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12/03/2007 | Plan Cheney, papel mojado

Andy Robinson

Los precios del crudo se triplican y países productores con políticas hostiles hacia Washington sugieren un nuevo reparto energético

 

El Plan Energético Nacional preparado en mayo del 2001 por el equipo del vicepresidente Richard Cheney - cerebro geopolítico de la nueva administración Bush- definió nítidamente los retos para la seguridad y la hegemonía de Estados Unidos en el siglo XXI.

Según los cálculos del plan, EE. UU. tendría que importar 18 millones de barriles de crudo al día en el 2020, el 68% más que en el 2000. Por tanto, era imprescindible diversificar las fuentes de suministro tendiendo puentes a Rusia, el Caspio, África y América Latina así como elevar la producción en Oriente Medio mediante el debilitamiento del cartel de productores, la OPEP.

Pero seis años después, el plan de Cheney ha quedado en papel mojado; mejor dicho, en pozo seco. Los precios del crudo se han triplicado y muchos países productores adoptan políticas hostiles respecto a Washington, mientras estrechan relaciones con su gran rival en la lucha por recursos energéticos: China.

Es más, lejos de ser aliado de EE. UU. contra la OPEP en la geopolítica petrolera, Rusia emerge como un rival quizás más fuerte que China en una curiosa reconfiguración a tres partes de la guerra fría librada ya no por ideologías sino por recursos energéticos. "Rusia tiene energía - China y EE. UU. no- y energía es lo que definirá el poder en el futuro", dijo Michael Klare, autor del aún inédito Rising powers, shrinking world en una entrevista para La Vanguardia.

A un tiempo, el suministro a largo plazo de petróleo a EE. UU. - un país que importa el 60% del crudo que consume- no sólo se ve amenazado por el paulatino agotamiento de reservas a escala mundial sino también por una crisis de producción en países como Iraq, Venezuela, Nigeria e Irán.

Las implicaciones del fracaso aún se discuten en medios de Washington y salas de consejos de las multinacionales petroleras en Texas y California. "Pensábamos que con los Cheney y los Bush (...) sería una administración que entendería mejor el sector energético. Que habría ventanas de oportunidad con México e Irán, una relación más productiva con Rusia. No sé si fue por el 11-S, pero no ocurrió así", dijo un ex ejecutivo de Chevron en el semanario New Republic.

Más que el 11-S, la raíz del fracaso parece ser la guerra en Iraq. Cheney y el arquitecto principal de la guerra, Paul Wolfowitz, esperaban que el derrocamiento de Sadam y la privatización de la industria petrolera elevase la producción iraquí y debilitara el sistema de cuotas de la OPEP. El resultado esperado era: más petróleo a precios más bajos.

Pero tras años de sabotaje e infrainversión, la producción del crudo en Iraq, número dos del mundo en el ranking de reservas de petróleo tras Arabia Saudí, ni tan siquiera alcanza los 2,6 millones de barriles diarios anterior a la guerra. Estados Unidos presiona en estos momentos - a través de a consultora estadounidense Bearing Point- para que la nueva ley petrolera facilite la entrada de compañías occidentales. Pero, hasta la fecha, la oposición al plan neoconservador de privatización petrolera es de lo poco en Iraq que ha unido a suníes y chiíes.

La OPEP, mientras tanto, "es mucho más fuerte que antes y sus miembros tienen más poder", según dijo Gal Luft, analista del Instituto de Análisis de Seguridad Global en una entrevista para La Vanguardia.Ariel Cohen, analista neoconservador sobre seguridad energética del Heritage Institute en Washington, autor intelectual del plan de usar el petróleo iraquí para romper la OPEP - véase The Road to Economic Prosperity for a Post-Saddam Iraq reconoció la envergadura de este fracaso en una conversación con este diario el pasado lunes: "Venezuela, Irán y Rusia empiezan a esclavizarnos en el área geopolítica", dijo.

En Irán, número cinco en el ranking de reservas petroleras con 1,6 millones de barriles de producción diarios, está pasando lo mismo que en Iraq por motivos distintos. El gobierno de Teherán ha decidido adoptar un régimen de racionamiento del petróleo en un momento de parálisis de producción provocada por la falta de inversión en infraestructura y refinería petrolera. Esto, en parte, es la consecuencia de las sanciones adoptadas para castigar a Irán por su programa nuclear. Según advirtió esta semana The Wall Street Journal,las exportaciones iraníes - muy significativas para un país como China- pueden agotarse dentro de diez años si no se invierte dinero en la industria. Esto pronto se traducirá en subidas de precios.

Asimismo, el constante ruido de sables entre EE. UU. e Irán agudiza el nerviosismo de los mercados de petróleo que comercian contratos futuros. Esto ya ocurrió en el preámbulo de la guerra en Iraq. Paradójicamente, "cada vez que EE. UU. dice cosas que hacen un conflicto en Irán más probable, sube el precio del petróleo", escribe James Surowiecki en el semanario New Yorker."Si nuestro fin era bajar el precio del petróleo no estaríamos presionando a Irán", dice Cohen.

Según algunos especialistas en seguridad energética en Washington, la administración ha intentado resolver ese dilema pidiendo que Arabia Saudí aproveche su posición como productor numero uno del mundo con más reservas que nadie, para moderar el precio del petróleo a cambio de que EE. UU. estreche el cerco a su enemigo chií Irán.

Cojean también las otras patas de la estrategia de Cheney del 2001. Cuatro años desde que Bush dijo que tras "mirar los ojos de Putin" había visto a un amigo, poco queda del plan de aumentar inversiones estadounidenses en infraestructura de refinería, exploración y oleoductos rusos. Putin ha aumentado el papel del estado en la industria petrolera, bloqueando tanto inversiones de Exxon y Mobil en Siberia como el proyecto estadounidense de construir un oleoducto a través de Kazajstán.

A su vez, Rusia, país numero seis en reservas, ha tendido puentes al gran rival geopolítico de EE. UU., China. Ambos gigantes formaron la Organización de Cooperación de Shanghai con las repúblicas petroleras del Mar Caspio, - Uzbekistán, Kazajstán, Tayikistán Kirguistán-, para hacer frente a la expansión de la OTAN. Según Klare, China quería mantenerse independiente, pero la decisión de la Administración Bush de bloquear la adquisición de la petrolera Unocal por la compañía petrolera china Cnooc "fue un punto de inflexión. Días después lo chinos estuvieron en Moscú elaborando una alianza".

China ayuda a Irán

China estrecha relaciones comerciales también con Irán, Sudán, Venezuela y hasta Arabia Saudí con el fin de garantizar su propio suministro energético. Klare cree que el conflicto entre EE. UU. e Irán es un sucedáneo de un megaenfrentamiento geopolítico entre EE. UU. y China. Ante la crisis de producción iraní, China - junto a Malasia e Indonesia- ya se ha comprometido a invertir miles de millones de dólares en infraestructura iraní, incluida una nueva refinería. Para proteger sus inversiones, ante el peligro de un ataque estadounidense, Pekín ha dado luz verde a la venta de misiles clase C802 antibuque y C801K antiaéreo a Irán, una amenaza directa a EE. UU. en un momento en el que refuerza su presencia en el estrecho de Ormuz con un nuevo portaaviones.

Por si todo eso fuera poco, Estados Unidos ya se enfrenta a un enemigo petrolero en su patio trasero.Venezuela, el segundo suministrador de petróleo a EE. UU. - tras Arabia Saudí-, ha nacionalizado su infraestructura petrolera y diversifica su cartera de clientes en Asia y Europa. Pero Venezuela sufre la misma falta de inversión en infraestructuras y refinerías que Irán, lo que reduce su capacidad productora generando más presiones alcistas sobre precios.

La Vanguardia (España)

 



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