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20/11/2007 | Cuando despierte China…

Jean Meyer

Cuando despierte China, el mundo temblará”, habría dicho Napoleón en uno de sus tantos aforismos. China acaba de quitarle a Alemania su tercer lugar entre las economías más poderosas del mundo, de manera que se encuentra ahora detrás de Estados Unidos y Japón; está previsto que su crecimiento promedio del 10% en los últimos años subirá a 11.3% el año próximo, ese año 2008 de las Olimpiadas de Beijing que deberían ser la coronación del despertar chino.

 

China que podía considerarse a sí misma, con mucha razón, como “el Imperio del Centro”, hasta finales del siglo XVIII, principios del siglo XIX, se prepara ambiciosa y enérgicamente a ocupar de nuevo esa posición de potencia mundial. Algunos dicen que si el siglo XX fue “el siglo americano”, el siglo XXI será el “siglo chino”. Quizá… si la India no entra en el baile.

Hace cuatro años China mandó un hombre al espacio, hazaña realizada anteriormente sólo por la URSS (y Rusia) y Estados Unidos; ahora prepara un tiro a la luna, mientras se vuelve el segundo más voraz consumidor de petróleo del mundo, conquista los mercados en el mundo entero, atrae nuestras maquiladoras, pero también y de manera mucho más duradera el capital y la tecnología extranjera. Su crecimiento impresionante hace de ella la locomotora de la economía mundial: se basa en el ahorro —el cual representa 50% del Producto Interno Bruto — y en los 80 mil millones de dólares de inversión extranjera al año.

A un sujeto tan importante no se le podía negar la organización de los Juegos Olímpicos del próximo mes de agosto. Símbolo del éxito, las Olimpiadas tienen el inconveniente de atraer la atención del mundo sobre China y los dirigentes chinos han de pensar en la trágica desventura mexicana del 2 de octubre de 1968; conocen esa historia y manifiestan un interés creciente por nuestro país, desde su pasado prehispánico (y el origen asiático de sus primeros pobladores) hasta su cine de hoy y de ayer, para no mencionar la dimensión económica de su atención.

En ese sentido el año 2008 puede ser un año crucial y algunos observadores consideran que China bien podría conocer el destino del coloso de los pies de barro, si no China, al menos su gobierno. Según ellos no sería la primera vez en la historia que unos festejos triunfalistas preceden de poco el derrumbe, como fue el caso para el gobierno de Porfirio Díaz: dos meses apenas separaron la celebración del Centenario de la Independencia del levantamiento de Francisco I. Madero. El XVII Congreso del Partido Comunista Chino, con todo y su secretismo tradicional, demostró el mes pasado que los dirigentes son conscientes de ciertos peligros y que trabajan para conjurarlos. De manera positiva y de manera negativa, por la reforma y por la represión.

Uno de los seis puntos, de las seis preocupaciones del Congreso, fue corregir las desigualdades sociales para llegar en 2020 a “una sociedad moderadamente acomodada”.

Vale la pena notar que hace tiempo que se dejó de hablar de “lucha de clases”. Ese punto es esencial porque en los últimos 20 años, China ha sido el país que ha experimentado el mayor incremento en la desigualdad social en todo el mundo. El abismo que está separando las ciudades y el campo, la próspera costa del Pacífico y el inmenso interior, no deja de ahondarse. Setecientos millones de campesinos viven mal y su descontento va creciendo, mientras decenas de millones encuentran o buscan una salida en el éxodo rural hacia las ciudades y las regiones dinámicas, según un proceso clásico que México termina de vivir.

Hay que saber que 40% de los pueblos en el campo no tienen la red de aducción de agua, que en los últimos 30 años se han perdido siete millones de hectáreas de cultivos, que la urbanización y la industrialización salvajes expulsan sin consideración a los agricultores, contaminan las aguas, arrasan con todo. El 60% de los ríos son contaminados, el 15% han desaparecido.

Por cierto, la contaminación es otro de los grandes retos: el XVII Congreso tenía en su agenda la crisis ambiental y los desequilibrios territoriales. Las emisiones chinas de dióxido de carbono superan ya las de Estados Unidos, representan el 17% del total mundial y bien podrían duplicarse en los próximos 20 años. China tiene un triste récord al contar con 16 de las 20 ciudades más contaminadas del mundo.

La meta número uno definida por el congreso es garantizar la estabilidad económica general, bajo la hegemonía del partido con “una mayor participación de los ciudadanos en los asuntos políticos”. Ese continuismo en la “armonía” evoca, en la mejor tradición china, la gestión de esos “mandarines” que durante tanto tiempo situaron a China en el centro del mundo. Nuestra concepción de la democracia política no corresponde al programa definido por el congreso, pero parece que la inmensa mayoría de los chinos está más preocupada por sus derechos socioeconómicos, por el mejoramiento de su condición material, que por los derechos políticos.

Las autoridades persiguen la disidencia —que existe—, limitan el acceso a internet: es más, internet sirve a los servicios de seguridad para luchar contra los disidentes; se acelera con una perseverancia terrible la sinización del Tíbet y del Lejano Oeste antes llamado Turkestán chino (Xing Jiang). Los únicos problemas políticos que encuentran los dirigentes, aparte de una eventual lucha de facciones en la cúpula, es la emergencia de poderosos cacicazgos regionales político- económicos, y los brotes de violencia popular en el campo.

China ha evitado implicarse en la gestión de las grandes crisis internacionales; cuando mucho ha prestado sus buenos oficios en el asunto nuclear de Corea del Norte. Pero no tardará en jugar un papel a la medida de su expansión económica en África y América Latina; el 1 de octubre, día de la fiesta nacional, lanzó al aire CCTV-F, canal de televisión en francés y CCTV-E, en español. Ya tenía un canal en inglés y no tardará en abrir canales en árabe, ruso y portugués. China despertó y no tenemos por qué temblar.

jean.meyer@cide.edu
Profesor investigador del CIDE

El Universal (Mexico)

 


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