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15/07/2007 | Irlanda - Lecciones del modelo celta

Manel Pérez y Andy Robinson

Irlanda es el modelo de éxito económico más destacado del mundo desarrollado del último cuarto de siglo. Creciendo con un dinamismo más asiático que europeo -un 7% anual desde 1990 -Irlanda es ya el segundo país más rico de la UE, después de Luxemburgo, medido en términos de Producto Interior Bruto (PIB) per cápita. Si logra mantener la dinámica actual, en ese indicador rebasará a su protector estadounidense en los próximos 20 años.

 

Junto con Finlandia, el tigre celta es una referencia para los rastreadores de las claves del éxito en las economías nacionales del mundo global. También para Catalunya, otro país pequeño, 7 millones de habitantes una dimensión parecida a la irlandesa, 4,5 millones.

El primer contacto revela sorprendentes parecidos. El periodista Brendan Keenan, columnista del Sunday Independent,lo explicó en Dublín al grupo de empresarios catalanes que cada año debaten sobre el futuro de la economía catalana en algún lugar del globo (desde Shanghai a Harvard, pasando por Filadelfia): Ambas economías han sido beneficiarias de los bajos tipos de interés de la zona euro, inimaginables con las anteriores pesetas o punds irlandés; España e Irlanda han sido también las estrellas de la UE en los últimos años gracias a una explosión de la construcción, responsable de nada menos que el 14% del crecimiento irlandés en el 2006 y del 9% del español (la media de la UE es el 5%). Explosión demográfica en la base de la pirámide. Baby boomtardíoen el caso irlandés sumado a un aporte inmigratorio que, en conjunto, ha disparado el empleo en medio millón de personas desde 1990. Ahora, en palabras de Keenan, "algo tiene que cambiar; aunque no sabemos qué".

Es difícil no ver en el milagro irlandés mucho del actual despegue español o de los factores destacados de la economía catalana. Pero las diferencias son aún mayores.

En realidad, el tigre celta empezó a rugir bastante antes de la adopción del euro, envalentonado por una relación muy especial con EE. UU. Irlanda ha pasado de ser el país más pobre del norte de Europa, contemplado desde EE. UU. con más nostalgia que interés, a captar nada menos que una cuarta parte de las inversiones directas de multinacionales estadounidenses en la UE de los últimos 20 años, principalmente en los sectores de informática y farmacéuticas. Hay más de 500 plantas estadounidenses en Irlanda que dan empleo a unas 100.000 personas en un país de sólo cuatro millones de habitantes. Fabricantes informáticos como Intel, Dell, Apple e IBM han elegido Irlanda como una plataforma de elaboración de software y de exportaciones. La facturación de Dell Irlanda equivale al4% del PIB del país. Yla nueva generación de tecnología también parece estar apostando por la isla esmeralda. Google acaba de instalar su centro de operaciones europeas en Dublín y, siguiendo los pasos de Glaxo Smith Kline, la empresa de biotecnología californiana Amgen, ha invertido 1.000 millones de dólares en la ciudad occidental de Cork, antes conocida por sus redes de pesca.

Esto ha permitido a la economía irlandesa apostar por determinadas industrias de punta, en su momento, o que pueden serlo en el futuro. Como señala el principal impulsor del encuentro de Dublín, el profesor del Iese Pedro Nueno, "la apuesta por industrias escogidas es fundamental, no aparecen porque sí, sino porque antes se ha tomado una decisión". Y recuerda que el fenómeno más notable es que "este país ha salido desde siempre a vender sus virtudes, en todo el mundo, no sólo en EE. UU.".

Francisco Belil, presidente de Siemens, afirma con contundencia que en Catalunya y en España "también hay sectores con alto valor añadido y capaces de competir. El problema es que en la base del modelo, y es una base muy ancha, la productividad y la eficiencia son muy bajas".

Obviamente, Irlanda tiene algunas ventajas de salida respecto a Catalunya o España.

El inglés, lengua materna de Irlanda donde sólo el 1% de la población habla gaélico, es la primera. Uno de los magnates empresariales irlandeses, e importante editor de prensa en Irlanda, Reino Unido, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda, Sir Anthony O´Reilly, presidente de Independent News and Media, también presente en el encuentro, defiende que a pesar del conflicto con Gran Bretaña por la independencia, "el inglés es para los irlandeses la lengua de la libertad económica y uno de sus principales activos económicos".

Al tiempo, "la antigua emigración masiva ha instalado a Irlanda en el centro de Wall Street; sus hijos y nietos deciden ahora el destino de muchos capitales y la opción irlandesa es algo natural", señala Pere Botet, vicepresidente de Caprabo. "Este elemento es básico también a la hora de atraer talento, una de los principales retos de las economís actuales junto con la apuesta por sectores de arrastre", resume Julia Prats, del Iese.

Los factores demográficos que impulsaron la economía española en los años ochenta -una fuerza de trabajo joven-siguen presentes en Irlanda. Ésta ha aprovechado la presencia de multinacionales estadounidense para crear proyectos de investigación en áreas como nanotecnololgia y biotecnología con empresas como Bell Labs, Glaxo aunque ambos países dedican un porcentaje reducido del PIB -menos del 1.5%-a I+ D.

Tanto en Irlanda como España el 40% de la población tiene estudios universitarios pero hay una diferencia de 15 puntos favorable a Irlanda en estudios secundarios aunque las tasas de analfabetismo en Irlanda -un 20%-son motivo de preocupación. Irlanda hasta parece haber ganado a España en dividendos económicos de la paz, tras lo que parece el irreversible proceso en el Norte.

Pero, la clave del Tigre Celta son "impuestos, impuestos, e impuestos", según insistió O´Reilly en la cena con empresarios catalanes en el opulento club de tenis Fitzwilliam. Mejor dicho, la casi ausencia de impuestos a las empresas. En su afán de abrazar la globalización y atraer a las multinacionales estadounidenses, Irlanda recortó su impuesto de sociedades hasta el 13%, menos de la mitad de la media europea (35% en España). Según los últimos indicadores del Banco Mundial, un inversor en Irlanda paga el 26% de sus beneficios en impuestos frente al 68% en Francia, el 57% en Alemania y el 59% en España. Pese a esta generosidad con los inversores de ultramar, Irlanda mantiene un elevado tipo del IRPF, el 42%, sobre rentas anuales superiores a los 40.000 dólares, una política que, como ha indicado el crítico del modelo irlandés, Flinton O´Toole, sólo resulta electoralmente posible porque ninguno de los dos partidos que alternan en el poder, Fianna Fail y Fine Gael, lo cuestiona. Desde que localizó sus operaciones europeas en Irlanda, Google calcula que ha ahorrado unos 100 millones de euros al año en impuestos.

Antoni Zabalza, presidente de Ercros y ex secretario de Estado de Hacienda en uno de los Gobiernos presidido por Felipe González, señala que en el caso catalán "el debate fiscal es complejo. Por un lado, existe una administración fiscal estatal que está por encima; por otro, el modelo español tiene fallos importantes. Además, las propias comunidades autónomas no han encontrado la manera de ejercer sus ya amplias competencias en este terreno". La fiscalidad no parece un instrumento que Catalunya pueda usar agresivamente en la economía global.

Para Mariano Puig, presidente de la farmacéutica Isdin, "una cosa es el Estado y otra la nación. El primero, debe atender a los asuntos generales y requiere meritocracia y selección; el segundo concepto, que abarca aspectos sociales como la lengua o la cultura, necesita habilidades". Un país pequeño, Catalunya, en un marco más amplio, España. Una división del trabajo para enfocar la competencia internacional.

El tamaño, en este caso, sí que importa. John Fitzgerald del Instituto de Investigación Social y Económica (ESRI) en Dublín señala que "nuestro éxito se explica por la decisión de dejar de meter la pata; habíamos cerrado las puertas, no habíamos invertido en enseñanza; ahora somos más listos; España también".

Pero Irlanda tiene otra ventaja frente a España: "Una economía pequeña sólo tiene que abrirse y gestionarse bien. Nuestro tamaño nos permite reaccionar rápidamente a los cambios, como un surfista buscando la próxima ola", señala Tom McCarthy, consejero delgado del Irish Management Institute (IMI). Desde luego, cuesta imaginarse que Alemania, Francia y el Reino Unido, que aprobaron fondos estructurales anuales equivalentes al 5% del PIB irlandés en los ochenta y noventa, habrían sido tan comprensivos con un impuesto de sociedades del 13% en un país como España.

Un límite al juego de la rebaja fiscal que no sólo viene de Europa. España es un país de desequilibrios y los impuestos compensan, o deberían, esas diferencias. Asimismo, son la fuente de la inversión en infrestructuras que ha caracterizado el desarrollo español de los últimos años, también el de las ciudades.

En contraste, Irlanda padece un déficit de infraestructuras que según McCarthy se tiene que empezar a cubrir. Ciertamente, Irlanda no es un país sometido a las aglomeraciones y la presión turística española, que desgastan los equipamientos de transporte y servicios, pero ya padece las consecuencias de una inversión mínima. Algo que en Catalunya suena a música conocida.

La dependencia de la construcción privada frente a las infraestructura de transporte público pasa factura en Dublín, ciudad sin metro y con un aeropuerto infradimensionado en el que las low cost campan a sus anchas. En este terreno, al menos, España parece llevar ventaja.

Al mismo tiempo, engancharse a los incentivos fiscales para atraer inversiones multinacionales crea dependencia. Irlanda puede convertirse en "un corcho pequeño flotando en el mar global", advierte Keenan. "Una parte cada vez mayor de la riqueza creada en Irlanda se repatría a las empresas extranjeras", señala Pilar de Torres, presidenta de Ifercat y vicepresidenta financiera de Gisa. "Lo lógico hubiera sido trabajar en paralelo, (…) creando empresas irlandesas y fomentando su desarrollo", añade. Estas repatriaciones ya suponen el 20% del PIB. Y los últimos planes de armonización en la UE podrían quitar de un plumazo la ventaja comparativa fiscal.

Joan Llorens, ex presidente de Seat, advierte contra la excesiva credulidad, "la realidad irlandesa no es idílica, los resúmenes numéricos y estadísticos no explican toda la realidad".

Y llegamos a la segunda mancha del tigre irlandés. Además de importar capitales estadounidenses, importa cada vez más su polarizada distribución de la renta y desigualdad social. El patrimonio neto medio en Irlanda es casi 150.000 dólares, más que ningún otro país del mundo salvo Japón. Hay 30.000 millonarios en Irlanda. Pero, en el ranking de la UNDP de pobreza e inequidad en los países mas ricos, Irlanda es el numero dos. Hasta gana a EE. UU. en desigualdad.

En fin, Pedro Nueno sugiere que frente al tigre celta,Catalunya apueste por el mediterranean CAT.

La Vanguardia (España)

 



 
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