Su población, con un elevado nivel de educación y tres millones de universitarios, tiene un promedio de edad de menos de 25 años y para el 2025 su mercado contará con 100 millones de consumidores. Su subsuelo es rico en recursos, con las segundas reservas de gas y de petróleo del mundo. Su industria automovilística es una de las más dinámicas del sector.

Y sin embargo, la situación económica en estos momentos no podría ser más precaria. Su modelo de desarrollo, basado en subvenciones públicas y la dependencia del petróleo está encaminando al país hacia una senda peligrosa con resultados imprevisibles.

La reaseguradora de crédito Coface ha rebajado esta semana la calificación sobre Irán: "la política presupuestaria radicalmente expansionista, además de un incremento probable del gasto en 2007, debería llevar a un déficit fiscal. Las tensiones con la comunidad internacional están desanimando las inversiones extranjeras. La falta de financiación interna puede afectar a la capacidad de pago de las compañías", afirman.

Dentro del país, empieza a aflorar un fuerte malestar. La escritora Anna Briongos, que regresó esta semana de Teherán, cuenta que "en Irán hay preocupación sobre la situación económica. Hay enfado sobre las generosas ayudas exteriores destinadas a Iraq y Palestina, cuando en el país hay dificultades. Estos días ha entrado en vigor un racionamiento de la gasolina, ya que no hay refinerías suficientes para cubrir las necesidades de la población. Yo no creo que el presidente Mahmud Ahmadineyad gane una segunda elección. Los iraníes empiezan a ser conscientes de que su permanente salida de tono va a provocar algún efecto contraproducente".

Los precios están cada vez más fuera de control. Según el centro de investigación del Parlamento, la inflación se acercará este año al 24%, en aumento respecto al ejercicio anterior. El Gobierno se ha visto obligado a aumentar el salario mínimo de los obreros un 20%, hasta los 150 euros, para enfrentarse a la pérdida de poder adquisitivo.

En sus viajes por las provincias Ahmadineyad no hecho nada más que multiplicar las promesas de extender más subvenciones a la población más desfavorecida y esto, como si de un círculo vicioso se tratara, no ha hecho otra cosa que reforzar las tensiones inflacionistas.

El Gobierno prefiere lavarse las manos. Según contaban observadores, para justificar la subida de los tomates el máximo ejecutivo de Irán invocó "un complot del extranjero", mientras que ante el problema de la carne y del pollo se remitió "a la voluntad de Dios". "Teherán no ha hecho nada para frenar la subida de los precios y pueden haber cambios políticos en el horizonte. La gente no ha visto ningún cambio a lo largo de estos años. Las reformas anteriores se han parado", dice Richard Fox, analista de Irán de la agencia de rating Fitch.

Ante esta situación, hay temores a una huida de los capitales. "Es bastante difícil atraer fondos extranjeros en estas condiciones. Irán es una inversión muy especulativa. Y si los bancos dejan de financiar los negocios, las cosas sólo pueden ir a peor", añade Fox. Desde la consultora Economist Intelligence Unit, el analista Neil Patrick recuerda que "el Gobierno ha acentuado las limitaciones ya existentes sobre las inversiones extranjeras. Algunos de los contratos han sido adjudicados a las firmas iraníes. Incluso si las próximas privatizaciones permitirán la presencia de compañías privadas y de ciudadanos particulares, todo apunta a que el Gobierno seguirá manteniendo el control de las empresas", opina.

Las firmas extranjeras están a la espera. Alemania, Francia e Italia son los principales suministradores de tecnología de Irán y no quieren echar a perder sus negocios. La británica Shell y la francesa Total hace unos días confirmaron que todavía están estudiando el desarrollo de proyectos de gas natural licuado en Irán pese a los crecientes costes, ya que el equipamiento técnico es difícil de encontrar e importar.

El mensaje es claro: "tendremos en cuenta todas las circunstancias políticas", dijo el máximo responsable de Shell, Jeroen van der Veer. En cuanto a la firma China Petrochemical, finalmente anunció que no adquirirá participaciones en un proyecto petrolero del Estado iraní y que se limitará proporcionar servicios de ingeniería, hasta que el panorama se aclare.

Las autoridades de Teherán ofrecen otra versión de los hechos. Fuentes diplomáticas iraníes contactadas por este diario decían "no entender el porqué de este pesimismo". "No hay ningún problema. Nuestra inflación es más elevada porque estamos en medio de un ciclo expansivo". El plan de desarrollo del Gobierno prevé un crecimiento del PIB en cinco años cercano al 8%.

Oficialmente, el ministro de Economía, Davoud Danesh-Jafari, ha defendido el plan de aumento de gastos, al sostener que los ingresos petroleros permiten invertir en las infraestructuras. En los presupuestos estatales, el barril de petróleo se contabiliza a un precio de 30 dólares, cuando en la actualidad ronda los 60. Esta diferencia, explican, permite redistribuir la renta. El controvertido programa nuclear civil también serviría para compensar lo que se destina a apoyar el consumo interno.

El efecto del bloqueo

Se pueden discutir estos argumentos. Por ejemplo, esta semana el FMI estimó un crecimiento más bajo, cerca del 5%. Pero también es cierto que, de alguna manera, la economía sigue en pie. La razón es que los elevados precios del petróleo han permitido evitar de momento problemas mayores. "Pero en caso de un caída, Irán será el primer país en sufrir las consecuencias negativas", dice Fox.

¿Es algo que puede ocurrir? Las presiones de EE. UU. para reforzar el embargo de laONUy frenar así el desarrollo nuclear iraní podrían perjudicar su comercio de petróleo, principal fuente de ingresos de la economía y del 80% de sus divisas. El país ya tiene que importar gasolina (que se vende a un precio político de ocho céntimos de euros el litro). Un bloqueo podría poner el país de rodillas.

Para evitar sorpresas, el Gobierno ha puesto en marcha un fondo de reservas para prevenir una posible caída de los precios del barril. Pero Miguel Ángel Pérez Martín, profesor de Economía Internacional de la Universidad Autónoma de Madrid y secretario general de la Asociación de Amistad Hispano-Iraní dice que "no han conseguido estabilizar este fondo de cohesión y que sería mejor destinar los excedentes a invertir en el gas, con la posibilidad de suministrar energía a India o Pakistán, grandes consumidores".

Hasta ahora, las reticencias de Europa, que tiene intereses económicos en la zona, han impedido que las sanciones internacionales sean más duras. Y los intentos de Teherán de diversificar la economía en sectores como las telecomunicaciones o la construcción han mantenido a flote el sistema. Pero, como recuerda Pérez Martín, se están levantando en Irán las voces críticas a la política exterior del Gobierno ante el miedo a una dolorosa retorsión comercial.

Aún es vivo el recuerdo de lo que pasó en la ex Unión Soviética, que también financiaba las importaciones con los ingresos del petróleo. Cuando en 1986 se desplomaron las cotizaciones, empezó la caída del comunismo. Tal vez para el modelo económico iraní podría haber iniciado la cuenta atrás.