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09/04/2005 | Qué esperan en Rusia del sucesor de Juan Pablo II

Piotr Romanov

A juzgar por las publicaciones, el tema de la muerte de Juan Pablo Segundo es inagotable, sólo varían sus matices. Cuanto más se acerca la hora del entierro del Pontífice, tanto más a menudo se intenta adivinar quién va a ser su sucesor y qué persona será.

 

En opinión de muchos sacerdotes, los periodistas muestran demasiada impaciencia, pero ello es comprensible. Hasta el Patriarca de Moscú y toda Rusia, Alexis Segundo, cabeza de la Iglesia Ortodoxa Rusa (IOR), calificó el pontificado de Juan Pablo Segundo como toda una época en la Historia mundial, subrayando la gran influencia ejercida por él sobre el desarrollo de los acontecimientos mundiales, por lo que resulta claro cuán importante es saber quién va a sucederlo en la Santa Sede y cómo va a ser la línea que va a aplicar el nuevo Pontífice. Ello es importante no sólo para los católicos.

¿Qué quiere Rusia del futuro Pontífice?

La respuesta no es fácil, porque la sociedad rusa es bastante abigarrada y comprende corrientes a veces opuestas. Por una parte, existe la Iglesia Ortodoxa Rusa, la que a pesar de dirigir sinceras palabras de pésame al Vaticano, sueña sólo con una cosa: que la Iglesia "hermana" deje en paz a su rebaño aunque sea por un par de decenios. O sea hasta que la IOR restablezca sus fuerzas, socavadas por el régimen soviético, y se vea capaz de luchar de igual a igual por las almas de los creyentes.

Es de suponer que para la IOR será bueno cualquier sucesor, por la simple razón de que éste va a ser más débil que Juan Pablo Segundo, que era enérgico luchador por el ecumenismo y su influencia personal excedía aquella que ejerce la propia Iglesia católica. Además, con el nuevo Pontífice se podrá volver a empezar a debatir numerosos problemas litigiosos, sin moverse del punto muerto y dando largas al asunto.

Por otra parte, en Rusia hay numerosos ateos irritados y preocupados por la creciente influencia de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Paradójicamente, muchos de ellos ven en el Vaticano por poco una alternativa a la IOR, porque, según ellos, la Iglesia católica es más tolerante que la ortodoxa y más adecuada a la nueva realidad, además se encuentra lejos, lo que también es bueno. Desde el punto de vista de muchos ateos, la lucha abierta y latente que libran entre sí el Vaticano y la IOR no hace sino fortalecer las posiciones de ellos. Lo que es cierto, por supuesto. Cuanto más tiempo las dos "hermanas" estén reñidas entre sí, tanto menos fuerzas les van a quedar para la nueva evangelización, en la necesidad de la cual estuvo insistiendo constantemente Juan Pablo Segundo.

Existe una tercera parte, casi olvidada, que también espera con impaciencia noticias del Vaticano. Son los llamados "católicos rusos", a los que no se debe confundir con el rebaño católico corriente de Rusia.

Es un grupo reducido, pero con firme fe en sus ideales, que desde hace mucho aspira a que ambas Iglesias se unan en la práctica. Ya desde tiempos del filósofo Vladimir Soloviov, sus seguidores viven en un campo neutral, o mejor dicho minado, entre las dos Iglesias. Por una parte, ellos defienden su derecho a realizar ceremonias religiosas según el rito ortodoxo y en idioma ruso, pero por la otra se subordinan al Pontífice como cabeza de la Iglesia cristiana.

Con cada nuevo Pontífice los "católicos rusos" vinculan la esperanza de que su situación mejore y que en el campo neutral, donde ellos siguen existiendo, aparezca por fin un islote de suelo firme, que les permita sentir garantizada su seguridad. De momento no les permiten vivir así tanto la IOR como la Santa Sede. Por algo los "católicos rusos" desesperados ya a comienzos del siglo pasado hicieron un intento de registrarse como adeptos al rito viejo.

Y, por último, hay otra parte interesada: son los intelectuales rusos, orientados en su mayoría a eliminar todas las fronteras, incluidas las religiosas, a gozar de una plena libertad de conciencia y a acercarse a la cultura occidental, cuya parte inalienable es la Iglesia católica. Para tales personas es deseable que el nuevo Pontífice tenga, aunque sea en parte, los méritos de su antecesor: que sea tolerante y abierto para todo el mundo, incluida Rusia.

Rusia es parte del mundo democrático. También es parte del mundo cristiano, además vive, como todos, en el siglo XXI, por lo que cuanto sucede hoy día en Roma le atañe directamente a Moscú.

RIA Novosti (Rusia)

 


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