En la última semana los agricultores colombianos han organizado múltiples protestas —algunas bastante violentas— para exigir un cambio en las políticas económicas hacia su sector. Una de sus principales quejas tiene que ver con el Tratado de Libre Comercio (TLC) con EE.UU.
Los agricultores afirman que las importaciones baratas de EE.UU. están acabando con el campo colombiano. En particular, la controversia gira en torno a tres productos específicos: el pollo, los lácteos y las papas. ¿Qué tan cierto es que la liberalización comercial con EE.UU. está detrás de las dificultades que experimentan los agricultores colombianos?
El TLC entre EE.UU. y Colombia entró en vigencia el 15 de mayo del 2012, lo que significa que sus estipulaciones tienen poco más de un año de estar siendo implementadas. Como es el caso con otros tratados negociados en la última década, el TLC entre EE.UU. y Colombia eliminó de manera inmediata la mayoría de los aranceles en el comercio bilateral. Sin embargo, en el caso de algunos productos “sensibles”, se estipuló una eliminación gradual de los aranceles que en algunas situaciones puede llegar hasta los 20 años. Veamos entonces el programa de desgravación arancelaria de los tres productos que más molestan a los agricultores colombianos:
Papas: Antes del TLC, Colombia aplicaba un arancel a las papas estadounidenses de entre 5 y 20 por ciento. Esos aranceles fueron eliminados a partir de la implementación del tratado. Según datos de la Comisión Internacional de Comercio de EE.UU., las exportaciones de papas estadounidenses a Colombia efectivamente aumentaron en 2012 en un 25 por ciento. Sin embargo, en 2011 (cuando aún no había TLC) las exportaciones de papas incrementaron en un 77 por ciento. Aún así, las exportaciones de papas de EE.UU. a Colombia totalizaron solamente $5,6 millones en 2012. A manera de comparación, Panamá (un país que también produce papas pero que cuenta con un treceavo de la población de Colombia) importó más papas de EE.UU. en 2012 (casi $7 millones).
Pollo: A diferencia de las papas, los aranceles que Colombia impone sobre las importaciones de pollo de EE.UU. (que van de 5 a más de 160 por ciento) serán desfasados a lo largo de un período de 18 años. Además, se estipula un período de gracia de seis años luego de la implementación del TLC. Es decir, no habrá reducción arancelaria alguna en la carne de pollo hasta el 2018.
EE.UU. sí negoció una cuota libre de aranceles de 27.040 toneladas de piernas de pollo, que aumenta 4 por ciento cada año. Sin embargo, esa cuota representa únicamente 2,5% del consumo anual de pollo de Colombia. Difícilmente se puede decir que eso constituye una inundación de pollo barato proveniente de EE.UU.
Productos lácteos: Como ocurre con el pollo, la gran mayoría de las importaciones de lácteos de EE.UU. todavía pagarán aranceles durante los primeros años del TLC. Algunos productos lácteos gozarán de protección arancelaria incluso hasta el 2027. Sin embargo, EE.UU. logró obtener varias cuotas libres de aranceles. Una de estas es una cuota de 5.500 toneladas de leche en polvo que aumentará un 10 por ciento cada año. Para 2013 esa cuota representa menos de 230 gramos de leche en polvo por cada colombiano (o 1,7 litros de leche). De acuerdo a la Federación Colombiana de Ganaderos, cada colombiano consume 141 litros de leche al año, lo que significa que las importaciones de leche de EE.UU. que ingresan libres de aranceles constituyen únicamente 1,2% del consumo total de leche de Colombia.
El impacto de las importaciones de leche de EE.UU. podría ser incluso menor ya que la leche en polvo es utilizada comúnmente como insumo en la industria de alimentos procesados en lugar de ser utilizada como producto de consumo final.
Como podemos ver, el TLC no es la causa de los problemas de los agricultores colombianos. El volumen de importaciones libres de aranceles debido al TLC es todavía relativamente pequeño. No obstante, es un hecho que las importaciones agrícolas de EE.UU. aumentarán una vez que las barreras arancelarias restantes sean removidas y tan pronto los agricultores estadounidenses se den cuenta del potencial que tiene el tercer mercado más grande de América Latina. Los agricultores colombianos tendrán entonces que enfrentarse a una competencia ardua si no se adaptan. Por su parte, los consumidores colombianos, de los cuales 32,7% todavía permanece en la pobreza, se beneficiarán considerablemente al tener acceso a alimentos más baratos. Irónicamente, los mismos agricultores colombianos reconocen los beneficios del libre comercio ya que una de sus demandas es eliminar los aranceles a las importaciones de fertilizantes.
Si los agricultores colombianos tienen dificultades, no es porque hay un comercio más libre con EE.UU
