Tajantemente, hubiese agregado que la pena de muerte era el castigo mínimo que merecerían no sólo quien ha usurpado funciones sino recurrido al oscuro mecanismo de hacer desparecer documentos y vendido al país en forma tan descarada. Ante la propuesta de que las consecuencias de estos contratos sean explicados reservadamente al Senado, el nonagenario abogado hubiese redoblado sus adjetivaciones y el volumen de sus gritos para denunciar, con las venas henchidas de furia y los ojos desorbitados, la manifiesta corrupción e impostura de quienes quieren explicar en secreto a los senadores lo que ya no podrán explicar a los alteños que instigaron.

La revisión de las intervenciones parlamentarias y mediáticas del señor evidencia que no hay exageración en esta suposición. Junto con el Presidente, el Vicepresidente y otros voceros, los gobernantes de hoy hicieron del tema hidrocarburífero el eje de su campaña de desestabilización primero, y electoral, después. Durante los hechos violentos que precedieron a la victoria electoral masista se afirmó, desde las calles o el Parlamento, apelando sistemáticamente a la simplificación grosera, al concepto deliberadamente maniqueo, y muy seguido a la mentira que todo lo hecho debía ser reemplazado por una nueva política que, entre otras cosas, privilegiase un manejo estatal transparente. El gas no debía ser vendido a Chile, no debería ser vendido a nadie, debía ser industrializado, las empresas extranjeras debían ser expulsadas.

¿Un año después del inicio del “gobierno del cambio” qué ha ocurrido? Una comedia que debe ruborizar al más cínico defensor de las petroleras. Una parodia en la que la “nacionalización” no expropia nada a los extranjeros pero sí las acciones de los bolivianos, es “transitoria”, una puesta en escena de medio año de duración, y en la que los actores no sólo no tienen título pero se presentan como un grupo de “jóvenes profesionales” con apodos y comportamientos de caricatura.

Algunos contratos “se han perdido” y el Presidente sigue denostando la Capitalización a cuya ley, como a todas las que sostienen el andamiaje del vilipendiado modelo económico, no les ha cambiado ni una sola coma. Morales Dávila debe estar muy enojado pero no lo muestra. Claro, el proceso fue una payasada pero nadie formalmente ha asegurado que aquí se robó. Es que son pocos los que, como lo hacía él, se atreven a acusar sin pruebas. Pero los indicios están allí, debe estar pensando.