En la calle se respira un aire distinto, es como si de la noche a la mañana hubiera soplado un viento de esperanza. Se necesitaba. La inseguridad cotidiana, la tomada de pelo que se hace diciendo que la inflación es baja cuando en la realidad los precios suben en forma arbitraria y descarada, la negación de una crisis energética mientras se reduce la jornada laboral en las empresas por las medidas impuestas para evitar el colapso total del sistema, las manos limpias agitadas en atriles cuando no dejan de aparecer coimas que enlodan los despachos de Balcarce 50, la prédica de memoria que implica crear bandos de buenos y malos, la diatriba proselitista y la comedia del pingüino o la pingüina para el próximo mandato hartaron. Se necesitaba otra cosa. De eso no hay duda, y es eso lo que dicen las urnas abiertas el pasado domingo 24.

Al Gobierno sin embargo, y a juzgar por las declaraciones del Presidente, sólo lo hartaron los empresarios: “van agotando la paciencia” Paciencia agotada pues en la gente y en la dirigencia, una simetría con causas distintas.

Los votos que definieron la victoria del ARI en Tierra del Fuego y del PRO en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no estaban teñidos de falacias como las que se pretende crear en ciertos ámbitos políticos y periodísticos. No se votó una derecha en la Capital Federal y una izquierda en la provincia sureña. Se votó cambio. La ideología quedó a un lado. Ni los porteños son de derecha ni los sureños de izquierda. Rótulos arbitrarios y vanos. Ambos son pueblo y el pueblo no está pendiente de etiquetas, menos aún cuando en el mundo desarrollado éstas ya resultan obsoletas. La sociedad argentina no necesita siquiera la foto en el diario de Néstor Kirchner con Fabiana Ríos o con Mauricio Macri porque a esta altura ya sabe que de fotos hay álbumes y anales para todos los gustos. Lo que se espera es el diálogo constructivo para el hallazgo de soluciones como lo tienen, por ejemplo, Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy en España cuando hay temas que aquejan a los españoles en su conjunto.

Asimismo, la política requiere de un pueblo como el español capaz de salir a la calle a reclamar sin necesidad de banderas ni pancartas que distingan estructuras o fuerzas partidarias como sucede en la Argentina donde la puja por el lugar que se ocupa en el de un acto es más importante que el acto en sí mismo. Se evidenció claramente cuando se trasladó el féretro del General Perón a la quinta de San Vicente.

El cambio que se votó el domingo necesita una doble vía: de la gente hacia la política y de la política hacia la ciudadanía. De lo contrario, el exitismo que pasea por las calles porteñas terminará desahuciado y el cambio se parecerá a aquel del que habla El Gatopardo*. No es Fabiana Ríos ni Mauricio Macri quienes van a salvar a los argentinos. Son los argentinos mismos quienes pueden modificar un escenario político signado por un Gobierno cegado en su soberbia.

*Alusión a la obra “El Gatopardo” de Giuseppe Tomasi di Lampedusa

Desde el poder, menoscabados los fracasos sufridos, el proselitismo se reforzó para “secar” la algarabía de unos cuantos. Todavía quedan en manos del Ejecutivo un sinfín de herramientas para disfrazar lo que está pasando. Se pueden “disipar”  causas jurídicas que rozan a funcionarios, puede maniobrarse para que no tengan demasiadas consecuencias las llamadas “desprolijidades” como la bolsa de dinero en el baño de la Ministra de Hacienda o el contrabando de armamento que dejó indefensa, paradójicamente a la titular de Defensa, Nilda Garré. Hasta el Caso Greco o el caso Skanska pueden quedar en la nada mientras el kirchnerismo siga en el poder, pero no hay forma de negar que no hay crisis energética cuando la ciudad está a media luz, racionan la distribución de combustible y a los hogares el gas no llega. Con las advertencias no se solucionan los problemas.

Las presiones de la Secretaría de Comercio pueden lograr marchas y contramarchas en medidas empresarias tendientes a mantener un equilibrio entre lo que hay y lo que se demanda pero no pueden encender las lámparas ni evitar que el invierno llegue o pretender que el frío caliente. Y el frío y la oscuridad no son “sensaciones” de la gente como la inseguridad… Tampoco afanes de agoreros del mal. La producción de gas natural cayó un 2% en los primeros cinco meses de este año respecto del mismo período de 2006. En 15 días el desabastecimiento será un hecho no un mal augurio para hacer “perder” al Gobierno y con esta demanda actual de energía no se dará a basto con el suministro. En este aspecto el Gobierno no pierde, pierde el pueblo. El Gobierno perderá luego con “la última nieve de primavera”.

Lo cierto es que el escenario político nacional está signado por conflictos que el Ejecutivo no logra siquiera manejar, mucho menos paliar. En el trance de administrar la crisis para llegar a Octubre sin demasiados sobresaltos y con sondeos que medianamente tranquilicen el ánimo del Presidente se sigue perdiendo lastimosamente el tiempo. No se ha de gestionar en 4 meses lo que no se ha hecho en 4 años, menos aún cuando el proselitismo se ha lanzado a ritmos acelerados. Caer en la adivinanza de quién encabezará la lista oficialista es sumarse a la pérdida de tiempo que caracteriza al Gobierno a quién tampoco desvela demasiado la identidad de los candidatos. En los despachos de la Casa Rosada se atienden otras batallas. Por un lado, las internas del poder y el pase de facturas porque las derrotas son caras, aunque en este caso nadie las ha de pagar al menos con el cargo. Hacer rodar una cabeza implica aceptar que han sido derrotados y eso no condice con el “estilo K”.

Del conventillo oficial que no pasa de generar gastos – que paga la sociedad- con pegatinas de carteles “facturando” a un funcionario la derrota en Capital puede irse al conventillo de una docena de políticos que más que opositores por convicción son oportunistas o resentidos dejados de lado. Si Mauricio Macri no se despega de quienes buscan colgársele con el sólo fin de arañar una silla cuando aquel asuma el cargo o recibir su bendición para mendigar un voto en Octubre próximo, la gestión del PRO en la ciudad no mostrará una nueva política que permita a su líder  obtener el visado para cruzar la Plaza que separará su despacho del presidencial.

En el kirchnerismo de capas caídas la soledad acecha y a su alrededor el miedo se dispersa. Ya no es el Ejecutivo la fuerza invencible que con la caja maneja lo que sea. Hasta los amigos de ayer sumidos en el silencio de la “meditación” aparecen ahora como “arrepentidos” con voz. Las denuncias de Sergio Acevedo no son para menospreciar. Desde el Gobierno salen al cruce diciendo que tienen “intencionalidad política”. Posiblemente la tengan pero eso no invalida que sean ciertas. A su vez, el cerco a la legislatura santacruceña es otro dato que altera los ánimos.

Por otra parte, en la victoria salen eufóricos fantasmas de las madrigueras. Mauricio Macri debería aprender de la experiencia y diferenciarse así de Jefe de Estado.  Néstor Kirchner llegó a la Presidencia pero no logró consolidar una fuerza política propia. El Frente para la Victoria va de fracaso en fracaso. Si en el PRO se quedan con los aplausos de quienes embebidos en la euforia exitista del ahora aplauden y merodean, y no se consolidan roles y posiciones puede repetirse la historia. La responsabilidad de Macri es doble: gobernar un distrito que debe lidiar directamente con la Nación y consolidar su poder armando una alternativa real y concreta. Sabe que no puede meter candidatos auto-proclamados en una bolsa como si fueran gatos y sabe también que debe tener la cintura política para no quedarse solo una vez que la euforia de la victoria se disipe en la realidad de la gestión con las complicaciones que ésta acarrea.

Vientos de cambio soplan en la Argentina. No soplan de la derecha ni de la izquierda. Son vientos rotativos como lo es la sociedad y la política: pocas lealtades y menos paciencia.  

GABRIELA POUSA

(*) Analista Política. Lic. en Comunicación Social (Universidad del Salvador) Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE)