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16/12/2007 | USA'08 - ¿Quién teme a Hillary?

Anna Grau

En los últimos meses han visto la luz dos biografías no autorizadas de las dos mujeres más influyentes de la última década y media: Hillary Clinton y Condoleezza Rice. Ninguna de las dos sale bien parada del análisis de sus biógrafos, ambos hombres. ¿Sigue dando miedo una mujer en la Casa Blanca?

 

Pero el miedo que dan «Condi» y Hillary no empieza ni acaba en el sexo masculino. Hay muchas mujeres que las admiran pero también que las odian.

¿Cómo es posible que haya feministas que dicen que su candidato es Obama? ¿Cómo no se solidarizan con la primera mujer negra que consigue ser secretaria de Estado? Hillary trabajó en la sombra de la carrera de su marido Bill, que ganó las elecciones con el lema de «dos (cerebros) por el precio de uno».

Ahora se supone que es Bill quien trabaja para que sea presidenta su mujer. Entre medias, infidelidades y escándalos más que suficientes como para que cualquier otra pareja sin aspiraciones presidenciales se hubiera divorciado hace tiempo, dicen sus críticos, empezando por Carl Bernstein, el autor de la biografía de Hillary «Una mujer al cargo».

Bernstein fue laureado junto a Bob Woodward con el Premio Pulitzer de 1976 por su investigación del caso Watergate. Desde entonces ha llovido mucho. Su ex esposa, la guionista Nora Ephron, escribió un libro sólo para revelar al mundo los cuernos que compulsivamente le ponía Bernstein, estando embarazada.

Es sintomático que alguien con este historial haga un balance tan crítico del carácter de Hillary, diciendo que es «falsa y calculadora» por haberse mantenido al lado de Bill Clinton a tras los desaires conyugales. No se analiza, en cambio, por qué a Bill tampoco se le ha ocurrido nunca irse de casa para acostarse con quien quiera.

Pero Bernstein no deja de ser un observador agudo. Su descripción del tándem Clinton esclarece que él pone el atractivo y ella el cerebro, un reparto como mínimo inusual. Existen unas fotos de Annie Leibovitz que abonan esta tesis.

Muestran a Bill en el Salón Oval, en toda su gloria pero con cierta cara de superficial y de tener la cabeza vacía. Mientras que la fotógrafa logra capturar expresiones mucho más sentidas, profundas e inéditas de Hillary. En el caso de Condoleezza Rice, su biografía «La confidente», obra del reportero diplomático de «The Washington Post» Glenn Kessler, da un largo rodeo para llegar a la misma conclusión: que la relación con «su» hombre en el poder, George W. Bush, no es trigo limpio. «La señorita Rice es como mi hermana», ha dicho siempre Bush.

El biógrafo no lo duda. No es de acostarse con Bush de lo que acusan a Rice, sino de tener en él una influencia desmedida, nefasta. De manejarle como un pelele y ser la culpable de todos los fracasos de la política exterior norteamericana en los últimos seis años. «Su inexperiencia y sus errores han cambiado el mundo», se afirma de la sucesora de Colin Powell y a menudo adversaria de Richard Cheney en el círculo íntimo de decisión del presidente.

¿No es como mínimo aventurado descargar en Rice toda la responsabilidad de una política exterior que ha sido colectiva, y con Bush a menudo tirando por el camino de en medio, sin escuchar ni siquiera a su padre, que fue presidente antes que él?

Los detractores de Rice han llegado a decir cosas -puntualmente recogidas en su biografía- como la que sigue: «Un político ruso crudamente declaró que las tensiones mundiales declinarían si Rice tuviera un hombre que la satisficiera sexualmente, mejor dicho, si lo hiciera toda una barraca de hombres».

Físico inquietante La secretaria de Estado es vulnerable a estos ataques como por ejemplo nunca lo fue Madeleine Albright, con su vida familiar convencional y su físico de matrona. A Rice no se le conoce varón, vive en una casa que compró con una amiga y posee un físico que, aún vistiéndose como una cartuja, resulta inquietante.

Para muestra, otro botón: «Después de que se convirtió en secretaria de Estado, ella vino a una fiesta en casa de Blacker. Se quitó los zapatos y comenzó a bailar rock and roll toda la noche. Blacker, quien es homosexual, le quería demostrar a su compañero cuán apretado tiene Rice el trasero.

Aseguró que si aventaba una moneda de 25 centavos contra el trasero de Rice esta rebotaría como si fuese un cohete. Blacker tenía razón». Según Kessler, Rice pudo ser candidata republicana a la Presidencia, pero sus errores la han desprestigiado y le han cerrado el camino. Otros analistas más ecuánimes -hay pocos, pero los hay- creen que ella, por ser mujer, se ha «comido» la porción más grande del desprestigio del propio Bush, que la eligió de madre coraje y parachoques entre el Salón Oval y el mundo.

¿Igual que Bill a Hillary?

ABC (España)

 


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