Lo que pasa con el tarijeño Cossío no es muy diferente a lo vivido ya en las capitales de Sucre y Potosí. El alcalde de La Paz, Luis Revilla, tiene una imputación en su contra y va camino a padecer los rigores de la Ley de Autonomías, sobre la que se apoya el MAS para sustituir autoridades con la sola autorización de un fiscal pese a que, paradójicamente, la Constitución Política del Estado exige una sentencia ejecutoriada.

Por alguna extraña razón que tampoco resulta difícil adivinar, los cambios se producen en alcaldías y gobernaciones que, producto del voto popular, están en poder de opositores al Gobierno nacional. Eso crea desconfianza y alimenta la idea de que podría haber una persecución política, como sostienen los afectados.

Ahora bien, legalmente, poco se puede decir al respecto. La normativa antes dicha posibilita que, acumulándose pruebas en contra de alguna autoridad, ésta puede ser apartada de su cargo a pedido expreso del Ministerio Público. Así lo permite la ley, por más cuestionada que estuviese al haber sido presa de un manejo político antes que jurídico.

Si detrás de estos movimientos judiciales, que por lo general se fundamentan en supuestos actos de corrupción, existe el propósito político de gobernar sin oposición, la estrategia es impecable. La única prueba (y no por eso menos contundente) que se tiene para afirmar tal cosa es que, curiosamente, suman las suspensiones de autoridades no masistas.

La democracia consiste en un juego de balances, en el que oficialistas y opositores aportan a la construcción de un Estado más justo y equilibrado, sin excesos. Este concepto atañe directamente a la política, pero implica también la preeminencia de una justicia libre e independiente.

Más allá de aquel juego, Cossío y probablemente Suárez y Costas, gobernadores de los últimos bastiones de la debilitada oposición nacional, deberán probar su inocencia en los estrados judiciales. Pero también, los jueces y fiscales tienen el reto de desmentir las denuncias que les vinculan al MAS y demostrar que pueden actuar con los ojos vendados y la balanza en sus manos.