Salvador) Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE)