Corría el riesgo de ser instrumentalizado, de verse atrapado en el envenenado conflicto étnico y religioso de Chipre. Y así ocurrió nada más pisar el suelo de esta isla mediterránea Benedicto XVI. Tanto el presidente de la República de Chipre, Dimitris Christofias, como el jefe de la Iglesia ortodoxa nacional, el arzobispo Crisóstomo II, aprovecharon para arremeter contra Turquía con un lenguaje de extrema dureza. 

El Pontífice pasó de puntillas sobre el problema de la isla, partida en dos desde la invasión turca del tercio norte, en 1974. En su primer discurso tras aterrizar en Pafos - la capital en la época romana-,se limitó a instar a los chipriotas "a vivir en armonía con sus vecinos". En respuestas a la prensa, durante el vuelo desde Roma, subrayó: "No vengo con un mensaje político sino con un mensaje religioso que debe preparar las almas para estar abiertos a la paz". 

En su saludo al Papa, Christofias habló ya de "saqueo" del patrimonio religioso y cultural por los invasores turcos. Pero el mensaje más ardoroso vino después, durante la ceremonia ecuménica. El arzobispo Crisóstomo II, conocido por su fuerte carácter y vehemencia, se despachó a gusto. Después de destacar que Chipre, gracias a san Pablo y a san Bernabé, fue "la puerta de la cristiandad en Europa", denunció el "ataque bárbaro" de Turquía, hace 36 años, para aplicar sus pérfidos planes, que, según él, incluyen la total anexión de Chipre. Para el arzobispo, Ankara ha aplicado un programa de "limpieza étnica", expulsando a los ortodoxos de sus lugares ancestrales y trasladando a centenares de miles de colonos desde Turquía. Llamó la atención sobre el saqueo y la venta ilegal de tesoros de las iglesias. "En esta lucha nuestra, Su Santidad, que el pueblo chipriota libra con la guía de sus líderes, apreciaríamos mucho su apoyo activo - continuó Crisóstomo II-.Confiamos en su ayuda para garantizar la protección y el respeto de nuestros sagrados monumentos y de nuestra herencia cultural para que los diacrónicos valores de nuestro espíritu cristiano puedan perdurar. 

Estos valores son ahora brutalmente violados por Turquía, un país deseoso de adherirse a la Unión Europea". 

Benedicto XVI escuchaba pensativo, sin mostrar ni aquiescencia ni rechazo. Cuando le tocó el turno, no hizo referencia alguna a los agravios y crímenes mencionados por el arzobispo. 

Benedicto XVI afronta un difícil dilema en Chipre. Si reacciona al llamamiento de los grecochipriotas y hace de altavoz de sus sentimientos, asume el peligro de provocar a Turquía y enturbiar el ambiente ante el sínodo para Oriente Medio que se celebrará en octubre en Roma. Pero si es demasiado suave con los turcos, los grecochipriotas, que lo han invitado, pueden sentir que los deja en la estacada, casi traicionados, yno es positivo para el diálogo católico-ortodoxo. 

En el avión que lo trasladó a Chipre, Benedicto XVI dijo que la brutal muerte a cuchilladas, el jueves, del obispo italiano Luigi Padovese en Turquía fue un asunto "personal" que hay que desvincular del viaje. Descartó cualquier motivación religiosa o política y dijo que de ninguna manera puede atribuirse el hecho a Turquía o los turcos. L´Osservatore Romano,sin embargo, en lugar de minimizar el episodio, lo lleva a primera página en su edición de hoy sábado, con una foto del Papa en un encuentro con el prelado asesinado. Según la policía turca, el autor del crimen, el chófer del obispo, ha confesado que actuó después de tener una revelación divina. 

Benedicto XVI se refirió otra vez a la cuestión de Gaza e insistió en que, pese a los episodios de violencia, "es necesario no perder la paciencia y el coraje" para "comenzar de nuevo" los esfuerzos de paz.