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25/04/2007 | Unasur: ¿cambio de nombre o de rumbo?

Alfredo Seoane Flores

Los mandatarios sudamericanos reunidos en la Isla Margarita, en el marco de la Cumbre Energética, decidieron el cambio de nombre de la Comunidad Sudamericana de Naciones (CASA) por el de Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), que contará con una Secretaría Permanente, en lugar de la Secretaría pro Témpore de la CASA.

 

En el mismo evento, suscribieron la Declaración de Margarita: “Construyendo la Integración Energética del Sur”, creando un Consejo Energético Sudamericano encargado de dar seguimiento a los acuerdos en este campo.

Algunos comentaristas sostienen que esta nueva sigla es nada más que un aporte a la espesa sopa de letras de la integración latinoamericana (Aladi, CAN, Mercosur, Sela, CASA, etc.) más que un paso significativo hacia una mayor integración.

Más allá de esas percepciones y de la semántica, nos interesa destacar la importancia del proceso de integración en el campo energético. Lo cierto es que la dinámica actual es diferente a la que estuvo vigente durante la década de los años noventa, de avances significativos en la liberalización del comercio y la apertura a la inversión. Actualmente, la agenda de la integración ha mutado hacia una que además del comercio contiene temas de verdadero impacto y potencial para generar dinámicas de integración del espacio económico, como son los procesos en curso de integración de la infraestructura, de la energía y del financiamiento del desarrollo (Banco Sur), de manera que los mercados anteriormente separados son cada vez más un mercado único.

En Margarita, el eje de la reunión fue la integración energética, aspecto que se puede convertir en el basamento o pilar más sólido de la integración sudamericana. Para empezar habría que valorar las potencialidades de Sudamérica en cuanto a combustibles fósiles (gas y petróleo), hidroenergía, biocombustibles, energía eólica, etc., que son ingentes. Los avances logrados ponen las bases para un acuerdo sudamericano que defina estrategias comunes en el tema del petróleo, del gas, de los combustibles alternativos y de los combustibles a partir de productos agrícolas.

Y en cuanto a la proyección global, mientras que en el mundo existen desequilibrios entre la oferta y la demanda de energía, causantes de muchas de las tensiones geopolíticas actualmente existentes, al punto que en el mundo se estaría “cocinando a fuego lento una verdadera crisis energética” (H. Chávez), en Sudamérica, gracias a la integración, se lograría darle certidumbre a la región sobre los abastecimientos de energía en el futuro y dotarle de una visión estratégica en un rubro tan determinante como la energía. Esto significa, desde todo punto de vista, dotarle de una carta de éxito para navegar en la globalización.

El desafío es encontrar los balances para poder plantear la integración energética como una sólida base de la integración sudamericana y seguir desarrollando los demás aspectos que hacen relación a los temas de la Integración de la infraestructura (IIRSA), del financiamiento (Banco Sudamericano) y del comercio, en una senda de integración cada vez más ancha y profunda, al estilo de la Unión Europea.

Es un momento de gran contenido geopolítico. Las definiciones muy ideologizadas a veces no permiten ver con claridad que lo que está en juego es mucho más que afinidades respecto a determinadas ideologías, ya que independientemente de ellas y de los liderazgos de turno, la integración energética claramente significa avanzar en hechos concretos hacia el desarrollo sostenible y hacia mayores capacidades de afrontar el presente y el futuro de la globalización, esto independientemente de que el nombre del proceso sea Unasur o CASA. Lo importante es que la integración sudamericana avanza.

*Alfredo Seoane Flores es profesor CIDES – UMSA.

La Razón (Bo) (Bolivia)

 



 
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