Desde hace unos días, el nombramiento del nuevo ministro de Asuntos Exteriores de Brasil estaba cantado. La presidenta Dilma Rousseff no ocultaba sus preferencias por el hasta ahora vicecanciller. Coincidieron cuando ella y el propio Antonio de Aguiar Patriota trabajaban en el gabinete de presidencia de Lula da Silva. Poco después, el joven diplomático pasó a la jefatura del gabinete del ministro de Asuntos Exteriores. Celso Amorim, titular del palacio de Itamaraty, es quien decidiría la promoción para sucederle. Fue la semana pasada, cuando el todavía canciller saliente anunció su jubilación a los 68 años, tras una brillante carrera de embajador, considerado uno de los más influyentes profesionales en la esfera de la diplomacia internacional. Declaró la conveniencia de dar paso a la siguiente generación. En suma, señalaba a su amigo, discípulo y brazo derecho, Antonio Patriota, candidato presentido por la nueva presidenta.

Antonio Patriota, licenciado en Filosofía por la Universidad helvética de Ginebra, ingresó luego en la carrera diplomática. Número uno de la promoción de 1979 del Instituto de Río Branco, cantera de diplomáticos brasileños, que, por tradición, constituyen un auténtico cuerpo de élite del gran Estado federal. De ahí que, al iniciar su doble mandato, el presidente Lula llamara a su lado a Celso Amorim con la misión de impulsar la acción exterior y colocarla al nivel de las primeras potencias emergentes. Misión cumplida, singularmente en el escenario de laONUy de su Consejo de Seguridad, donde le acompañó a su vera Antonio Patriota, experto en la materia, con un bagaje considerable. Entre otros cargos, el de secretario de la embajada en Pekín.

El nuevo ministro y ex vicecanciller ha cubierto otras misiones especiales, dentro y fuera del ministerio, singularmente de embajador al frente de la legación de Washington, donde preparó los encuentros entre Lula y Obama. La familia de los Aguiar Patriota está entroncada con el servicio exterior y otros departamentos estatales.

Antonio Patriota sénior ya fue representante de su país en la ONU, en Nueva York y Ginebra. Su esposa, Tania Cooper, es alta funcionaria de las misiones humanitarias de la ONU y uno de sus hijos, doctor en Ciencias Políticas por la Sorbona, es un experto en cuestiones luso-africanas. Justamente una región que forma parte de los grandes objetivos de seguridad colectiva del Atlántico Sur, ambicionado por la alianza entre latinoamericanos, singularmente por Lula y su asesor y estratega de asuntos internacionales de la presidencia, el culto ideólogo Marco Aurelio García, MAG, vicepresidente del partido de Lula. Continuidad asegurada, por tanto, para la exitosa acción exterior brasileña, guiada en la cúpula por la presidenta DilmaRousseff, el citado asesor García y el cincuentañero nuevo canciller, que contará con el respaldo y sabios consejos del ex presidente Lula da Silva y de Celso Amorim. Un poderoso quinteto progresista enfrentado a los problemas derivados de la crisis mundial y una perspectiva de eventos deportivos de global alcance y trascendencia.

Asentados y asistidos por una importante red mundial de embajadas y servicios consulares, habituados al papel de interlocutores válidos, colaborando en la defensa de las democracias, del comercio, comunicación e intercambios y, en su propio ámbito, del futuro y seguridad del pujante bloque iberoamericano, aliado natural de los pueblos de la península hispanolusa.

La posición de ese gran y fértil territorio, rodeado de países de habla hispana cuya enseñanza decretó obligatoria el presidente Lula, explica la preponderancia de este hemisferio entre las potencias emergentes y el papel de interlocutor y arbitraje que parece reservarle el futuro inmediato, especialmente entre Oriente y Occidente. Conflictividades sociales y humanitarias de todo orden que precisan de la agilidad y preparación profesional que exhiben la presidenta elegida y su diplomacia, básica para el buen gobierno de Brasilia.