Dos candidatos de derecha, un militar que anticipa "mano dura", y un joven empresario que promete "pena de muerte", definen este domingo en segunda vuelta el nuevo presidente de Guatemala, un país con millones de desnutridos y azotado por la violencia.
El
general Otto Pérez, del Partido Patriota, lidera las encuestas con poco más de
58% de intención de votos y 17 puntos de ventaja sobre el empresario Manuel
Baldizón, de la agrupación Líder. En primera vuelta, el militar había
aventajado al empresario por 36% a 23%.
El
cierre de la campaña fue este viernes al medio día, tras cuatro meses de
intensa publicidad en los medios de comunicaciones y un gasto sin precedentes
de 65 millones de dólares, en un país donde la mitad de los 14 millones de
habitantes viven en la pobreza y dos millones con menos de un dólar al día.
Tanto
Pérez como Baldizón pusieron fin a la campaña con sendos mítines masivos en la
capital guatemalteca.
El duelo
entre derechistas --ambos fundadores de sus partidos-- es fruto de la
impugnación de la oficialista Sandra Torres, quien para tratar de burlar una
norma que prohíbe a familiares del jefe de Estado bregar por la sucesión, se
había divorciado en abril del presidente socialdemócrata Alvaro Colom.
Pero
cualquiera que gane tendrá que tejer múltiples alianzas legislativas, en
especial con el saliente oficialismo, ya que en la primera ronda del 11 de
septiembre, sobre 158 legisladores, Pérez obtuvo apenas 54, mientras que
Baldizón quedó con una insignificante bancada de 14.
Así las
cosas, el arbitro incontornable será la brigada legislativa de la hasta hoy
gobernante alianza socialdemócrata Une-Gana, que con sus 47 bancas aspira a
tratar de poner en el centro del debate nuevamente los temas de desnutrición,
pobreza y empleo.
"El
tema de la pobreza no lo ha tocado ninguno de los dos candidatos. Han hecho
referencia de forma generalizada, pero no han dicho cómo la van a atacar o a
reducir y eso es preocupante", dijo a la AFP el politólogo indígena Alvaro
Pop.
Aunque
la deuda social es gigantesca --la mitad de la población en la pobreza, una
desnutrición que golpea al 15%-- el pánico por la inseguridad se adueñó de la
campaña en un país donde la tasa de homicidios ronda los 50 cada 100.000
habitantes, más de seis veces la media mundial.
Casi la
mitad de esa violencia es fruto, asegura el presidente Alvaro Colom, del
accionar de los cárteles de la droga.
En ese
contexto, gracias a un mensaje primario ("mano dura") y una
millonaria campaña, Pérez se izó al tope de la intención de voto, pese a que
este general con formación en contrainsurgencia y hablar cortante --hábito
adquirido en 34 años de vida cuartelera coincidentes con la guerra civil que
dejó 200.000 muertos-- fue muchas veces acusado de violaciones a los derechos
humanos.
Su
rival, hábil para los mensajes de impacto, fue el segundo candidato más votado
el 11 de septiembre con sus promesas de aplicar la pena de muerte, acompañadas
de un rosario de medidas populistas que ni la izquierda se animó a soñar, como
el pago de un decimoquinto salario anual a los trabajadores o clasificar a la
selección a un mundial de fútbol.
El que
gane las elecciones hereda un Estado camino a la bancarrota, en parte
responsabilidad también de esos mismos candidatos, que bloquearon año tras año
en el Congreso los intentos de Colom de una reforma fiscal.
Guatemala,
donde la recaudación llega apenas al 10% del PIB y la evasión por parte de
empresas y sectores no asalariados es gigantesca, cerrará 2011 con un déficit
fiscal de 3% y con un proyecto de presupuesto para 2012 por 7.570 millones de
dólares, el más alto en la historia.
Pero
mientras el Estado parece en quiebra e incapaz de obtener dinero para auxiliar,
por ejemplo, a un millón de niños desnutridos, los principales candidatos
gastan en la campaña electoral cataratas de dinero.
En la
primera vuelta el 11 de septiembre los 7,3 millones de guatemaltecos eligieron
ya 333 alcaldes y 20 legisladores al Parlamenco Centroamericano, además de los
158 diputados del congreso unicameral.