“Para la mayoría de los hombres, la vida verdadera es la vida que no llevan” Jorge Semprun

Dos Argentinas literalmente diferentes fueron noticia esta semana. Mientras algunos colegas y gente preocupada por lo que hay, habrá o debería haber más allá del corto plazo en el cual todo transcurre políticamente hablando; hay un vasto sector de la sociedad que está en otra sintonía, ajeno sustancialmente a Hugo Chávez, a Luis D’Elía, a Mauricio Macri, a Roberto Lavagna, a Elisa Carrió  e incluso también a Néstor Kirchner y a la Primera Dama…

La vida de esa gente pasa por otro lado. No entienden por qué renuncia un ministro de Economía provincial si se aumenta a los docentes. No entiende, ni le interesa entender, qué importancia tiene si el sucesor de aquel viene del Gobierno Nacional o de cualquier otra parte. De hecho jamás escucharon hablar de Gerardo Otero. Y está muy bien que así suceda. Al menos, sucede de esa manera en los países serios. El pueblo no está ocupándose de quiénes son o dejan de ser los funcionarios. No es necesario. Las cosas funcionan y entonces basta con ocuparse de disfrutar los resultados. Lo demás son datos superfluos.

No sucede así en la Argentina. La renuncia del ministro bonaerense fue tapa de todos los diarios. También lo fue la baja del impuesto a las ganancias para un sector de la sociedad que percibe sueldos en blanco muy alejados de lo que llega a los bolsillos de la mayoría de la ciudadanía. Pero probablemente, cuando una noticia es buena, darle amplia difusión ayuda a mantener el “sistema”. Y hemos llegado a un punto tal en que algo positivo que se haga es digno de festejar aún cuando el objetivo sea confuso porque, en vez de buscarse el bienestar de la gente lo que se persigue es contabilizar un voto más.

Lo cierto es que esta semana hubo una Argentina para quienes inauguraron el ciclo lectivo con sus hijos y hubo otra Argentina para quienes no pudieron hacerlo porque el federalismo está muerto. Hubo una Argentina para los políticos que siguen debatiéndose si éste es más ortodoxo y aquel es menos carismático, si uno nació en cuna de oro y el otro en un barrio carenciado, si acaso alguno… osó hacer algún negocio en la “década siniestra”. Eso sí, los de todas las Argentinas juntas, pagamos rigurosamente mano de obra encargada de buscar archivos, prontuarios, errores, amores o desamores de todos y cada uno para “decorar” la campaña llegado el caso.

Todo lo demás es incomprensible para la sociedad: “acuerdos estratégicos”, “pactos binacionales”, “convenios bilaterales”, “fomento del intercambio”, “integración”… Pueden ser términos emanados de clubes de fútbol pugnando por el pase de jugadores o tareas para el hogar que trajeron el primer día de clases los chicos que deben aprender a usar el Diccionario; aprender, en síntesis, a investigar.  “Etanol”, “bio-combustible”, “gasoducto”, etc., pueden tratarse de una lección de química de Primer Año “A”, EGB o Polimodal…

Y la pregunta del millón: ¿Algo de todo esto tiene gravitación para la vida de millones de ciudadanos?  La tiene o la tendrá posiblemente. Pero para comprender de qué modo y de qué manera las cosas que se escuchan y que son noticia afectan o des-afectan habría que tener en cuenta otras variables que brillan por su ausencia. De la misma manera, si el INDEC es autónomo o no lo es no altera directamente la vida de la gente. A su bolsillo, lo altera la realidad tal cual es y cada día, ésta, se aleja más de los medios, de la política, del discurso y hasta de la demagogia misma. ¿Cuántos pobres hay en la Argentina? Cifras hay muchas, las certezas en cambio son muy pocas.

Puede que a George W. Bush haya que odiarlo, denostarlo, o no. No es materia de análisis en estas líneas. Y no es difícil lograr sumar participantes a un show gratuito donde se puede ver a los artistas populares (aún cuando coordinarlo le cuesta más al Presidente que a otros “party-planner”) Lo mismo sucede con la adoración del Che. De todos los adolescentes que hoy visten la remera con la cara del revolucionario, un 99% no tiene la más mínima idea de quién fue. Modas y masificación ha habido siempre e imponer rechazos o adhesiones no es tampoco un logro novedoso. Además queda bien, es “políticamente correcto” criticar al mandatario estadounidense, y la remera del Che se consigue a menos de 10 pesos en los alrededores de la estación del Once en pleno centro porteño.  

Qué la gente sepa de qué se trata y entienda los por qué de los odios o los amores es otro tema y tiene otro costo. Ningún dirigente está dispuesto a pagar para ilustrar al pueblo. “Educar al soberano” ya ni siquiera es un slogan proselitista que de resultado.

Hay, pues, una Argentina que sigue la corriente… Si hay circo gratis, hay que aprovecharlo. No estaría mal que así lo hicieran si no fuera porque el circo no es gratis y es a esa misma gente, a quienes les está saliendo muy caro.

Porque, si de realidades hablamos, Chile por ejemplo ha firmado muchísimos más acuerdos estratégicos que la Argentina, y ningún mandatario del mundo desarrollado nos visita para anunciar “planes”; tampoco hemos sido convocados teniendo el desarrollo agropecuario que tenemos para que nuestros granos reemplacen, si fuese necesario, el petróleo a largo o mediano plazo y el futuro junto al mundo va quedándonos cada vez menos accesible y más lejano.    

Hay otra Argentina que sigue debatiendo, en cambio, la cuadratura del círculo: Si acaso es mejor tener un candidato tapado, si la gente ve bien que se pida licencia a un cargo, si hay o no segunda vuelta, si después de la elección en Capital voy por la Presidencia, si a Daniel Filmus lo bajan porque no suma en los sondeos, si el candidato será pingüino o pingüina y ¡qué dicen, benditas sean, las encuestas! Todo parece de un interés supremo pero en el fondo, nada cuenta. Nada cuenta para la Argentina real no la dividida caprichosamente.

 También podemos discutir si los accidentes automovilísticos cotidianos se solucionan con mejor asfalto o con más preguntas en el examen para obtener la licencia de conducir. Claro que, uno puede saber que con luz roja debe detenerme pero si después no lo hace… La teoría a veces es abyecta. Atenuantes puede que haya varios. Pero no escuchamos que se debata si acaso tantas muertes en las rutas y en las calles no esconden un desprecio brutal por la vida. Y un desprecio que no es casual. Un desprecio que viene de arriba hacia abajo, tal como viene la fascinación por Chávez o el rechazo por George Bush…

Un desprecio que, posiblemente, no deba ser el eje central de un análisis político a no ser que la política esté, sin eufemismos, despreciando la vida… (Si para muestras basta un botón: obsérvese el estado en que se hallan los hospitales públicos de la ciudad)

Después de tener eso claro, si la visita de Hugo Chávez, el repudio al jefe de Estado norteamericano, el candidato 2007, el ballotage en la ciudad o el cambio de un funcionario es o no gravitante para Argentina puede analizarse con otros parámetros.

Por ahora son sólo temas de 48 ó 72 horas. Mientras,  el circo continúa…y aunque se nos diga que es gratis, está costándonos muy caro…

GABRIELA POUSA

(*) Analista Política. Lic. en Comunicación Social (Universidad del Salvador) Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE)