La crisis italiana se agrava, pero hay incertidumbre total sobre su desenlace.La crisis política italiana ha seguido agravándose este viernes, con nuevos hechos que erosionan al Gobierno de Silvio Berlusconi, si bien la incertidumbre es absoluta sobre cuál puede ser el desenlace de la compleja situación.
La
oposición de izquierda -el Partido Demócrata (PD) e Italia de los Valores
(IdV)- han presentado una moción de censura contra el Ejecutivo en la Cámara de
Diputados. Por el contrario, el partido de Berlusconi, el Pueblo de la Libertad
(PdL), va a hacer lo contrario en el Senado: presentará una moción de sostén al
Ejecutivo.
En ambos
casos se trata, sin embargo, de meros trámites, de cuestiones técnicas. Las dos
mociones pueden tardar días en votarse. Más relevante, en cambio, fue el
anuncio hecho el jueves por la noche por el número dos de Gianfranco Fini,
Italo Bocchino, de que su grupo, Futuro y Libertad para Italia (FIL), escindido
del PdL, retirará ya este lunes a sus hombres que aún ostentan cargos en el
Gabinete. Se trata de un ministro, un viceministro y dos subsecretarios. No es
tanto la cantidad sino el impacto político del paso, una muestra más del
debilitamiento del primer ministro.
Una
prueba del nerviosismo reinante y de la gravedad de lo que está sucediendo fue
la decisión de Berlusconi de anular la rueda de prensa que debía ofrecer en
Seúl, al término de la cumbre del G-8 y el adelanto de su vuelo de regreso a
Roma.
En la
capital italiana se barajan todo tipo de escenarios. El más improbable es que
Berlusconi acabe cediendo a la presión de Fini, presente la dimisión y acepte
una crisis pilotada; es decir, que se negocie un nuevo programa de gobierno en
el centroderecha y se recomponga una alianza con la entrada en el Ejecutivo de
otras fuerzas centristas como los democristianos de Pier Ferdinando Casini.
Berlusconi
tal vez aceptaría hacerlo si se le garantizara que será él quien encabece el
nuevo gobierno. A FLI le disgusta por completo esta idea y no tiene reparo en
decirlo. Sí vería con mejores ojos, igual que Casini e incluso la izquierda,
que otra figura del centroderecha fuera primer ministro, como el titular de
Economía, Giulio Tremonti, bien visto por el mundo económico y los mercados
financieros internacionales.
El
objetivo prioritario de todas las fuerzas, con excepción del PdL y la Liga
Norte, es jubilar a Berlusconi. Consideran que sus procesos judiciales
pendientes –y su intento, desde hace 16 años, por blindarse jurídicamente para
no acudir a los tribunales- envenenan la política italiana, monopolizan el
debate y bloquean la toma de decisiones. Por eso una de las alternativas podría
ser un "gobierno técnico", de carácter provisional, encabezado por un
tecnócrata.
El
instinto de Berlusconi, si se siente totalmente acorralado, será ir a
elecciones anticipadas, convencido de que volverá a ganar. Cualquier otra
solución que significa abandonar el poder la ve como un golpe palaciego,
inaceptable, que traiciona el mandato electoral.
El
problema de il Cavaliere es que no será él quien decida en último caso si se
avanzan los comicios, sino el presidente de la República, Giorgio Napolitano.
La oposición, incluido Fini, teme ir a las urnas con el actual sistema
electoral, que favorece al partido más votado. Todos preferirían desembarazarse
de Berlusconi sin elecciones. Esta complejidad política hace muy difícil hacer
predicciones sobre cómo evolucionarán los acontecimientos.