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05/03/2007 | Globalización - El mundo según Martin Wolf: para el economista británico, la globalización no es irreversible

Juan María Hernández Puértolas

El director asociado y principal comentarista económico del Financial Times,Martin Wolf,estuvo esta semana en España para pronunciar la primera conferencia de un ciclo que organiza el BBVA sobre La economía en un mundo integrado.El presidente de la entidad, Francisco González,y el director de la cátedra de Economía

 

Global del BBVA, Jaime Requeijo, presentaron a Wolf, cuyas habituales columnas del miércoles en el citado rotativo son seguidas con fruición por la elite mundial.

Según el economista británico, cuyo último libro se titula precisamente Por qué funciona la globalización,este fenómeno está muy asentado, pero aún no es irreversible, sobre todo por cinco motivos o amenazas: la resistencia de los sectores que salen perdiendo y las consiguientes presiones proteccionistas; la inestabilidad macroeconómica, con ejemplos como el desequilibrio de la balanza estadounidense por cuenta corriente; la escasez de recursos, especialmente energéticos; los conflictos geopolíticos; y, sobre todo, la globalización en paralelo de fenómenos tan negativos como el terrorismo y megaterrorismo (nuclear, biológico, etc.), la rápida extensión de pandemias, la delincuencia organizada, el narcotráfico y el cambio climático.

Al acabar la conferencia, Wolf participó en una cena coloquio ofrecida por el presidente del BBVA, a la que, entre otras personalidades, asistieron el presidente de la Asociación Española de Banca (AEB), Miguel Martín,el presidente de Endesa, Manuel Pizarro,y el presidente de Deloitte España, Carlos González.En un debate de gran altura, Wolf insistió en que los grandes riesgos de la economía global son de orden político; aunque la situación actual es muy diferente, nadie pudo prever a principios de los años setenta la crisis global propiciada por la guerra del Yom Kippur y la subsiguiente alza del precio del petróleo.

I - Why Globalization Works (Por qué funciona la globalización)
Martin Wolf
Yale Nota Bene
New Haven, Connecticut (EE UU), 2005

Es la más sofisticada defensa de la economía global de mercado que ha hecho Wolf, la voz clave de la globalización en su forma actual, aunque reconoce muchos de sus problemas no resueltos (pobreza, impuestos y degradación medioambiental).    

II - ¿Por qué funciona la globalización? (Libro de Martin Wolf) - John Blundell-Libertad Digital-John Blundell es director general del Institute for Economic Affairs de Londres    

La motivación de muchos políticos es ayudar a los pobres y el medio generalmente escogido por ellos ha sido algún partido de izquierda. Vale la pena aclarar que las buenas intenciones no aseguran buenos resultados.     Aunque se puede discutir sobre tasas de impuestos y volumen de regulaciones, está ampliamente comprobado que todas las economías exitosas son capitalistas y abiertas al resto del mundo. Ello debe aumentar nuestro optimismo respecto al futuro, a la vez que nos duele ver la miseria del Tercer Mundo.     La humanidad está dividida en unas 200 unidades diferentes llamadas estados. Los situados en América del Norte y Europa prosperan, mientras que la mayoría de aquellos en Sudamérica y África no tienen instituciones exitosas. Los horrores del Sudán y Zimbabwe son claros ejemplos de un gran fracaso. Un estado incompetente, ladrón y hasta asesino puede aplastar con impunidad a su gente.   Prácticamente la mitad de la humanidad vive en la miseria y por más que queramos ayudarlos es poco lo que podemos hacer y la “ayuda externa” generalmente es utilizada para afianzar los malos regímenes.     El recién publicado libro de Martin Wolf, Why Globalization Works (Por qué funciona la globalización) me ha hecho pensar sobre estos temas. Wolf argumenta que aceptar la soberanía de estos horribles estados imposibilita ayudar a sus pueblos atrapados. Es más, así empeoramos la situación en lugar de mejorarla. En las naciones desarrolladas gastamos siete veces más subsidiando a nuestros agricultores que en financiar el desarrollo de los países pobres. La esperanza para un ciudadano de Albania, Nigeria, Paraguay o Bangla Desh es emigrar a una economía capitalista, pero entonces imponemos barreras a la migración.     Por su parte, Rosemary Righter describe a los enemigos de la globalización como grupos contradictorios de izquierda y derecha, proteccionistas y ambientalistas, nacionalistas y anarquistas, junto a los restos del radicalismo chic de hace medio siglo.     Los historiadores consideran la fragmentación de la Europa medieval como un gran golpe de suerte. Europa dejó atrás a China, a la India y al mundo islámico que habían sido más adelantados hace mil años. La autoridad descentralizada en Europa era única. Esto creó la competencia entre los gobernantes y esa fragmentación del poder permitió la definición y defensa de la propiedad privada y, por lo tanto, el surgimiento de los mercados, los cuales requerían leyes claras y estables. El sistema judicial independiente fue un adelanto importantísimo. El imperio de la ley estuvo ausente en China, Mongolia y el imperio otomán. Hoy las naciones tienen que estar alertas para que nuevas leyes no penalicen o restrinjan el trabajo de la gente. El intercambio comercial se ha convertido en un espejo donde los gobernantes pueden ver reflejadas claramente sus equivocaciones.     La creación triunfante del mercado global victoriano colapsó ignominiosamente después de la Primera Guerra y no revivió sino hasta terminada la Segunda Guerra. Yo soy optimista porque hemos logrado el libre intercambio de ideas y de información. Los gobernantes pueden tratar de impedir este tráfico de ideas, pero la gente entonces se burla de ellos. Hoy quienes más ayudan al prójimo no son fundaciones caritativas sino empresas multinacionales que mantienen abiertos y funcionando a los mercados.     Un peligro es la creencia que la liberalización del comercio tiene que ser mutuo. Bajamos nuestros aranceles sólo si el otro país rebaja los suyos. Singapur y Hong Kong siguen siendo los únicos exponentes del ideal de Adam Smith por su exitosa liberalización unilateral que ha beneficiado tanto a sus habitantes.     La gran aventura de hoy en día es conocer, hablar y comerciar a lo ancho y largo de nuestra villa global. Los tontos, verdes y proteccionistas echan de menos la Edad de Piedra, pero el futuro es el comercio y también es la única manera de que los más pobres del mundo surjan de su actual miseria.  

La Vanguardia (España)

 


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