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19/03/2011 | Petróleo y Gas: Paisaje tras la revuelta

Mariano Marzo

En 2005, la AIE ya preveía un hipotético escenario energético global resultado de un retraso inversor.El proceso de cambio político iniciado en el mundo árabe puede comportar un periodo largo de inestabilidad.Si ceñimos el análisis a escala del Mediterráneo, el peso energéticodel Magreb es abrumador.

 

Acostumbro a concluir mis charlas en torno al futuro de la energía con dos imágenes a modo de disclaimer (o de exención de responsabilidades). La primera intenta transmitir el mensaje de que "el futuro nunca es lo que se suponía que iba a ser" recogiendo diversas frases de personajes celebres cuyas predicciones de futuro se han revelado absolutamente erróneas con el paso del tiempo. La segunda, muestra una serie de cisnes negros, en referencia al libro de Nassim Nicholas Taleb, titulado The Black Swan.Para Taleb, un cisne negro es un suceso altamente improbable, prácticamente impredecible y de gran impacto (positivo o negativo), sólo explicable a posteriori. 

La lógica del cisne negro implica que "lo que no se sabe" (lo desconocido, lo imprevisible) resulta más importante en el devenir histórico que "lo que se sabe" (lo cotidiano, lo que analizamos a partir de la información suministrada a diario por los medios). 

Probablemente, muchos analistas políticos se sentirán tentados a interpretar las actuales revueltas del mundo árabe en clave de cisne negro. Quizás tengan razón. 

Sin embargo, desde una perspectiva energética, este tipo de interpretación debe relativizarse: un informe de la Agencia Internacional de la Energía publicado en 2005 (World Energy Outlook, 2005. Middle East and North Africa Insights)ya preveía un hipotético escenario energético global resultado de un retraso de las inversiones en la exploración de petróleo y gas en los países árabes, consecuencia de conflictos o de decisiones políticas premeditadas. El citado escenario (Deferred Investment Scenerio)advertía sobre una seria alteración del balance energético global, con precios más altos de los hidrocarburos que repercutirían en un descenso del Producto Interior Bruto mundial. 

La industria del petróleo y el gas trabaja a plazos inusitadamente largos para lo que acostumbra a ser la norma en otros sectores. A menudo, desde que empiezan los trabajos de exploración, hasta que se pone en producción un yacimiento pueden pasar diez largos años. Si a eso añadimos que el proceso de transformación política iniciado en el mundo árabe probablemente comportará un periodo de inestabilidad prolongado, es obvio que la amenaza arriba comentada, derivada de un retraso en las inversiones, cobra cuerpo. 

Los hidrocarburos del Magreb (Argelia, Libia, Marruecos, Mauritania, Sahara Occidental y Túnez) tienen un peso limitado, aunque nada despreciable, en el mercado mundial. Las reservas probadas de petróleo suponen el 4,5% del total (3,3% Libia, 0,9% Argelia) la producción el 4,2% (2% Argelia, 2% Libia y 0,1% Túnez) y las exportaciones el 5,9 %. Por lo que respecta al gas natural las reservas probadas contabilizan poco mas del 3,2% global (2,4% Argelia, 0,8% Libia) la extracción un porcentaje análogo (2,7% Argelia, 0,5% Libia) y las exportaciones el 7.13% (6% Argelia, 1,13% Libia). 

Sin embargo, si ceñimos el análisis a escala del Mediterráneo, el peso energético del Magreb es abrumador. Para hacer frente a la creciente demanda, la región mediterránea cuenta con unas reservas probadas de petróleo cercanas a a 61.500 millones de barriles, de los cuales el 91,8% se concentran en Libia (72%) y Argelia (19,8%). Por lo que respecta al gas natural, la cifra de reservas probadas asciende a algo más de 8 billones de metros cúbicos, con los dos países mencionados acaparando el 75,5% de las mismas (56,25% Argelia y 19,25% Libia). 

No cabe duda que desde el punto de vista de los recursos de gas y petróleo, las riberas norte y sur del Mediterráneo muestran una marcada desigualdad que también es reconocible en el seno de la orilla meridional. Los países del norte son importadores netos de combustibles fósiles, mientras que los de la ribera sur constituyen dos grandes grupos: el de los importadores (Marruecos y Túnez) y el de los exportadores (Argelia y Libia). La importancia del comercio energético existente entre las dos orillas es incuestionable. 



**Mariano Marzo; Catedrático de Recursos Energéticosde la Universitat de Barcelona (UB) 

La Vanguardia (España)

 


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