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Dossier Juan Pablo II  
 
03/04/2005 | Juan Pablo transformó las relaciones católico-judías.

Rachel Zoll

Mientras los católicos celebraban la elección del papa Juan Pablo II en 1978, entre los líderes judíos reinaba una inquietud arraigada en siglos de discriminación. ¿Acaso el primer Papa polaco estaba infectado del mismo antisemitismo virulento que había prevalecido en su país natal?

 

Los judíos comprobaron pronto que sus temores eran infundados.

Durante su pontificado de 26 años, Juan Pablo arremetió contra toda justificación del prejuicio antijudío persistente en la Iglesia, lo que permitió transformar las relaciones católico-judías en una corriente de declaraciones poderosas y gestos simbólicos resonantes.

Reiteradamente condenó el antisemitismo como pecaminoso y, entre sus muchos actos simbólicos, oró ante el Muro de los Lamentos en Jerusalén, el sitio más sagrado del judaísmo.

"Cuando asumió, prevalecía un enorme escepticismo en el seno de la comunidad judía", dijo el rabino James Rudin, quien se reunió con el Papa varias veces como director interreligioso del Comité Judío Americano de Nueva York. "Estoy aquí para decirles que los escépticos estaban equivocados. El fue el Papa más grande para las relaciones católico-judías en la historia de la Iglesia".

Juan Pablo escribió más que ningún pontífice acerca del vínculo espiritual de los dos pueblos.

Calificó a los judíos como "nuestros amados hermanos" y afirmó que "ninguna justificación teológica puede hallarse para los actos de discriminación o persecución contra los judíos". Dijo que los cristianos llevan "una pesada carga de culpa por el asesinato del pueblo judío" y agregó que la culpa debía ser "un llamado imperecedero al arrepentimiento".

"El antisemitismo es para él una violación flagrante de los derechos humanos", dijo el cardenal Walter Kasper, presidente de la Comisión Pontífica para las Relaciones Religiosas con los Judíos, durante un discurso en Roma el año pasado. "Atenta contra la dignidad de toda persona humana".

El Papa lo demostró en numerosos actos públicos.

En 1979, se hincó frente a un monumento conmemorativo de las víctimas del genocidio judío en Auschwitz. En 1986 fue el primer pontífice que visitó la Gran Sinagoga de Roma, situada en lo que fue el gueto judío, donde los judíos estaban separados con el aval de algunos papas del pasado.

En 1994, la Santa Sede estableció relaciones diplomáticas con Israel, pese a desacuerdos sobre la situación en el Medio Oriente. En el 2000, como parte de una serie de actos en disculpas por males causados por el catolicismo a diferentes grupos, Juan Pablo manifestó su pesar por la hostilidad pasada hacia los judíos.

"Algo que se puede afirmar de este hombre desde lejos es que es verdaderamente una persona espiritual convencida de lo que está haciendo", dijo Lawrence Schiffman, experto en estudios judíos en la Universidad de Nueva York que se desempeñó en el Comité Internacional de Enlace Católico-Judío. "El grado de sinceridad es una fuerza enérgica para que estas enseñanzas den fruto".

El paso decisivo hacia el mejoramiento de relaciones de católicos y judíos se dio antes de la elección de Juan Pablo, en la declaración de 1965 Nostra Aetate (En nuestra época) durante el Concilio Vaticano Segundo.

Ese documento rechazó la noción de que los judíos eran colectivamente responsables por la muerte de Cristo. Promovió el diálogo entre las dos religiones y rechazó el antisemitismo, citando una íntima relación entre cristianos y judíos.

Tras esa declaración, grupos judíos y católicos empezaron a colaborar, las universidades abrieron centros para estudiar el tema, y los dignatarios del Vaticano establecieron nuevas relaciones con líderes judíos.

Pero Juan Pablo fue quien estableció la prioridad de esa relación como ninguno de sus predecesores. Su entusiasmo por el cumplimiento de los postulados de Nostra Aetate fue personal, arraigado en su juventud en Polonia y por los horrores que presenció durante la Segunda Guerra Mundial, según los observadores.

"El hecho de que tuvo amigos judíos de niño, que vio lo que ocurrió durante el Holocausto, tanto en cuestión de judíos desaparecidos o por lo que los nazis desencadenaron en Polonia, por cierto tiene que haber tenido su impacto", comentó Philip Cunningham, director ejecutivo del Centro de Enseñanza Cristiano-Judío en el Boston College.

De todos modos, algunos líderes judíos objetaron el liderazgo del Papa.

La canonización en 1998 de Edith Stein, una monja nacida en la fe judía que murió en Auschwitz, los llevó a denunciar que los católicos negaban lo que consideraban un sufrimiento desproporcionado de los judíos durante el Holocausto.

Otras tensiones afloraron por los esfuerzos por beatificar al papa Pío XII, el pontífice durante la Segunda Guerra Mundial al que algunos grupos judíos acusaron de no hacer lo suficiente por oponerse a los nazis.

La autora es comentarista y periodista de Associated Press.

El Reloj (Israel)

 


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