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21/04/2007 | Argentina a la hora de Kirchner

Mark Falcoff

Desde la crisis financiera que atravesó hace seis años, Argentina desapareció en cierta medida de los titulares. Esto indudablemente se debe, en gran parte, al espacio desproporcionado que nuestros medios de comunicación dedican ahora a Irán e Irak, pero también al hecho de que otras noticias de América Latina--en particular la cirugía de Fidel Castro y las travesuras del grotesco presidente de Venezuela, Hugo Chávez--han dominado la cobertura de la región. Sin embargo, Argentina no es un actor regional insignificante.

 

Argentina es la segunda o tercera economía más grande de América del Sur (según el cálculo que se realice) y cuenta con fuertes vínculos culturales y familiares con la Europa Latina. Su capital, Buenos Aires, es un importante centro editorial de la lengua española, de las medias, de las instituciones de educación superior, así como un destino muy concurrido para los inmigrantes de Bolivia, Paraguay y Perú. Argentina también es uno de los pilares del Mercosur, un bloque comercial emergente que (pese a todos sus problemas) representa una fuerza significativa en la diplomacia de América Latina.

Quizá la noticia de América Latina que tuvo la más inadecuada cobertura en los últimos años sea el efecto de largo plazo del colapso económico que sufrió el país en 2001. Aunque, a lo largo de los años, Argentina ha experimentado una serie de crisis y devaluaciones, esta última fue una crisis sin precedentes en cuanto a su gravedad y sus consecuencias humanas. Una persona que la vivió recientemente me dijo que fue el equivalente emocional de una bomba de neutrones: de la noche a la mañana, la moneda perdió dos tercios de su valor, y lo que es más, los bancos se cerraron para que los argentinos comunes y corrientes no pudieran acceder a sus fondos. Los supermercados y almacenes de los barrios fueron saqueados. Muchas provincias que tenían sus propios recursos económicos independientes consideraron seriamente--por primera vez en más de 150 años--abandonar por completo la federación argentina. Los hospitales registraron una cantidad récord de muertes debido a ataques cardíacos. Miles de argentinos cuyos abuelos o bisabuelos habían emigrado de España o Italia formaron largas filas fuera de los consulados de aquellos países en un intento de regresar a sus hogares ancestrales. El presidente Fernando de la Rúa se vio obligado a renunciar luego de apenas dieciocho meses en el poder, y--como para simbolizar el descontento popular con las instituciones políticas del país--se prendió fuego a algunas partes del majestuoso edificio del Congreso en el centro de Buenos Aires.

La recuperación económica

En los últimos cinco años, Argentina ha experimentado una importante recuperación económica, en parte debido a la drástica devaluación de la moneda, que perdió dos tercios de su valor, pero también a causa de la decisión del gobierno de dejar de pagar su deuda soberana de alrededor de 140.000 millones de dólares, el mayor default de deuda soberana de la historia. (Desde entonces, Argentina ha renegociado la mayor parte, aunque no la totalidad, de sus obligaciones.) La devaluación de la moneda hizo que, de la noche a la mañana, las exportaciones argentinas se volvieran altamente competitivas en el mercado mundial y creó un sector turístico completamente nuevo. Pero, por suerte, también coincidió con un repentino aumento de la demanda de soja por parte de China, un producto que Argentina, debido a su suelo fértil y clima favorable, está bien posicionada para producir. A la vez, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, se ofreció a comprar 5.000 millones de dólares de papeles de deuda argentina, y así liberó al país de sus obligaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Posteriormente el desempleo disminuyó de 25% a 9%, y ahora el país ostenta reservas de US$ 35.000 millones[1], el mayor monto en toda su historia.

Aún así, la recuperación no es completa, y algunos indicadores generan motivos de preocupación. En parte debido a su negativa de llegar a un acuerdo con el resto de sus acreedores externos, el país ahora recibe sólo 3% de la nueva inversión extranjera en América Latina, en contraste con su participación habitual de 15%. En esta situación, los stocks de capital están deteriorándose; el país básicamente está sobreviviendo con recursos que se dispusieron en la década anterior. Los controles de precios han provocado un regreso de la inflación, aunque nadie puede decir con seguridad en qué medida, ya que el director del Instituto Nacional de Estadística y Censos fue despedido por presentar cifras que no eran del agrado del gobierno. Es posible que el gobierno esté devaluando el peso en forma intencional para promover las exportaciones y erigir una barrera para las importaciones baratas, así como para subsidiar al próspero sector turístico. Algunas estimaciones indican que la economía en negro ocupa hasta 40% de la fuerza laboral. El humor del público general es de satisfacción con el presente--definitivamente en comparación con el pasado reciente--pero también de leve aprehensión, ya que nadie sabe con seguridad lo que depara el futuro. Cualquier cambio en los precios de los granos, las tasas de interés mundiales o la situación política de Venezuela, actualmente el respaldo financiero y aliado número uno de Argentina, podría impulsar las cifras en la dirección no deseada.

La nueva "power couple"

El regreso de la política más o menos a la normalidad quizá haya sido aún más sorprendente que la moderada recuperación del país. En 2001, la queja que se escuchaba con mayor frecuencia en las calles era "¡Qué se vayan todos!" (en referencia a los políticos). Los funcionarios que mantenían o habían tenido cargos sufrían acoso e incluso actos de violencia cuando aparecían en las calles o en restaurantes. Hoy en día, el presidente Néstor Kirchner, quien asumió el poder en 2003, tiene mayores niveles de aprobación que cualquier presidente de América Latina (y más del doble que el presidente George W. Bush), y está preparado para una triunfante reelección hacia fines del corriente año. Lo que es aún más importante es que Kirchner se encuentra en proceso de transformar al Partido Peronista en un instrumento propio, con la ayuda y compañía de su esposa Cristina, una mujer ambiciosa y políticamente poderosa.

La tentación de comparar a Kirchner y a su esposa con Bill y Hillary Clinton es irresistible--a los mismísimos Kirchner no les deja de gustar la comparación-, y efectivamente existen algunas similitudes. Cuando en 2002 el presidente interino Eduardo Duhalde propuso a Kirchner como su sucesor, Kirchner era un político relativamente desconocido que se desempeñaba como gobernador de Santa Cruz, una provincia remota en la ventosa Patagonia. Cristina, que anteriormente representaba a Santa Cruz en el Senado, decidió cambiar su circunscripción electoral por una más importante en términos políticos. Ahora ocupa una banca en la cámara de senadores del Congreso de Argentina para la provincia de Buenos Aires, la más grande e importante del país, una especie de Estado de Nueva York y la región del Midwest de Estados Unidos[2], todo en uno. Además, es sabido que la señora Kirchner alberga sus propias aspiraciones presidenciales y, al igual que Hillary Clinton, tiene sus propios seguidores fanáticos.

No obstante, existen algunas discrepancias cruciales. A diferencia de Bill Clinton, Kirchner no es particularmente encantador ni carismático. Un individuo ingenioso señaló que el presidente de Argentina ha logrado lo imposible: ha creado un culto a la personalidad sin tener personalidad alguna. Su provincia de origen tampoco es igual a Arkansas. Santa Cruz tiene sólo 120.000 habitantes, pero posee enormes cantidades de petróleo y gas, que Kirchner utilizó con desparpajo durante su mandato como gobernador. En contraste con la constitución de Estados Unidos, la constitución argentina de 1994 permite que los Kirchner--si su popularidad perdura-teóricamente gobiernen el país durante el resto de su vida, ya sea turnándose en mandatos de cuatro años o sucediéndose el uno al otro cada ocho años.

Sin embargo, la diferencia más importante es la siguiente: mientras que los Clinton son partidarios firmes y leales a su partido, Kirchner--aunque formalmente es miembro del Partido Peronista-parece estar resuelto a crear un movimiento a su propia imagen y semejanza. De manera muy similar al fallecido General Juan Perón en la década de 1940, Kirchner utilizó los recursos del gobierno y el sentido de lo inevitable para reunir seguidores de todo el espectro político, y así ha impulsado (también en este caso, al igual que en la década de 1940) a todos sus opositores a unirse en una alianza heterogénea que se mantiene sólo por su oposición a él. Así, Roberto Lavagna, ex ministro de economía de Kirchner y el hombre al que generalmente se le atribuye haber sacado al país de la crisis de 2001, probablemente será el principal opositor en las elecciones, respaldado por los radicales (el partido de Fernando de la Rúa y el ex presidente Raúl Alfonsín), los peronistas disidentes (incluido el ex presidente Duhalde--quien una vez fuera el patrocinador de Kirchner--y gran parte de sus seguidores) y por un grupo heterogéneo de conservadores (que en Argentina reciben el nombre de "liberales"). Según el complicado sistema de ballotage del país, el ganador sólo necesita 40% de los votos (siempre que obtenga una diferencia de diez puntos por encima de su competidor inmediato) pero, a esta altura, parece inevitable que Kirchner gane con facilidad en la primera ronda.

Recibiendo consejos de Venezuela

La crisis de 2001 no sólo puso en primer plano a un político anteriormente desconocido de una provincia aislada, sino que también inauguró un nuevo sentimiento nacional que, a grandes rasgos, podría resumirse en el término "revisionista". Mientras que durante generaciones el país aspiró a ser aceptado como parte de Europa o, en todo caso, al menos como miembro honorario del primer mundo, de repente descubrió su identidad latinoamericana. En todos los puestos de diarios y revistas se venden fotos del Che Guevara (aunque muchos jóvenes argentinos parecen no saber bien quién es) y los personajes históricos relacionados con la expansión del país más allá de las fronteras de los viejos asentamientos indígenas ahora son representados como locos genocidas. (Una hermosa estatua del General Julio Roca--una especie de combinación argentina de Andrew Jackson, el General George Custer y Theodore Roosevelt--emplazada en el centro de Buenos Aires fue horriblemente desfigurada.) Está emergiendo un movimiento a favor de los derechos de los animales (siendo éste un país entre cuyos productos principales se encuentran el cuero, las pieles y la lana). Las encuestas revelan que Fidel Castro es la personalidad extranjera más admirada del país y que Hugo Chávez es el presidente latinoamericano más admirado, seguido por Kirchner. A pesar de haber forjado una alianza reflexiva con Estados Unidos en la década de 1990--un intento momentáneo del presidente Carlos Menem de subirse al carro de la victoria luego del fin de la Guerra Fría-, hoy en día Argentina es el país más anti Estados Unidos de la región. Esto no ha impedido la cooperación con Washington en una serie reducida de cuestiones clave, en concreto el terrorismo y el lavado de dinero, aunque en este respecto Argentina no difiere de muchos países de la región y, más allá de esto, mantiene una relación tensa con Washington.

Sin duda, la curiosa relación con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, promovió gran parte de la nueva alineación de "América Latina". Hoy en día, uno de los temas de debate más interesantes en Argentina es quién está usando a quién. No caben dudas de que Kirchner encontró en Chávez a un aliado útil que hace pocas preguntas y reparte dinero con una despreocupación encantadora. Esto permitió que el Presidente de Argentina se burlara del odiado FMI y resistiera las presiones para llegar a un acuerdo final con los acreedores pendientes. Al mismo tiempo, Chávez es un instrumento útil: sus escandalosas declaraciones públicas y ostentosas amenazas contra Estados Unidos son un ejercicio gratificante en el escenario político y generan dividendos políticos en su país a un bajo costo (entre otras cosas, también ayudan a mantener a la mayoría de la pequeña pero activa comunidad izquierdista de Argentina dentro del bando electoral de Kirchner). Por ejemplo, durante la visita del presidente Bush a Brasil y Uruguay el mes pasado, Chávez apareció en una multitudinaria protesta en Buenos Aires--que también financió--y fue presentado ante una multitud embelesada por Hebe de Bonafini, la vituperante presidenta y fundadora de las Madres de Plaza de Mayo, una organización de derechos humanos que tiene un estilo propio y ha pasado a abordar otras cuestiones. Kirchner no asistió y pretendía que creyéramos que no tuvo absolutamente nada que ver con el acontecimiento en sí. En cuanto a Chávez, es de suponer que la sola oportunidad de regodearse nuevamente en la adoración de una multitud extranjera haya sido suficiente recompensa.

Sin embargo, sería erróneo decir que Argentina está cayendo bajo algún tipo de esfera de influencia de Venezuela. Argentina no es--y nunca será--Bolivia, mucho menos Ecuador o Nicaragua. No caben dudas de que el presidente argentino está realizando su propio show y, desde su punto de vista, está haciéndolo bien. Su estilo es autoritario y opaco: nunca celebró una reunión de gabinete, se niega a recibir embajadores, purgó a la Corte Suprema, usa el dinero del gobierno sin dar explicaciones, instala escuchas telefónicas y caracteriza como ilegítima toda forma de disenso o desacuerdo. Uno de los dos periódicos principales del país es claramente un órgano oficial del gobierno. Algunos periodistas que trabajan para lo que queda de los medios de comunicación independientes han recibido amenazas. Los hombres de negocios que contemplan la posibilidad de contribuir a los fondos de campaña de los opositores de repente reciben una inspección impositiva. El Congreso ya no desempeña un papel demasiado activo en el gobierno, a pesar de que el partido de Kirchner cuenta con la mayoría en ambas cámaras. El Presidente tiene acceso a enormes cantidades de dinero fuera del presupuesto que está utilizando para construir su propia máquina política. Por supuesto, parte de esto no es nuevo, pero aún así es inquietante que suceda en un país donde las instituciones democráticas tienden a ser frágiles y la corrupción, el amiguismo y el patrocinio han sido las principales herramientas de gobierno. El tema en cuestión no es si Kirchner seguirá siendo presidente o no, sino qué tipo de país dejará como legado cuando finalmente abandone la escena.

Nada demasiado nuevo

La historia de Argentina tiende a ser cíclica. En los últimos setenta años aproximadamente, el país ha oscilado entre las crisis y las recuperaciones, cada vez con la convicción de que finalmente había encontrado la fórmula para lograr una prosperidad sostenida. Tanto los gobiernos electos como las dictaduras militares, los peronistas como los antiperonistas y los proteccionistas como los partidarios del libre mercado tuvieron su oportunidad de tomar el mando, gozaron de un momento de euforia y respaldo de las masas, y terminaron por sufrir el desprestigio y el colapso, e incluso algunos de los presidentes más recientes se vieron obligados a abandonar la Casa de Gobierno en helicóptero. Tarde o temprano el país deberá regresar a los mercados de capitales y saldar las cuentas con el resto de sus acreedores si desea mantener y mejorar su recuperación actual. Mientras tanto, Kirchner se encuentra en la curva elevada de un ciclo. Sólo le queda esperar que su propio aterrizaje sea más suave que el de todos sus predecesores.

Notas

1. A la fecha de traducción el último valor oficial es de US$ 37.292 millones.

2. El Midwest de Estados Unidos es una región que comprende los estados del norte y centro de dicho país, específicamente Illinois, Indiana, Iowa, Kansas, Michigan, Minnesota, Missouri, Nebraska, Dakota del Norte, Ohio, Dakota del Sur y Wisconsin.

Mark Falcoff (markfalcoff@aol.com) es académico emérito residente de AEI.

Nicole Passan, socia editorial del AEI, colaboró con el autor en la edición y la elaboración de este Panorama Latinoamericano.

AEI on Line (Estados Unidos)

 


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