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01/07/2007 | China - Una nueva potencia colonial

Rafael Poch

Durante la guerra fría, China era vista en África como una aliada contra el colonialismo y el dominio occidental, así como una fuente - alternativa a la URSS- de asistencia militar, diplomática y política a los movimientos de liberación nacional.

 

Hoy China esun gran comprador de materias primas africanas, con el petróleo en el centro. Recibe de África el 30% del crudo que consume, lo que cambia por completo su presencia e imagen tradicional en el continente. Ahora, China pasa por ser la nueva potencia de África e incluso la nueva potencia colonial allá. En realidad, el conjunto de Asia responde del 27% de la exportación africana, casi lo mismo que la Unión Europea (32%) y Estados Unidos (29%), pero es verdad que China seha convertido enun importante factor en el continente.

Atentados y protestas

En un volumen editado por la ONG Fahamu (African Perspectives on China in África),un grupo de especialistas africanos examina ese cambio. Algunos de ellos han pasado por Pekín.

En abril del 2006, el Movimiento para la Emancipación del Delta del Río Níger, hostil al gobierno central de Nigeria, hizo estallar un coche bomba junto a una refinería en la que China participa financieramente. Su comunicado decía, "queremos advertir al gobierno chino y a sus compañías petroleras para que corrijan el rumbo. Al estar invirtiendo en zonas robadas colocan a sus ciudadanos en nuestra línea de fuego".

Diez meses después, un ingeniero chino murió en el ataque a una fábrica china en Mombasa, Kenia. En abril, en Etiopía, nueve trabajadores chinos fueron muertos a tiros y otros siete fueron secuestrados en un pozo petrolero del país. Meses antes, el presidente Hu Jintao había cancelado una visita a la industria del cobre de Zambia por prevención ante el resentimiento local por las condiciones de trabajo en las minas chinas en aquel país.

En una de ellas, Chambishi, se acababa de registrar el peor accidente minero de la historia de Zambia, con 46 muertos, y en el mes de julio del 2006 hubo disturbios contra los bajos salarios y malas condiciones laborales en las minas que incluyeron saqueos de comercios chinos en la capital, Lusaka. En las elecciones que siguieron, el candidato de la oposición, Michael Sata, obtuvo el 28% de los votos tras una campaña en la que abundaron las acusaciones de explotación dirigidas a China.

También en el Zimbabue de Robert Mugabe hay cierto resentimiento popular. Según dos autores americanos, China financió allí aparatos para interferir las radios de la oposición antes de las elecciones del 2005 y ha entrenado a gobiernos africanos en la vigilancia y control de internet. Aunque en Harare sólo hay unos 9.000 residentes chinos, las noticias de crímenes contra ellos, reflejo de la hostilidad, han llevado a crear una oficina china en la policía de la capital y hasta un ministro para asuntos chinos. El régimen de Mugabe ha encontrado en China el sostén del que carece en Occidente. "El sol sale por el este y se está poniendo por el oeste", dice este caudillo africano.

En Sudán, China está construyendo la central eléctrica de Merowe, cerca de la cuarta catarata del Nilo. La obra creará un embalse de 476 kilómetros cuadrados y ha supuesto el traslado forzoso de 50.000 habitantes desde el valle del Nilo a zonas áridas a las que, supuestamente, deberá llegar la irrigación en el futuro. Los chinos no son los únicos implicados en Merowe. Empresas europeas como ABB (Suiza), Alstom (Francia) y Lahmeyer (Alemania) - ésta última hizo un estudio de impacto ambiental claramente defectuoso sobre el proyecto- también participan, pero los chinos son los principales financiadores, con 385 millones de euros, y aportan el grueso de la mano de obra.

Invasión de vendedores chinos

Desde 1992, en las calles de Jartum comenzaron a aparecer miles de vendedores chinos con productos baratos sin saber árabe ni inglés. Era difícil entender cómo aquella gente había llegado en avión desde Shanghai. Más tarde, ese colectivo aportó parte de la fuerza de trabajo para las grandes obras de infraestructura del país. "En los proyectos chinos se traen hasta a los peones, y las grandes obras apenas sirven para reducir el paro en África, se queda en esfuerzo para reducirlo en China", dice Moreblessings Chidaushe, del organismo Afrodad de Harare.

En la presa de Marawe, los chinos trabajan en una zona exclusiva, vigilada por un servicio de seguridad local de 600 hombres. Cuando los desplazados pidieron, en abril del 2006, que se les dejara asentarse en las orillas del futuro embalse, la respuesta fue enviarles al servicio de seguridad, que en un incidente ocasionó tres muertos y 47 heridos. La propia Unión Africana recomendó a China en septiembre que prestara "más atención a la protección del medio ambiente en sus prácticas inversoras".

Esa voluntad forma parte del propio discurso interno en China, donde tradicionalmente lo social y medioambiental siempre han ido por detrás de consideraciones desarrollistas, por lo que quizá tenga consecuencias para su proyección internacional. En noviembre, durante la cumbre africana celebrada en Pekín, el presidente Hu Jintao dijo que China "dará gran prioridad a las preocupaciones africanas en protección ambiental y desarrollo sostenible", pero, de momento, eso no ha pasado de ser un discurso de buenas intenciones.

"La asistencia económica china parece destinada a recompensar y fortalecer a cualquiera que esté en el poder, independientemente de cómo haya llegado a él, lo que fomenta las dictaduras y tiranías en Sudán, Chad, Zimbabue y cualquier otro lugar", dice en Pekín el sudanés Ali Askouri, uno de los autores del volumen de Fahamu.

En mayo, durante el encuentro anual del Banco Africano de Desarrollo, celebrado en Shanghai, el vicegobernador del Banco Central de Sudán, Elijah Aleng, que hasta el acuerdo de paz del 2005 era un dirigente de los grupos rebeldes que combatieron al gobierno de Jartum, declaró que "si los chinos ignoran lo que pasa en Sudán con la gente y continúan produciendo petróleo estarán promoviendo la guerra, independientemente de sus intenciones".

Alguna ventaja y mucha retórica

Estos episodios y realidades no ilustran todo el panorama del comercio y la nueva cooperación de China con África. Entrando en el continente, China ha brindado productos baratos (desde bicicletas hasta electrodomésticos y material escolar) a millones de africanos pobres. Ha construido infraestructuras vitales en países, como la República Democrática del Congo, en los que nadie se atrevía a entrar.

Su presencia amplía la competición entre donantes y creditores a África, lo que crea alternativas al tradicional dictado de las organizaciones financieras internacionales de la tríada (Estados Unidos, Europa y Japón). Esa competición puede abrir cierto margen de maniobra a los africanos. Más aún; el modelo chino de desarrollo, que fundamentalmente ignora las recetas del consenso de Washington, contiene sugerencias para muchos países en desarrollo. Algunos intelectuales africanos incluso lo consideran una contribución al mundo multipolar. "Es la prueba evidente de la existencia de alternativas exitosas a los modelos políticos y económicos occidentales", dice Ndubisi Obiorah, director del Centro para la Ley y la Acción Social de Lagos, Nigeria.

China se jacta de que su relación con África es "ejemplo de cooperación sur-sur", sin abusos ni condiciones. "La no intervención es nuestra imagen de marca, de la misma forma en que el intervencionismo es la de Estados Unidos", declaró en cierta ocasión un ministro chino. Pero la realidad no es de color rosa. La ausencia de condiciones de los contratos chinos tiene una doble lectura.

Puede ser vista tanto como una liberación de la exigencia de reforma política y económica que acostumbran a presentar los organismos occidentales como un balón de oxígeno para algunos regímenes dictatoriales enemistados con Occidente, que usan a China para su propia racionalización. Todo eso plantea diferentes problemas a la proyección de China en el continente, que es un paradigma de su creciente presencia económico-comercial en el conjunto del mundo en desarrollo.

El resultado es un cuadro bastante más complejo que el nuevo colonialismo chino que se denuncia desde diversos organismos occidentales, pero es un hecho que China se está encontrando en África con una situación nueva que proyecta hostilidades como las apuntadas y que la obligará a implicarse mucho más en la política local, relativizando su tradicional actitud de no interferencia y sus clásicas consignas comerciales que enfatizan situaciones win-win (mutuamente ventajosas).

Verdades detrás de la hipocresía

"A los chinos no les importan las condiciones sociales o de derechos humanos", clama Philippe Maystadt, presidente del Banco Europeo de Inversiones. En octubre del 2006, el entonces presidente del Banco Mundial Paul Wolfowitz declaró que los chinos "no deberían cometer el mismo tipo de errores que Francia y Estados Unidos cometieron en el Zaire de Mobutu".

Es obvio que el arquitecto de la guerra de Iraq o los responsables de instituciones con una historia tan abultada de desastres financieros en el mundo en desarrollo carecen de toda autoridad para dar lecciones. También lo es que China está muy lejos de los errores cometidos en Zaire, incluido el patrocinio del asesinato de Patricio Lumumba y del régimen cleptocrático que le siguió durante medio siglo.

"Me parece reprobable la tendencia de ciertas voces occidentales expresando preocupación por la entrada de China en el mercado africano, es un poco hipócrita teniendo ellos siglos de relaciones de explotación y engaños, que continúan hasta el día de hoy con subsidios tan ridículos como los que reciben las vacas de la Unión Europea: dos dólares diarios, un nivel al que no llega el 60% de los africanos, así que todo esto no es resultado de una preocupación real, sino pura rivalidad y celos por la entrada de China en África, lo que no es excusa para la manera en la que China está entrando", dice el sociólogo y antropólogo de Ghana Kwesi Kwa Prah.

"Gran parte de los comentarios sobre el papel de China en África se centran bien en cómo se ven afectados los intereses del capital occidental allá, bien denunciando a China por comportamientos que fueron durante siglos la norma del poder de Estados Unidos y Europa: apoyo a dictaduras, destrucción del medio ambiente y completo desprecio de los derechos humanos, apunta el keniano Firoze Manji, director de Fahamu.

Al mismo tiempo, los expertos africanos no una alternativa en el papel de China en África, más allá del hecho de que su comercio no está controlado por los amos tradicionales del comercio internacional, algo que puede aplicarse también al comercio sursur entre China y América Latina. Para Moreblessings Chidaushe, "la ayuda China no es significativamente diferente de la occidental". "China persigue su propio interés en África, y lo que debemos hacer es comerciar y hacer políticas en nuestro propio interés", resume Kwesi Kwa Prah.

Dicho esto, toda esa citada hipocresía no altera el hecho de que "el buen gobierno, los derechos humanos, la protección medioambiental y la justicia social son valores centrales para un desarrollo basado en la gente", que China debería asumir, opina en Pekín Peter Bosshard, director de Política de la ONG Internacional Rivers Network (IRN).

En Sudán, China es acusada de complicidad indirecta con el exterminio de 200.000 personas en Darfur y el éxodo de 2,5 millones. China ha invertido en prospección petrolera, industria química y transporte ferroviario en Sudán, financia dos centrales térmicas y las centrales hidroeléctricas (Merowe y Kajbar), recibe de allí el 7% del petróleo que consume y es el principal cliente de crudo de ese país, al que compra el 60% de su exportación. En armas sólo ha vendido el 9,3% de lo que compra Sudán, lo que la sitúa como tercer proveedor. Todo ello, sumado, supone un colchón considerable para el régimen de Jartum.

China, evidentemente, se opone a las sanciones a ese país, cuya responsabilidad en la tragedia de Darfur es clara y enorme, aunque, seguramente, no es única, pues en el conflicto interviene todo un rosario de grupos, aunque con mucha menor potencia de fuego. China se ha opuesto a las sanciones contra Sudán y a la propuesta de destacar allí más tropas de la ONU sin el consentimiento de Jartum, lo que ha dado lugar a una sonada campaña contra Pekín con intervención de ONG y personalidades de Hollywood e incluso ecos en la última campaña electoral francesa.

Según el profesor Ahmed Al-Shahi, del Saint Antony College de Oxford, por más que la ONU no utilice el término genocidio para caracterizar la catástrofe de Darfur, el papel del Gobierno de Jartum y de su milicia Janjawid en esa región "no está muy alejado del genocidio". Según Al-Shahi, un sudanés que observa su país desde hace 45 años, presentar Darfur como un pulso petrolero entre Estados Unidos y China, como hace el analista William Engdhal, es completamente erróneo. Ninguno de los dos países están interesados en un cambio de régimen en Jartum, dice. "China, por el petróleo que recibe, y Estados Unidos, por la cooperación en materia antiterrorista que Sudán le brinda". En Estados Unidos, las sanciones de la Administración Bush contra Jartum, "proceden más de la arena política que de la propia administración", mientras que China "debe presionar para contribuir a una solución".

Muy sensible a su imagen internacional, Pekín ha dado algunos pasos desde que se ha dado cuenta del descrédito que la crisis de Darfur le ocasiona. Ha nombrado un enviado especial para África, Liu Guijin, ha anunciado gestos simbólicos, como la prestación de 10 millones de dólares en ayuda humanitaria, y ha presionado algo más al Gobierno de Sudán. Es claramente insuficiente y, en cualquier caso, este cambio de acento, como cualquier otra circunstancia política, es anecdótico al lado de la enorme tragedia humana que la crisis de Darfur representa.

 

El China EximBank, un rival del Banco Mundial en África


La agencia oficial china para créditos y exportación se llama China EximBank. Su papel es conceder créditos a empresas de titularidad estatal chinas. El 10% de los créditos que la agencia aprueba son para África, y el 75% de esa parte se destina a proyectos de infraestructuras, como la construcción de centrales hidroeléctricas y presas (en Congo Brazaville, Etiopía, Mozambique, Zambia y Sudán), líneas férreas (en Angola y Sudán), minas de cobre (República Democrática de Congo y Zambia), exportación de cazas a Nigeria y también la construcción de un hotel en Sierra Leona.

La agencia prevé ampliar en un 15% o un 20% anual el volumen de sus créditos aprobados (17.600 millones de euros en 2005), lo que situaría su cifra en 30.000 millones de euros en el 2010 y la convertiría en la primera entidad de créditos y exportaciones, por delante del Banco Mundial. Según las normas del EximBank, por lo menos el 50% de los materiales implicados en los proyectos deben proceder de China. Eso significa que China asume principios habituales en los proyectos occidentales de ayuda y también que contribuye poco al desarrollo autónomo de la economía africana.

 

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El China EximBank, un rival del Banco Mundial en África


La agencia oficial china para créditos y exportación se llama China EximBank. Su papel es conceder créditos a empresas de titularidad estatal chinas. El 10% de los créditos que la agencia aprueba son para África, y el 75% de esa parte se destina a proyectos de infraestructuras, como la construcción de centrales hidroeléctricas y presas (en Congo Brazaville, Etiopía, Mozambique, Zambia y Sudán), líneas férreas (en Angola y Sudán), minas de cobre (República Democrática de Congo y Zambia), exportación de cazas a Nigeria y también la construcción de un hotel en Sierra Leona.

La agencia prevé ampliar en un 15% o un 20% anual el volumen de sus créditos aprobados (17.600 millones de euros en 2005), lo que situaría su cifra en 30.000 millones de euros en el 2010 y la convertiría en la primera entidad de créditos y exportaciones, por delante del Banco Mundial. Según las normas del EximBank, por lo menos el 50% de los materiales implicados en los proyectos deben proceder de China. Eso significa que China asume principios habituales en los proyectos occidentales de ayuda y también que contribuye poco al desarrollo autónomo de la economía africana.


La deforestación, algo más que un problema chino


Centenares de pequeñas empresas chinas de las provincias costeras de Jiangsu y Shandong reciben diariamente miles de metros cúbicos de madera tropical de África y el sudeste asiático a través del puerto de Zhangjiagang. China tala bosque tropical en países africanos como Gabón (46% de su exportación de madera va a China), Guinea Ecuatorial (60%), Camerún (11%), Liberia y Mozambique, así como en Indonesia y Papúa-Nueva Guinea, en Asia. El grueso de esa tala es ilegal: entre el 50% y el 70% en los mencionados países africanos, el 90% en Papúa y entre el 70% y el 80% en Indonesia, según cálculos de Greenpeace.

Según Daniel Ribeiro, un activista de la ONG mozambiqueña Justiça Ambiental, que ha pasado por Pekín, en Mozambique sólo hay 400 funcionarios para hacer cumplir las normas oficiales de tala. "Es muy barato comprarlos", explica. En complicidad con ellos, así como con otros funcionarios y hombres de negocios locales, los compradores chinos están esquilmando el bosque en las provincias de Zambezia, Cabo Delgado, Nampula y Niassa. "Al ritmo actual acabarán con el bosque en cinco o diez años", dice Ribeiro.

En Indonesia y Papúa-Nueva Guinea se pierden anualmente una media de dos millones de hectáreas de bosque, una extensión equivalente a la superficie boscosa de Catalunya. Según el calculo del Banco Mundial, al ritmo actual, el bosque puede desaparecer de esos dos países en cuatro años. A primera vista, China es la clara culpable de esta catástrofe forestal.

En 1998, China sufrió unas desastrosas inundaciones que habían sido consecuencia directa de la deforestación en la cuenca del Yangtzé. Las inundaciones afectaron a 240 millones de chinos (casi a uno de cada cinco), que perdieron cosechas, viviendas o negocios. Así que China aprendió la lección, aprobó una estricta legislación para proteger su bosque... y se puso a talar fuera de sus fronteras. Sin embargo, la situación no se entiende sin la globalización, porque esa madera no se queda sólo en China, donde el consumidor reclama 17 veces menos esa materia prima que su homólogo de Estados Unidos.

En los últimos diez años, China ha multiplicado por 4,5 su importación de madera, pero también ha multiplicado por 3,5 su exportación de muebles y productos de madera. Gran parte de la madera asiática o africana que llega a China por el puerto de Zhangjiagang sale por otros puertos de China hacia los mercados de EE. UU. y la Unión Europea, porque en esos mismos diez años la demanda de EE. UU. de productos chinos de madera ha aumentado ocho veces, mientras que la de los países de la Unión Europea lo ha hecho en cinco veces. "La demanda de los países desarrollados a China está ocasionando la crisis global del bosque", asegura Sze Pang Cheung, vicedirector de la campaña antideforestación que está desarrollando Greenpeace China.

La continuada extracción de recursos africanos a cargo de empresas chinas plantea el problema de su sostenibilidad a largo plazo, pero gran parte del denunciado saqueo ´colonial´ chino de materias primas africanas es resultado del mismo sistema mundial, porque China es, en gran medida, una fábrica que trabaja para otros. La búsqueda de recursos en África es inseparable de esa división internacional del trabajo, en la que China ocupa una posición subalterna. El centro del sistema (tanto a nivel de decisiones como de consumo) está en la tríada formada por Estados Unidos, Europa y Japón, por lo que el grueso de las responsabilidades hay que buscarlas ahí.

La Vanguardia (España)

 


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