Sin desmerecer una siempre bienvenida evaluación externa del manejo económico nacional, conviene destacar algunos aspectos en los cuales el Fondo Monetario Internacional (FMI) coincide con la opinión de analistas bolivianos en temas que son ciertamente considerados como estructurales. Por ejemplo el mantenimiento de los equilibrios macro, que si bien no conducen directamente a la prosperidad, generan una base para sostenerla; la reducción de la inequidad, la inclusión social y el avance hacia las autonomías.

Por otro lado, un aspecto crucial no sólo para el buen desempeño macroeconómico, sino esencialmente para el bienestar de la población, es aquel referido a la necesidad de impulsar la producción agropecuaria. Es extraño para los analistas del Fondo, y para cualquier persona medianamente informada, que la producción agropecuaria no haya logrado un salto mayor pese a un contexto de altos precios internacionales de los alimentos.

Como es bien sabido, es la seguridad alimentaria con soberanía del país la que depende del sector agropecuario, siendo Bolivia un país con potencial para autoabastecer su canasta básica de alimentos. La clave aquí está en apoyar a los medianos y pequeños productores domésticos, asumiendo que los grandes agroexportadores tienen ya las condiciones como para velar eficientemente por sus propios intereses.

En todas partes se habla mucho de asistencia técnica, infraestructura, tecnología, fertilizantes y otros tipos de apoyo para los medianos y pequeños productores, y la recientemente aprobada Ley de Revolución Productiva Comunitaria y Agropecuaria apunta en ese sentido; sin embargo, lo esencial es que esos productores tengan un mercado dinámico y que en la distribución de la torta de los beneficios logren una tajada suficientemente importante como para vivir, vivir bien podría añadirse, produciendo alimentos. En este sentido, la economía de los campesinos productores de hoja de coca es un buen ejemplo, pues ellos, sin política de apoyo ni incentivo público alguno, son exitosos en la medida en que el mercado es dinámico.

Es por ello que las acciones del Estado debieran orientarse primero a la generación de buenos ingresos para los productores primarios, y luego al mejoramiento de condiciones de productividad e infraestructura. He aquí algunos criterios en los que seguramente tanto el FMI como los expertos desarrollistas, políticos oficialistas y productores agropecuarios estarán de acuerdo.