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11/12/2004 | Los Falsos Profetas y los traficantes del miedo

Bjorn Lomborg

¿La pregunta es si gastamos dinero para hacer unas pocas mejoras en una nación que será rica en un futuro lejano, o lo destinamos a hacer un gran bien en un empobrecido Bangladesh ahora?

 

Diciembre. El calentamiento global se agrava minuto a minuto. Para la Unión Europea este es "uno de los asuntos más amenazantes que hoy nos estamos enfrentando". El mayor científico de Gran Bretaña considera que esta situación es aún "más seria que la amenaza del terrorismo". Su superior, Tony Blair, lo reconoce como "el asunto singular más importante" y planea usar en el año 2005 su presidencia dual, en la UE y en el G8 para hacer de la batalla contra el calentamiento global una fundamental prioridad para el mundo industrializado.

Este mensaje es el que escucharemos en la Cumbre del cambio de clima organizada por las Naciones Unidas, que comienza esta semana en Buenos Aires: Una firme acción basada en Protocolo Kyoto, es  urgente y constituye la prueba moral de nuestro tiempo.

Esta dramatización es sin duda altamente contraproducente. El calentamiento global ocurre y tiene mucha importancia, no hay duda, pero los impactos negativos que se le asignan son exageradamente ampulosos. El encabezado advierte de huracanes intensos y desbordes oceánicos que inundaran la tierra, del corrimiento hacia el sur  de la Corriente del Golfo, mega sequías y hambrunas que desembocaran en la extinción de la raza humana, o su confinamiento en la Antártida.

Semejantes pronósticos son ficción, cosas que sólo caben en la  imaginación de los guionistas de Hollywood. No hay ninguna duda que el cambio climático será más duro para el Tercer Mundo, pero el despliegue publicitario desatado alrededor de semejantes catástrofes ha impedido que podemos averiguar adonde y como nuestro dinero le puede hacer bien a la mayoría de los pobres. Un grupo de los economistas sobresalientes del mundo, congregado por el proyecto Consenso de Copenhagen en el pasado mayo, formuló esa misma pregunta:

¿Adónde podemos hacer el mayor bien? Y el calentamiento global terminó ocupando el último lugar en la lista de prioridades.

La lógica chapucera de los defensores Kyoto es sorprendente. El protocolo de ser aplicado exigiría el compromiso financiero internacional más grande de la historia, no obstante estar basado en una falacia elemental: Compara los costos totales del daño potencial con los costos marginales de mejorar ligeramente el problema.

Aun si todo el mundo industrializado realizara las metas de Kyoto, para reducir las emisiones de carbono en un 30 por ciento, en el año 2010 el impacto sería mínimo. En el año 2100 sólo se habría pospuesto el calentamiento global por unos escasos seis años. El habitante de Bangladesh que se verá perjudicado en su vivienda por los desbordes del mar alcistas debería abandonarla en el año 2106, en lugar de hacerlo en el año 2100.

Esto tiene poco sentido. Las mas óptimas estimaciones del costo de implementar  Kyoto oscilan entre los u$s 150 billones y los u$s 350 billones al año. Las estimaciones calculadas del daño que produciría el calentamiento global alcanzan cerca de los u$s 500 billones anuales en el año 2100.

Los proponentes argumentan que pagar 150 billones para evitar los $ 500 billones de daños es un buen negocio. Pero eso no es lo qué importa. A pesar de todo tenemos que pagar los 500 billones, sólo que seis años más tarde. Así es que la situación verdadera es: Pagamos $ 150 billones cada año durante 100 años para posponer el pago de los $ 500 billónes cada año comenzando en el 2100. Todos los modelos económicos muestran que este sería, como los economistas del Consenso de Copenhagen  lo describen, un "mal" negocio.

Los traficantes de miedo asumen que el mundo permanecerá estático, que no hará nada para protegerse. Las cifras del Panel del Clima de Naciones Unidas, refiriéndose a Polonia, reflejan que el costo de la anegación podría ser de $ 46 billones, asumiendo que estan duplicando la subida probable en los niveles del mar y que Polonia no gastará más que $ 6.1 billones para evitarlo. Una suposición similar subyace en la teoría que dice que con el alza de la temperatura las epidemias de malaria aumentarán. La malaria ha desaparecido como una enfermedad epidémica de riesgo en occidente, aún suponiendo una sube en las temperaturas, porque la riqueza en ascenso trajo mejor infraestructura y una mas conveniente asistencia sanitaria. Como el mundo en vías de desarrollo se vuelve más rico, la malaria tiene probabilidades de seguir disminuyendo.

Hay muchas y mejores formas para ayudar a los pobres que oponiéndose al calentamiento global. Directamente tan solo ocuparse de los asuntos más apremiantes como las enfermedades, el hambre y del agua contaminada, volverá a los pobres menos vulnerables al cambio de clima.

La pobreza es un problema enorme ahora. Las Naciones Unidas proyectan que la persona promedio en el mundo en vías de desarrollo, en el año 2100 será al menos tan rica como lo es  hoy, y probablemente de dos a cuatro veces más rica. Cuando Bangladesh en el año 2100 deba enfrentar a quienes elevaron el mar, seguramente tendrá el estatus de una Holanda rica. La cuestión verdadera es si gastamos dinero para hacer un poco en favor de unos lejanos Países Bajos en el futuro, o hacemos una gran cantidad de bien en el Bangladesh pobre, ahora.

El mundo no puede (o no quiere) pagar por todo, así es que tenemos la obligación moral de establecer prioridades. Éste fue el punto de arranque del proyecto del Consenso de Copenhague, el cual encontró que problemas como el SIDA, el Hambre y la Malaria podrían ser combatidos a un cierto costo de manera eficiente, cosas que el cambio de clima no puede hacer. Podemos prevenir a HIV repartiendo condones y mejorando la educación de la salud. Podemos impedir que millones mueran por desnutrición, entregandoles para que tomen suplementos simples de vitaminas.

Esto no significa que deberíamos ignorar el cambio climático. Nosotros, por ejemplo, deberíamos vigilar la mezcla correcta de incentivos y reglas para alentar la investigación y la inversión en energías renovables. Esto nos indica que hay mejores formas para gastar 150 billones al año. Los líderes mundiales deberían ser invitados a dejar de lado su obsesión respecto a la amenaza distante y exagerada de la alteración de clima, para comenzar a hacer ahora algún verdadero bien al mundo.

Lomborg es el organizador del Consenso de Copenhague y es profesor asociado en la Universidad de Aarhus en Dinamarca.

Traducción gentileza de la FUNDACION ATLAS

Fundación Atlas 1853 (Argentina)

 


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