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27/03/2005 | Las delicadas relaciones chino-taiwanesas

Betta Plebani

El pasado sábado la Alianza Democrática Taiwanesa por la Paz convocó una manifestación contra la Ley Antisecesión china. El propio presidente de la isla, Chen Shui-bian, participará de la marcha en Taipei. El pasado 14 de marzo, la Asamblea del Pueblo en Pekín aprobó la ley que permite el uso de "medios no pacíficos" para impedir la independencia formal de Taiwán. Esta decisión fue condenada por Estados Unidos, Japón y la Unión Europea.

 

Sin embargo, durante la reciente visita de Condoleezza Rice, ministra norteamericana de Exteriores, Pekín fue indiferente a preocupaciones generales sobre su política de defensa.
El Gobierno chino destinará 30 mil millones de dólares a la modernización de su aparato militar. Ahora más que nunca, el tema de Taiwán cobra importancia, no sólo porque se considera una amenaza para la estabilidad china, sino también porque constituye una excusa para legitimar el desarrollo del aparato militar chino.
Según el profesor Dingli Shen, experto en política de defensa en la Universidad de Fudan, en Shanghai, China necesita por lo menos diez años más para ponerse al nivel de ciertos países desarrollados. Sin embargo, sus inversiones en armamento han sido enormes, alcanzando hasta el 5 por ciento del producto nacional bruto (1,3 billones de dólares en el 2004). De tal manera, en términos de gastos de defensa, China es el tercer país más grande del mundo, después de Estados Unidos y Rusia, y el más grande de Asia, seguido a prudente distancia por Japón.

China y Taiwán tienen bastante interés en mantener y desarrollar lazos económicos sanos. La apertura, el mes pasado, de vuelos 'charter' directos, aunque temporales, entre China continental y Taiwán, después de 55 años de aislamiento, junto a cumbres estratégicas entre el independentista Partido Progresivo Democrático y el opositor Partido Popular parecía haber puesto fin al impasse político. Sin embargo, con la ley contra la independencia de Taiwán, o ley anti secesión, China envía señales muy ambiguas.
La nueva ley autoriza a China a usar la fuerza si Taiwán declara su independencia. Su aprobación, la semana pasada en el Congreso Nacional Popular, ha causado preocupación en Estados Unidos y la Unión Europea. En consecuencia, esta semana la Unión abandonó sus planes de levantar el embargo de armas a China y dio a conocer que no estudiará el tema antes del año próximo.

Tanto los independentistas como los taiwaneses moderados consideran la ley como una provocación y un cambio unilateral del status quo. De hecho, la medida china ha tenido un efecto adverso y causa un mayor alejamiento de la población taiwanesa. Es de temer, así mismo, que Taiwán emprenda acciones, por ejemplo, mediante legislación. Además, probablemente fomentará aún más la unidad en la isla, así como su determinación.
A pesar de la presión estadounidense, China rechazó reconsiderar la ley, y el presidente chino, Hu Jintao, manifestó a Condoleezza Rice que "China espera que Estados Unidos no envíe ninguna señal errónea a las fuerzas separatistas de Taiwán".

En realidad, un verdadero conflicto entre Taiwán y el continente Chino es poco probable, porque es mucho lo que está en juego. Por parte de China, su credibilidad y su desarrollo económico. De su lado, Taiwán no puede permitirse los costes de una guerra y, de darse un ataque, no tiene ninguna posibilidad de triunfar. Aun así, la identidad de Taiwán es fuerte, y la ley anti secesión amenaza su supervivencia.
"Si China desea ocupar esta isla, el 70 por ciento de la gente está dispuesta a luchar por sus familias, por su país. La población taiwanesa rechaza esta clase de regímenes totalitarios y luchará por defender a su país", opinó Chen Ming-Tong, profesor de Ciencias Políticas y de Relaciones chino-taiwanesas, de la Universidad Nacional de Taiwán, en Taipei.

China teme por su estabilidad y su unidad, pues, si no consigue contenerlo, el movimiento independentista taiwanés podría fomentar los movimientos separatistas en áreas como Tíbet y Xinjiang, región autónoma de los musulmanes Uighurs en el noroeste del país.
Taiwán está políticamente aislada y reconoce su fragilidad. Si bien Washington se ha comprometido a defender a Taiwán en caso de agresión, con excepción del Pentágono, la Casa Blanca no desea verse involucrada. Pero, para China, país determinado a acumular más credibilidad en términos de defensa, y a convertirse en superpotencia, Taiwán es un valioso pretexto para justificar su desarrollo militar.

Radio Nederland (Paises Bajos)

 


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