La respuesta es fácil. La gente sabe lo que cuestan las cosas, la gente camina la calle. No lo hace el Jefe de Estado ni su candidata. Siempre se dijo que hay dos temas gravitantes a la hora de votar: la inflación y la inseguridad. Hoy por hoy son los temas más críticos junto a los escándalos por corrupción que surgen sin solución de continuidad. No hay propuesta oficial para cambiar nada en ese sentido.  Aún así, la senadora sigue encabezando la intención de voto. ¿Cuál es la explicación? En primer lugar debe comprenderse que esto sucede en la Argentina, y eso le da desde el vamos un matiz peculiar a cualquier situación social, económica o política. En segundo término, hay que admitir que el crecimiento económico parece ser un indicador crucial capaz de anular los efectos de la destrucción institucional. Un tercer aspecto a considerar es que la Argentina tiene la oposición más dividida del mundo. Y finalmente, hay que comprender la distribución del padrón electoral: el conurbano bonaerense elige por todos los demás distritos nacionales. Ahí está la respuesta más concreta quizás.

La provincia de Buenos Aires, que en gran medida, se prevé votará a Cristina Kirchner, otorgándole aproximadamente un 40% de los votos que esta pueda sacar, ha sido siempre peronista. Cierto es que se encuentra sumida en una crisis difícil de saldar, pero esta crisis no la originó el kirchnerismo, viene de lejos. Se agudiza, se sostiene, pero la asociación de miseria y marginalidad con el actual gobierno no es suficiente, y a su vez, esa miseria y esa marginalidad requieren de la asistencia social. Punteros e intendentes salen a conquistar esa franja del electorado. Es un sector social que no escucha ni lee demasiado de política, no identifica ministros en especial, está ajena a otra realidad que no sea la propia. Es probable que Cristina Fernández de Kirchner no les guste demasiado: no es imagen y semejanza de esa gente pero no deja de ser la Primera Dama, la garante de la continuidad. Y la continuidad para ellos es supervivencia asegurada. Esa es la meta cotidiana de la mayoría de los habitantes del segundo cordón del conurbano, por ejemplo. Resignados a que el futuro ya les fue robado, viven el día a día y buscan la solución coyuntural como hace, precisamente, el Gobierno Nacional. Corto plazo. Y el corto plazo requiere funcionalidad.

La distribución clientelista apunta a saciar la necesidad del momento. La ofuscación por diferentes causas que alejan aún más al pueblo de la dirigencia política se esfuma cuando llega el puntero político con la respuesta. Si las tormentas del final de la semana inundaron sus calles, chapas o ladrillos para reparar los daños sufridos son bienvenidos. No se trata únicamente de ignorancia cultural. Muchos de esos argentinos saben que están siendo utilizados pero pagan con la misma moneda: usan a la política para adquirir lo que hoy les falta. El mañana no figura en sus agendas. Eso explica de alguna manera también esas imágenes que suelen verse en TV de padres cuyos hijos fueron asesinados en hechos vandálicos o en simples asaltos. Su dolor tiene más de resignación que de desesperación. La miseria está resignada a la pérdida. Por lo tanto, lo que puedan obtener hoy es la meta. Triste pero real.

Allí trabajan hombres del Presidente. Allí no va la candidata pero llega a través de la satisfacción de la necesidad, previo a la elección presidencial. Planes Jefes y Jefas de Hogar se concentran en esa geografía. Es el sector asistido, a él apunta cada discurso que el Primer Mandatario proclama desde el Salón Blanco. Para esos ciudadanos hay progreso en el “rompimiento” con el Fondo Monetario Internacional, hay crecimiento en los oficios que demanda la construcción forjada por la obra pública, hay “previsibilidad” en la demagogia populista del Gobierno. No importa si se pagó sobresueldo o coima para lo que están construyendo, importa que son mano de obra para ello.

Donde el oficialismo cae es en la franja social de las clases medias urbanas. Si la elección hubiese sido en Marzo, el kirchnerismo se hubiera asegurado un porcentaje de votos más alto al que ha de cosechar. A comienzo de año, en Balcarce 50 esperaban un 60% o más del caudal electoral. Suponen hoy que han de sacar un 40%.  Ese 20% que se esfumó está en los sectores medios donde se comparan las declaraciones de los funcionarios con la realidad, donde las entrelíneas se leen, donde se esperaba y se espera más…  El voto que perdió el oficialismo es el voto independiente de la clase media de los centros urbanos damnificada por los precios que suben y sensible a la inseguridad. Inseguridad con la que no convivían en otras épocas.Por el contrario, los sectores populares han sufrido la violencia siempre, y hoy sólo notan un incremento en los hechos delictivos con los que conviven. Los que gobiernan se amparan en su capacidad para lidiar con las crisis, acentuando la falta de confiabilidad que le atribuyen a sus adversarios. La falta de credibilidad en los políticos en general hace otro tanto. Los que están ya no pueden mentir más, y si lo hacen será en la misma dirección que lo han hecho hasta ahora: se torna más predecible el escenario.

Básicamente ello explica lo que sucede hoy con Cristina. El doble discurso, los casos de corrupción, son ajenos a ese sector del electorado. No terminan de entender que los fondos del Estado salen de su trabajo. Tampoco les afecta los bonos ajustados por el CER, nunca supieron de la metodología del INDEC. La oposición les habla de peligro de recesión, pero ellos están rezagados y en receso desde hace años. Nada nuevo hay para sus vidas en la oferta de los candidatos. A diferencia de la clase media, no esperan demasiado. Entre un político que les propone un plan de salud a largo plazo donde sus hijos y nietos estén resguardados, y otro que les acerca hoy un botiquín con lo que precisan para menguar su dolor actual es fácil imaginar a cuál elegirán. El clientelismo obra en consecuencia. La oposición mientras tanto planifica. No se trata de ideologías ni de siquiera de carisma. No en vano, la crisis de la provincia de Buenos Aires no se disipa. Mantenerla es el negocio de la dirigencia política. En realidad, es un factor común a todos los gobiernos: el control de las estructuras de poder se facilita en la medida en que mucha gente siga dependiendo de los puestos estatales o los planes de asistencia.

Hacia esos sectores está planificada la campaña en los próximos días. En Balcarce 50 saben ya que la clase media está perdida, podrán captar algunos “votos vergüenza”, esos que no se confiesan pero que se otorgan por el auto nuevo, el viaje a Europa o las próximas vacaciones en la costa, más algunos votos empresarios de esos que se benefician con la metodología kirchnerista. Excepciones hay claro, pero algún día, los argentinos  tendrán que darle gracias a Guillermo Moreno por haber puesto en evidencia la clase de dirigencia empresaria que tienen en su geografía. A esto hay que sumar que la oposición no enamora.  No hay otra clave que explique aquello que las encuestas dicen aún cuando se descrea de ellas. En rigor, el argentino descree de todo, hasta de sí mismo. Si no gana quién él creyó que ganaría, pensará en el fraude pero no hará autocrítica. Hay una visión muy parcial que hace suponer que lo que se piensa alrededor de uno es lo que piensa la generalidad, pero la generalidad no piensa toda igual, actúa por instinto. Y el instinto de supervivencia, la costumbre o el temor a cambiar llenarán las urnas una vez más.../

GABRIELA POUSA

(*) Analista Política. Lic. en Comunicación Social (Universidad del Salvador) Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE)