Martí sabía que toda guerra entre civilización y barbarie termina mal para todos.
Las tensiones humanas entre quienes disfrutan de cultura e información, y los que subsisten en la ignorancia y la desinformación son eternas y universales; pero su exacerbación usualmente brota de la ausencia de visión e indiferencia de quienes están arriba, y la acción de dirigentes que atizan las diferencias.
El terror en Francia, el soviet, la guerra civil española, la revolución cultural china, los khmer rouge de Camboya, la masacre de negros tutsis por negros hutus en Rwanda, presentan instancias de triunfo de barbarie sobre civilización.
Venganza y odio
El afán de poder y mesianismo lleva a manipular a masas resentidas y mal informadas como instrumento y arma de guerra contra quienes podrían hacer sombra a sus ambiciones. Se desatan la venganza y el odio encarnados por madame Defarge en la novela "Historia de Dos Ciudades", sobre la Revolución Francesa. El triunfo de la barbarie siempre se traduce en la destrucción del progreso obtenido a la fecha, con un descenso en la condición de los desposeídos.
Dentro de nuestro Hemisferio, Haití es muestra viviente de triunfos de la barbarie sobre la civilización, y su realidad actual comprueba el resultado. Hasta el sol de hoy, muchos haitianos culpan a diversos factores externos de sus infortunios. Allí, y muchas otras instancias, el argumento es un subterfugio estéril. Como en la ciudad eternamente "asediada" del Barón Munchausen, por lo general los de afuera o no existen, o castigan con el cruel látigo de la indiferencia.
Barbarie
En Venezuela, la barbarie ha sido encarnada por el Tirano Aguirre, Boves y algunos personajes de la Guerra Federal, entre otros. Rómulo Gallegos capturó el concepto en su obra "Doña Bárbara". Más adelante, el país por décadas canalizó los ímpetus destructivos por vías de una institucionalidad más o menos conciliadora.
José Martí previó el peligro de estas situaciones, y desde 1889 llamó a la conciliación llamando a que "estudien el modo de distribuir mejor la riqueza nacional, porque sobre pilas de votos comprados va mal la república, y no se ha de acabar por levantar aquí los dos montes que se han ido haciendo en todos los pueblos, uno de oro, y otro de cólera".
Martí sabía que toda guerra entre civilización y barbarie en definitiva termina mal para todos -incluso los pírricos vencedores momentáneos - y sobre todo para las masas que supuestamente reivindicarían. Al final, quienes siembran vientos, cosechan tempestades. Es lección universal, en aras de un mejor futuro para todos.
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