Silvio Berlusconi retornó ayer a Roma, risueño y en aparente plena forma, después de casi un mes de reposo forzado. El primer ministro italiano, de 73 años, reanudó su agenda política tras haberse recuperado de las heridas sufridas el pasado 13 de diciembre en Milán, cuando un desequilibrado le lanzó a la cara una reproducción en miniatura del Duomo gótico de la capital lombarda.

Il Cavaliere llegó a su residencia privada romana, el palacio Grazioli, enfundado en el anorak oscuro de la Armada rusa - bandera incluida-que le regaló su amigo Vladimir Putin y que ya lució hace unos días durante su escapada de asueto al sur de Francia. Le esperaba un grupo de jóvenes de su partido, el Pueblo de la Libertad (PdL), con una gran pancarta de bienvenida.

Berlusconi se reunió con los máximos dirigentes del PdL para preparar los próximos pasos políticos. Tiene prioridad la reforma de la justicia, unos cambios que incluyen el llamado "proceso breve", destinado a poner fin a los procedimientos que se eternizan. Aunque se admite que cierta reforma es necesaria en este ámbito en Italia, en la oposición se acusó a il Cavaliere de intentar de nuevo blindarse ante los casos por corrupción y fraude fiscal que aún tiene abiertos. Los abogados de Berlusconi buscaron de inmediato vías jurídicas alternativas cuando el Tribunal Constitucional tumbó, el pasado otoño, la ley de inmunidad que protegía al jefe del Gobierno mientras ocupaba el cargo. Berlusconi, en general de muy buen humor, cambió de tono cuando le preguntaron por los comentarios del líder opositor, Pier Luigi Bersani, del Partido Demócrata, que lo acusa de pretender aprobar leyes ad personam (al servicio de una persona). "Cuando oigo estas cosas me indigno y no me quiero indignar", replicó el jefe del Ejecutivo, añadiendo que la futura reforma judicial son leyes ad libertatem (al servicio de la libertad).

Berlusconi confirmó su intención de intentar aprobar este año una ambiciosa reforma fiscal que dejaría en dos los tipos impositivos: 22 por ciento y 33 por ciento para los ingresos inferiores y superiores, respectivamente, a los 100.000 euros anuales.

Sobre el eterno pulso que se le atribuye con su correligionario Gianfranco Fini, presidente de la Cámara de Diputados, Berlusconi negó que haya problemas y se refirió a los largos años de colaboración que tienen a sus espaldas.

Il Cavaliere cumplió con el protocolo y rindió visita al presidente de la República, Giorgio Napolitano, en el Quirinal. Entre ambos hubo mucha tensión en los últimos meses. El primer ministro reprochó al presidente su pasado comunista y le atribuyó intrigas y maniobras contra el Gobierno.

La escena política italiana se está calentando, entre tanto, ante las elecciones regionales del próximo marzo, que evaluarán la vitalidad del berlusconismo.